Hilo Rojo

4

*Caleb*

Es la segunda vuelta que le doy a la ciudad con mi motocicleta y no parece que sea la última que haré en el día porque en mi cabeza sigue habiendo una telaraña gigante que no me deja pensar con claridad.

Mi celular no para de sonar en mi bolsillo y no necesito ver la pantalla para saber que es Christina quien, apenas conteste, estará encantada de reventar mi tímpano con sus regaños.

La ceremonia de Jenn debió haber acabado hace un par de horas y apesar de que le prometí a Kathleen que volvería, no me creo capaz de hacerlo.

No puedo creer lo que voy a decir, pero el idiota de Lyle Holt tiene razón. Las Church están pasando por una época complicada y no necesitan que yo les traiga más problemas de Chicago.

Me detengo en un semáforo y aprovecho para apagar mi móvil, es obvio que no contestaré y el constante vibrar me está poniendo de los putos nervios.

Cuando enciendo la pantalla puedo ver que tengo una llamada perdida de Kathleen y unas seis de Christina.

También tengo un par de mensajes de Kath que me toma más tiempo leer por el debate que se abre en mi mente sobre si debería hacerlo o no.

*“Sé que el que no estés aquí no tiene nada que ver contigo y todo que ver con Lyle, pero me sorprende que te hayas dejado influenciar por él.”*

*“No sé si vas a seguir ignorandome por siempre, pero hay alguien siguiéndome, puede que sea la misma persona que te seguía ese día antes de ir al Grill.*

*Intentaré escapar, creo que iré a esconderme a la vieja cabaña de mis padres cerca del lago que Christina y tú adoraban de pequeños.”*

Escucho las bocinas de los autos detrás de mí, el semáforo se ha puesto en verde y debería acelerar antes de que alguno de los amables residentes de Mirfield decida echarme el auto encima, pero no puedo moverme.

Lo único que hay en mi cabeza es que Kath está en peligro y yo soy el responsable. Me orillo antes de que otra maldición dirigida hacia mí o mi motocicleta se deje oír por la calle, me quito el casco de la cabeza y lo aviento furioso al suelo provocando que este se rompa.

No puedo hacer que mi mente recuerde dónde cojones está la cabaña de la que habla Kathleen en el mensaje, lo único que sé es que me tomará diez minutos llegar al lago y al menos otros quince recorrer la orilla hasta dar con la cabaña.

Y para ese entonces quizá sea tarde.

Tecleo el número de Christina en mi móvil y espero un minuto en la línea hasta que contesta.

  —Espero que tengas una buena excusa del por qué no has ido con mi hermana, ella lleva esperándote desde...

  —Lo sé, y podrás golpearme todo lo que quieras cuando me veas, pero primero necesitamos hallarla antes de que alguien más lo haga—la escucho jadear sorprendida por la bocina del móvil—, me mandó un mensaje, dijo que intentaría llegar a la cabaña del lago y yo no logro recordar dónde queda.

  —Por el camino principal, Lyle y yo te veremos ahí en diez minutos, ¿si?

No espera por mi respuesta, aunque no sé si es por lo nerviosa que está o porque sabe que estaré ahí sin importar lo que suceda, de cualquier forma no gasto más tiempo en averiguarlo.

Tomo el casco del suelo y lo pongo de vuelta en mi cabeza. Técnicamente no me ayudará mucho si sufro un accidente, pero me convenzo de que es mejor que no tener nada protegiendo mi cráneo.

El recorrido hasta el camino principal de pronto se me hace eterno, como si quedará a un millón de horas y no solo a unos minutos.

Siento mi cuerpo rígido y con cada segundo que pasa la idea de que algo malo le ocurrirá a Kathleen se instala más profunda en mi cerebro.

El auto de Lyle está ahí cuando llego, pero es Christina la que conduce. Me hace una seña desde su ventana para que la siga y es justo lo que hago.

Los árboles me parecen familiares, pero ha pasado demasiado desde la última vez que vine a este lugar que temo que pueda ser mi mente desesperada por darme alguna pista sobre dónde estoy.

La cabaña aparece frente a mis ojos unos quince minutos más tarde.

Es imposible que Kathleen haya podido caminar hasta aquí por su cuenta y eso me angustia aún más. Ni siquiera me permito estacionar adecuadamente mi motocicleta, en cuanto apago el motor la aviento a un lado junto con mi casco y corro hasta la puerta de la cabaña.

El sonido de cacerolas chocando me confunde. Me muevo hasta la cocina con una rapidez que no sabía que tenía.

Kathleen está ahí, cortando vegetales mientras tararea una canción que no logro reconocer con lo revuelta que está mi cabeza.

  —Creí que no vendrías—dice sin despegar la mirada de la tabla y el cuchillo en su mano.

  —¿Estás bien?, ¿estás herida?—sus manos dejan de moverse y suelta todo lo que sostenía con ellas. Sus ojos, sin embargo, no hacen contacto conmigo en ningún momento—, ¿Kathleen?

  —Sabía que era mala idea, pero no vendrías si no lo hacía—escucho los pasos de Lyle y Christina detrás de mí—, no quería asustarte... a ninguno, en realidad.

Se ve realmente culpable, igual que un cachorro después de haber hecho una travesura dentro de casa.

Masajeo mi frente mientras intento entender porque Kathleen hizo esto. Christina me hace un lado y entra en la cocina, le da un beso en la frente a su hermana para después tomar el cuchillo y seguir con el trabajo que Kath hacía antes de interrumpirla.

Lyle entra también y comienza a revisar las cacerolas que están en la lumbre mientras agrega especias y prueba el contenido de vez en cuando.

  —Kathleen, ¿podríamos hablar un segundo en privado?

Ella asiente y ambos entramos en la habitación contigua cerrando la puerta para que la pareja en la cocina no pueda escucharnos.

  —Nadie estaba siguiéndote—afirmo recargandome en la puerta y cruzandome de brazos—, era un engaño.

  —Llevaba más de dos horas esperando a que regresaras—se sienta sobre la cama en posición de flor de loto—, ví tu rostro después de que hablaste con Lyle, sabía que te había dicho algo que te haría huir de mí.



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En el texto hay: misterio, accion, amor

Editado: 11.02.2020

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