Hilo de venganza

C a p í t u l o 0 3

3.

—¿En serio Jo? ¿Riley? —Alan repasa ambos autos plantados en la zona de partida, de un lado a otro.

—Tranquilo —lo calmo.

—No estoy preocupado por ti, pero es que... —abre los brazos— ¿estás viendo la diferencia?

Es cierto, el auto de Alan no debería tener oportunidad contra el McLaren 600 LT de Riley.

Elise y Andrés observan a un lado y discuten entre risas sobre quién podría ser el ganador. Elise claro está, apuesta por mí.

—¿Lista? —pregunta Riley abandonando a León que le da una palmada en el hombro.

—Muy lista —respondo.

—Te ves muy confiada.

Paso por su lado—. Lo estoy.

Subo al auto de Alan. Me tomé el trabajo de hacerle algunos cambios antes de que la gente apareciera. Sé que todos usan ciertas "ayudas" pero la mayoría de veces se trata de estrategias, y lo que menos deseo es dejar sin auto a Alan. Mi mayor ventaja es que sé que Riley tiene la total evidencia para creer que tener un excelente auto es suficiente en esta carrera.

Aún es temprano para las carreras del viernes, pero los amantes de la adrenalina han empezado a llegar ya.

Desde el asiento vislumbro a Gina plantada en una esquina, de brazos cruzados junto a Zaira.

—¡¡Por la honra!! —grita Eliah en medio de los dos autos—. ¿Listo? —le pregunta a Riley que mueve la cabeza de arriba abajo—. ¿Lista? —me pregunta, y sonrío dándole un sí rotundo.

Mueve la bandera.

Riley avanza a gran velocidad dejándome atrás en cuestión de segundos. La carrera es de 7 kilómetros a la ida y la misma distancia de retorno. Avanzo tranquilamente sin acelerar demasiado hasta que estoy detrás de él. Sé que me mira por el retrovisor, porque siempre lo hace.

Tomo el volante y zigzagueo tratando de confundirlo. Es difícil conducir después de los dos kilómetros porque son pistas abiertas en su totalidad y la gente camina desconociendo que hay desquiciados como yo, tratando de ganar una carrera.

Me salto los semáforos aun a unos metros detrás de Riley y esquivo un auto que cruza la luz en verde rozándome el pick-up y haciendo que gire un poco hacia la izquierda.

Mi oportunidad ha llegado.

El monumento que señala el retorno está a unos pocos metros. El McLaren de Riley es el primero en rodearlo, pero entre el afán de mirar atrás y el avanzar choca la pick-up con uno de los árboles que rodean la construcción del centro.

Lo sabía.

Aprovecho y acelero a más no poder.

Mientras Riley trata de recuperar el camino rodeo los árboles cerrándole el paso a su salida. Mi curva es perfecta y no le quita mucho impulso al acelerador.

Riley me sigue a un metro, no es mucha la ventaja que logro sacar, pero la suerte está de mi lado. Los semáforos están en verde y no hay gente en la acera. Giro el volante justo cuando el semáforo da el rojo y los autos delante de mí se detienen. Tomo de carril un pedazo de pista y la mitad de la acera. No miro el retrovisor, pero sé que he dejado a Riley atrás, aunque no será por mucho tiempo.

Levanto el pulso del nitrógeno que le coloqué al auto de Alan y veo el McLaren una última vez antes de salir disparada.

Alan me recibe sorprendido y con una sonrisa enorme en la cara. La gente se aglomera y todos gritan reacciones que no logro descifrar bien.

—¡Eso estuvo increíble! —dice Eliah.

Riley llega por fin a la meta y se estaciona.

—No puedo creer que hayas podido hacer eso con mi auto —comenta Alan.

—Se necesita más que un auto para eso —. Riley sale de su vehículo con una sonrisa marcada— parece que esta no era tu primera vez ¿eh?

—Pudiste haber perdido mucho dinero por tu ignorancia —se burla Eliah.

—Bueno, su honra vale más, ¿no? —me burlo también— creo que eso vale más.

Le doy las llaves de su auto a Alan.

—Haz que Eliah lo revise antes de volver a correr en él —giro y voy hacia mi motocicleta.

Participo en la segunda ronda de manubrio con victoria asegurada. Hay dos tipos nuevos en las carreras pero ninguno parece ser el que necesito, y tenía la esperanza de que el hombre del Lamborghini de la semana pasada apareciera hoy.

Tal vez él sea quien me lleve ante la persona que busco.

—Así que si sabías correr autos —la presencia de Riley a mi lado me hace sonreír.

Lo miro de reojo—. ¿Tienes honra para una conversación?

Sonríe.

—¿Dónde aprendiste?

No respondo.

Camino hacia la marcación de salida para la competencia final. Para mi sorpresa Gina no es una de las finalistas, pero sí una rubia que le ganó hace unas semanas, quien no deja de mirarme con una sonrisa burlesca.

Veamos qué tan buena es.

Sostengo el manubrio y giro el acelerador. En estas competencias no importa si eres hombre o mujer, debes demostrar que eres el mejor.

Es más fácil cruzar las pistas abiertas en motocicleta, porque los riesgos a que choques con algún transeúnte son menores.

Todos los competidores llevamos casi la misma altura. Al llegar al aviso tomo la vía de regreso y la rubia intenta rodearme por alguna razón. Me cierra el paso y giro el manubrio hacia mi derecha en un intento por esquivarla pero no logro salir ilesa, algo fuerte golpea el guardabarros trasero de mi moto. Intento frenar, pero el choque me hace girar sobre una rueda.

—¡Maldición! —Mi hombro golpea la acera.

Los otros dos competidores pasan rechinando las llantas cerca de mí y uno de ellos choca mi moto haciéndola girar como un spinner.

Trato de levantarme, pero el brazo me traiciona y me golpeo nuevamente contra el piso.

—¡Mierda!

Una moto se detiene frente a mí.

—¿Qué pasó princesita? —levanto la mirada— ¿no pudiste con algo tan simple?

Frunzo el ceño cuando veo un mangual colgando del brazo derecho de la rubia.




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