06.
Me coloco los botines antes de salir.
El interés policiaco mantuvo alerta a la ciudad apenas un par de semanas y ya han sido anunciadas nuevas carreras para hoy.
No participaré, pero Riley sí.
He tratado de llevar la situación bastante relajada con respecto a él y lo que sucede entre nosotros. Tratamos de conocernos aunque es bastante difícil sabiendo bien que ambos tratamos de ocultar cosas respecto a nuestras vidas.
*
Cuando estaba en la escuela me hice novia de un niño, Nick. Miranda y Joe eran los más felices con nuestra relación, y yo no podía sentirme más enamorada. Fuimos creciendo y ambos maduramos junto a nuestra relación hasta llegar a la universidad.
Estábamos en el segundo año cuando la desgracia volvió a mi vida.
Todo en mi vida se hizo pedazos en ese entonces, y mi dolor sólo buscaba razones por las cuáles perdí a todas las personas en mi vida. En mi obsesión por esa búsqueda de respuestas decidí alejarme de todo y de todos.
Nick era el amor de mi vida en ese momento, él no merecía que lo involucrara en un mundo de desventuras y de muerte. La decisión más dura la tomé en ese momento: Terminar con él ante el sinfín de explicaciones razonables que me pedía. Sentí mi corazón romperse en ese instante. Él era una de las cosas más bellas que me habían sucedido, era mi ángel; pero era alguien a quien necesitaba poner a salvo.
Soy consciente de las decisiones que he elegido, de las circunstancias en las que mi vida se ha visto determinada. Aún así, no es todo lo que busco. Hay pérdidas que merecen una explicación, una razón y un por qué.
*
Estoy colocándome una chaqueta negra mientras camino por la calle y el frío me hace temblar ligeramente.
—Una hamburguesa con queso por favor —pido en el puesto de la calle.
El vendedor atiende el pedido de una señora y continúa con el mío. Le doy las indicaciones de colocar sólo mostaza. Un hombre gordo y de barba mal cuidada se planta a mi lado repasándome de arriba hacia abajo mientras se saborea de una manera asquerosa. Observo su hostilidad de reojo y hago uso de todo mi autocontrol para no volarle los dientes.
—¡Hey nena! —Un auto pita a mis espaldas y el conductor se asoma apenas por el asiento del copiloto— ¿quieres venir?
Sonrío.
Pago mi hamburguesa y la recibo.
Con los ojos puestos sobre mí camino hacia el McLaren negro de Riley. Él me abre la puerta del copiloto con el botón y me arrastro en el asiento que se cierra detrás de mí.
—¿Tenías problemas? —observa sobre mi hombro a través del cristal.
Niego dándole un mordisco al pan.
—¿Y el mío? —pregunta consternado.
Me encojo de hombros y medio río con la boca llena. Frunce el ceño para luego tomar mis manos y llevar la hamburguesa hacia él para darle un bocado.
Suelto a reír cuando la mostaza se le resbala por un lado de su boca. Alargo mi mano y con el pulgar limpio el lado izquierdo de su labio ante su mirada expectante.
Le sonrío mientras limpio mi dedo en el papel que envuelve la hamburguesa.
—Tenemos que irnos —me besa un hombro y pone en marcha el auto.
Las calles de Londres son realmente seguras. Por eso resulta sorprendente que las carreras en el Moore sean el pan de cada noche. Desde que decidí volver a Londres me ha tocado presenciar muchos accidentes. Algunos de los corredores han quedado postrados en una cama por fracturas graves o lesiones, pero al final del día todos vuelven por su revancha.
Llegamos al circuito.
La muerte del japonés ha quedado atrás. Todos beben y estallan de risa. Nada parece haber cambiado.
—¡Ey! —Eliah se aproxima acompañado de Alan cuando nos ve llegar.
Saludamos a ambos.
—¿Vas a correr? —pregunta Eliah.
Niego con la cabeza.
—Es una pena, las apuestas son muy buenas hoy.
—Sí, acabo de dar mi fuerte suma —Alan agita su mano muy contento.
—Pues Riley sí competirá —comento.
Su rostro desencaja.
— ¡¿Qué?! ¡Creí que no lo haría! —se queja— ¿y ahora?
Riley ríe—. Más suerte para la próxima— le palmea el hombro.
—¿Crees que puedan devolverme mi dinero? —pregunta Alan.
Soltamos a reír.
Eliah se encoge de hombros y se marcha. Las carreras de motos están por empezar.
—Eliaaah… —Alan va tras él.
Observo la competencia de motocicletas con mi cabeza recargada sobre el pecho de Riley. Gina me lanza una mirada asesina mientras camina desafiante a la ronda final. Celebro hacia mis adentros cuando Juan Carlos —un dominicano de treinta y cinco con el que he competido un par de veces— es el que gana.
Carl ocupa el lugar de Eliah y ahora es el turno de Riley.
Me da un pequeño beso en los labios y sube a su auto en el llamado de todos los competidores. Me acerco para unirme al lado de Eliah y Andrés, quien tiene enlazado por la cintura a Elise.
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Editado: 21.10.2024