*Kathleen*
Golpeo frenéticamente mi bolígrafo contra mi pupitre.
Tengo cinco minutos antes de que la campana suene y aún no he terminado de contestar mi exámen.
Quizá debí repasar un poco más en vez de pasar toda la noche discutiendo con Caleb a través del móvil.
—¿Está todo bien, señorita Church?—la profesora Dunwill se para frente a mí con una ceja enarcada.
—Si, solo... estoy pensando en cómo desarrollar mejor mi argumento, es todo—intento sonreírle de forma inocente para que no note que en realidad no tengo idea de las respuestas del examen.
Cuando la clase termina la profesora me pide unos minutos para hablar conmigo.
—He notado que estás muy distraída últimamente, ¿pasa algo contigo?—me quedo callada y ella se sienta en el escritorio—, sé que debió ser difícil adaptarte de vuelta luego de estar en Clearview, tus padres le mencionaron al director Garret que quizá tendrías algunos problemas en clase.
—Yo... estoy bien, profesora, solo un poco cansada, es todo—suspiro—, mi examen no está muy bien contestado así que no debería molestarse en calificarlo, déjeme saber si hay algún trabajo que pueda hacer para los créditos extra.
Salgo del salón directa hacia la entrada del instituto, tengo que llegar a casa antes de que el correo lo haga o mis padres sabrán sobre la supuesta ayuda que quiero darle a Clearview.
La luz del sol hace que entrecierre los ojos para que no me lastime mientras me muevo hasta la motocicleta aparcada junto a la acera. Tecleo el número de Caleb en mi móvil y espero unos minutos hasta que contesta del otro lado de la línea.
—Estoy yendo para la entrada—escucho algunos casilleros cerrándose cerca de él— lo lamento, el señor Candrel quería que limpiara el taller como castigo por usar las herramientas para arreglar mi moto.
—¿No se las pediste prestadas?
—No sabía que tenía que hacerlo, en Chicago me dejaban usarlas sin preguntar.
—En Chicago no tenían solo un juego de herramientas para todo el instituto—lo escucho reír por la bocina—, Caleb, ¿estás seguro de que no hay ningún problema con que me lleves a casa hoy?
—No, mis padres... irán a comer juntos para hablar y mi madre dijo que no tenía que ir si no quería hacerlo, así que le tomaré la palabra—se instala un silencio entre nosotros—, estaré ahí en unos minutos, ¿bien?
Cuelga la llamada y me reprendo mentalmente por haber sacado el tema.
—Disculpa, ¿estabas hablando con Caleb Meadows?—un chico rubio de ojos aceituna se me acerca con algo de timidez.
—Tal vez, ¿para qué lo buscas?
—Soy Trevor Goldsmith, su padre está apunto de casarse con mi madre—se rasca la nuca incómodo—, él dijo que podría encontrarlo aquí, me gustaría charlar acerca de la boda y eso.
—Pues no creo que eso sea posible—Caleb aparece a mi lado y coloca su brazo sobre mis hombros—, te lo dije por teléfono esta mañana y te lo repito ahora mismo, no me importa que tanto desees que seamos una gran familia feliz, tú y yo no compartimos ni una jodida gota de sangre.
—Caleb...—le digo por lo bajo intentando reprenderlo por su comentario mientras coloco mi mano en su pecho para llamar su atención.
Miro el rostro de Trevor de reojo solo para asegurarme de qué tanto lo han lastimado las palabras de su hermanastro, pero su expresión sigue igual de neutral que antes.
—George dijo que podrías estar... a la defensiva—sus ojos se clavan en mí—, me hospedaré en el Perlshaw esta semana, habitación 316, por si cambia de opinión.
Le da una última mirada a Caleb antes de dar la vuelta y caminar tranquilamente lejos de nosotros.
—Vámonos—Caleb se monta en su motocicleta e introduce la llave en la ranura, pero se detiene cuando se da cuenta de que no estoy moviéndome—, Kathleen, ya perdimos mucho tiempo y si sigues así no llegaremos antes que tus padres, encontrarán las credenciales de acceso y...
—Pues que las encuentren, no nos iremos hasta que hayamos hablado sobre esto—cruzo mis brazos sobre mi pecho.
—Déjalo así y sube, no quiero discutirlo ahora.
—No voy a subirme a un vehículo con alguien que está así de enojado, ya lo viví una vez y no fue divertido.
—No estoy enojado—sus ojos se clavan en los míos.
—¿De verdad?, ¿entonces por qué tus nudillos están blancos por la fuerza con la que sostienes el manubrio?—quita sus manos en automático—, escucha, yo... no puedo entender lo que pasa por tu mente, pero sé que Trevor no tiene la culpa de las decisiones que ha tomado tu padre.
—De verdad no quiero hablar de esto ahora, Kathleen—suspira—, déjame llevarte a casa, por favor.
Lo analizo un segundo antes de montarme en la motocicleta y rodear su torso con mis brazos.
Caleb pone en marcha el motor.
Conduce por las calles de Mirfield a velocidad moderada, no estoy segura de si lo hace para que no me asuste o porque hay muchas cosas pasando por su mente como para acelerar de más.
Cuando llegamos a mi casa y apaga el motor, me lleva más de un segundo bajar de la motocicleta.
—Deberías quedarte—Caleb mantiene su atención pegada en la acera—, tu madre no regresará a tu casa hasta en la noche y no quiero que estés solo—él hace una mueca—, no voy a hacerte hablar si no quieres, lo prometo.
Caleb sonríe a medias antes de bajarse y entrelazar mi mano con la suya.
El buzón está lleno de cartas para mis padres, pero el único sobre que me interesa es el amarillo que es ligeramente más grande que los demás y tiene el sello de Clearview estampado en la parte superior.
Entramos en casa y dejo la demás correspondencia en la mesa de centro del recibidor. Rasgo un lado del sobre de Clearview para poder ver su contenido.
Las dos credenciales son iguales a las que los enfermeros llevan colgadas en su uniforme. Examino detenidamente el plástico con mi fotografía en él mientras mi cabeza me lleva de vuelta a los días en ese lugar.