Los recién llegados permanecieron de pie un momento, intentando digerir la precaria situación, habían perdido sus ojos en la inhóspita mazmorra, Alastor aún lo tenía en sus brazos, incrédulo de ver a la mujer de sus memorias.
—¿Acaso se trata de una ilusión creada por este lugar? — se preguntaba afectado de todo lo ocurrido anteriormente — si, debe ser la mazmorra que intenta burlarse de mí.
La mano de Alastor acariciaba el mango de su espada, parecía estar listo para atacar, pese su mirada pérdida sumida en sus decadentes pensamientos.
—Debo hacerlos desaparecer, este lugar debe saber que no puede reírse de mi — sujeto con fuerzas su arma, todo parecía que acabaría en un frenesí asesino.
Un inesperado suceso logro aliviar el dolor del aventurero, una suave calidez lo envolvió, liberándolo de sus preocupaciones, desmoronando al implacable guerrero para dejar al hombre al desnudo, el se sentía seguro, ninguna armadura plateada lograba darle tal confort como el que ahora tenía por el abrazo de Leilla.
—Alastor, pensé que no volveríamos a verte — con esas palabras el aventurero supo la verdad, ellos eran sus compañeros.
—¿Qué fue lo que ocurrió? — pregunto el hombre con el arco, este se sentía devastado al ver a Mirán tendido en el suelo.
Alastor intentó hablar, pero su cuerpo se desplomó, perdiendo el conocimiento.
—Te recuerdo, si... Fue hace muchas primaveras atrás — recordaba Alastor — tenía 7 años, vivía en el pueblo de Gerdall, al igual que ella, al igual que Leilla, nuestros padres eran simples campesinos y teníamos que ayudar con los deberes, éramos muy amigos, parecía que nuestras vidas serían como las de nuestros padres, hasta ese fatídico día.
Alastor y Leilla se encontraban en el campo, descansaban del trabajo hecho mientras miraban el cielo, sin ninguna preocupación en su por venir, pero una pregunta molesto a la niña al ver cómo un hombre partía sin ninguna dirección en particular.
— Oye Al ¿Que piensas ser en el futuro? — Leilla era incapaz de ignorar esa duda, tenía que tener la certeza.
—Yo quiero ser como mi padre, un hombre dedicado a su familia, un persona fuerte y confiable — el niño respondió mirando el cielo, como si pudiera ver aquel tiempo distante.
—Es una alegría escucharte decir eso Al — sonaba muy contenta, ella se había quitado un gran peso de encima — Temía que te volvieras como todos los del pueblo, deseando aventuras arriesgadas, aún teniendo seres queridos y un cálido hogar.
—¿Crees que yo olvidaría a mi familia? Hasta yo sé que tenemos todo lo que necesitamos para vivir — su respuesta calmó a su amiga, quien continuó descansando en el césped antes de volver a trabajar.
A la distancia los niños podían distinguir a un gran número de jinetes con lanzas y espadas, ellos se dirigían con apuró al pueblo, sin ninguna noble intención.
—¡No puede ser! ¡Van al pueblo! — Leilla grito con horror, habían escuchado de bandidos por la zona, pero no sé imaginaron que sucedería.
—¡Mi familia! ¡Mis padres! — exclamó Alastor corriendo hacia Gerdall, fue a toda prisa pero al llegar se llevó una temible sorpresa.
El pueblo se encontraba en llamas debido a los atacantes, el lugar estaba repleto de cadáveres, varios hombres, mujeres y niños yacían en el suelo, los bandidos saqueaban las casas, el niño Alastor llegó solo para encontrar los pálidos cuerpos de sus padres tendidos en el suelo, el niño quedó atónito, casi sin fuerzas camino hacia los cuerpos, sentía un gran abismo en su interior, el cual engullía todo lo importante para el niño, dejándolo totalmente hueco.
—Mama... Papá... Levántense, levántense por favor — les pedía el niño con lágrimas escurriendo por su rostro, intentando negar la realidad.
Sin darse cuenta dos bandidos ven al niño llorando sobre los cuerpos, ellos se acercan amenazantes con sus armas en mano, el pequeño Alastor seguía en shock sin poder reaccionar a su alrededor.
—Mira otro mocoso, servirá de esclavo — indico uno de los atacantes, al fin él pequeño vió al par, pero no se movió al ver que sus espadas estaban cubiertas de sangre.
La mano del bandido estaba por tomarlo, pero el trote de los caballos se hizo notar, apenas iba a mirar una espada cortó el brazo del bandido, otro jinete le apuñala con su lanza, mientras que otros caballos aplastan al segundo bandido, el jinete que cortó al bandido bajo de su caballo, mostrando ser una mujer de cabellera morena, vestía su cota de malla.
—¿Estás bien? Ya no podrán hacerte daño, soy Salandra — le tomo el hombro, en un intento para confirmarlo, pero el deber la volvió a llamar, así que trepó en su caballo para luego irse.
Leilla llega con Alastor, ella lo abraza, terminan llorando los dos acompañándose en su dolor. El tiempo pasó, los tíos de Leilla se hicieron cargo de ella, al cumplir los dieciséis recibió varias proposiciones de matrimonio, pero Alastor no tuvo la suerte de su amiga, el se fue con Salandra la aventurera, ya que no tenía a nadie, fue entrenado para su nueva vida, pero nunca dejaba de estar al tanto de su amiga de la infancia.
—Alastor, acabo de enterarme de tu amiga — contaba Salandra, ambos andaban en caballo, ella lo miro atentamente para notar su expresión — Veo que te estás quedando atrás.
—¡¿D-De que hablas?! — se sonrojo, poniéndose muy nervioso.
—Vamos Alastor, no puedes negarlo, siempre has tenido un ojo encima de esa joven, siempre has velado por ella — hablaba con plena confianza.
—Si — confesó el joven, la alegría desapareció de el joven — Pero yo no puedo ofrecerle nada, lo mejor que puede pasarle es que la despose un Barón.
Salandra le dió unas palmadas en su espalda intentando animarle, tiempo después Alastor reúne un grupo de aventureros, en él ve un rostro familiar Leilla, el aventurero se sorprendió de volver a verla, pero su felicidad era obvia.