Hilo Rojo

7

Kathleen

La voz metálica de la contestadora vuelve a oírse por la bocina de mi móvil.

  —Seguro que está bien, deberías darle un respiro—Lyle le da un mordisco a su hamburguesa.

  —Lo sé, solo... no creo poder estar tranquila hasta oír su voz—dejo el móvil sobre la mesa y estiro mi mano para robar una de sus papas fritas.

  —Debiste haber pedido las tuyas—dice mientras acerca el plato más a su lado de la mesa—, odio que siempre robes las mías.

  —Saben mucho mejor de esta forma—me encojo de hombros.

Mi mirada se clava en uno de los ventanales que dan al exterior del Grill. Mi cabeza no deja de dar vueltas una y otra vez sobre la idea de que Caleb está evitandome, quizá tiene que ver con lo que le dijo papá acerca de que no quería que saliera conmigo.

Aún no puedo creer que lo haya hecho, cada que lo recuerdo siento cómo el ácido se incrementa en mi estómago haciendo que quiera llamarle solo para gritarle.

No es que no lo haya hecho ya de todas formas.

  —Debe estar ocupado—mi mejor amigo le da un trago a su soda—, mira, puedo probartelo.

Saca su móvil y aprieta un botón para llamar a Caleb.

  —¿Por qué tienes su número en marcación rápida?—enarco una ceja en su dirección.

  —Es por si... por si... da igual, concéntrate—sus ojos se clavan deforma desesperada en la mesa para evitar mi mirada de burla mientras oímos los pitidos.

Después de cuatro tonos, Caleb sigue sin atender la llamada.

  —¿Ves?, él está...

  —¿Hola?—cojo su móvil antes de que Lyle pueda alejarlo de mí.

  —Caleb, soy Kathleen, ¿por qué...?

  —Lo siento, bonita, no puedo hablar ahora mismo—cuelga la llamada sin dejarme terminar.

Lyle me mira con algo de pena mientras le da otro sorbo a su bebida. Mi rostro debe lucir demasiado decepcionado porque me parece que empuja un poco su plato hacia mí como invitandome a tomar más papás fritas como premio de consolación.

  —¿Kathleen?—mi cabeza se gira levemente hacia mi izquierda para encarar al dueño de la voz.

  —Hola, Trevor—le sonrío poniendo en práctica la perfecta educación que me dieron mis padres para hacer parecer que en realidad me agrada habermelo encontrado justo ahora—, ¿cómo estás?—cuando Lyle me mira con un ceja enarcada es cuando me doy cuenta de que ellos no se conocen—, si, claro. Trevor, él es mi mejor amigo, Lyle Holt.

Ellos se estrechan la mano.

  —¿Caleb está con ustedes?—Trevor mira a los lados en busca de su hermanastro.

  —No, él está algo ocupado con... algo—me encojo de hombros intentando quitarle hierro al asunto—, como sea, ¿qué tal están tratándote en Mirfield?

  —La verdad es que todos son muy amables—hace una mueca—, no se ofendan, pero algunas veces se hace algo...

  —¿Agotador?

  —¿Escalofriante?—Lyle y yo nos miramos divertidos.

  —Si, una mezcla de ambos—suspira—, como sea, George me dejó solo y tengo hambre. ¿Saben si la pizza de aquí es buena?, la del Perlshaw sabe a cartón.

  —Si, es muy buena—le sonrío de forma amable.

  —¿Por qué no te sientas con nosotros?—mi mejor amigo señala una de las sillas vacías que hay en la mesa—, ya sabes, es mejor comer acompañado.

Trevor le toma la palabra, va hasta el mostrador a hacer su orden y luego se sienta junto a nosotros con una mueca de nerviosismo.

  —Así que tú y Caleb están saliendo, ¿cierto?—miro a Lyle de reojo antes de responder.

  —Si, supongo que es una forma de verlo—paso una mano por mi cabello para peinarlo—, estamos viendo a dónde podemos llegar—una llamada ilumina la pantalla de mi móvil—, ¿me disculpan un momento?

Me levanto de la mesa y salgo de Grill para contestar.

  —¿Christina?

  —Acabo de salir de casa de los Eads—puedo oír cómo abrocha su cinturón de seguridad—, ¿siempre son así de tétricos?

  —No, creo que tiene que ver con el hijo muerto que está en la plancha del forense—por alguna razón, siento que el ambiente a mi alrededor comienza a volverse un poco denso—, ¿estás bien?

  —Al menos logré terminar el proyecto sin que Tarah se echara a llorar sobre los papeles—suspira—, ¿aún están en el Grill?, hay algo que debo mostrarles.

  —Lyle y yo lo estamos.

  —¿Caleb no está con ustedes?

  —No, y no contesta su celular tampoco—acomodo un mechón de cabello detrás de mi oreja—, lo haremos sin él, no importa.

Christina me promete que llegará pronto y vuelvo a entrar en el Grill. Me acerco al mostrador para ordenar papas fritas, pero antes de que pueda hacerlo, el televisor arriba del mostrador llama mi atención, y la de todos los presentes.

  —La familia Eads no ha querido emitir declaración alguna, pero los reportes indican que Devon Eads murió el día de su accidente a las afueras de Mirfield, en la carretera rumbo a Denver—en la pantalla aparece una fotografía de Devon—, la policía le ha dicho a los medios que no pueden dar demasiada información debido a que es una investigación en curso, pero aseguran que la muerte del menor de la familia Eads es, según los datos obtenidos por el forense, un caso de homicidio—una entrevista con el detective Marshall empieza a reproducirse—, ahora mismo todos son sospechosos, tendremos que interrogar nuevamente a todas las personas que ya habíamos interrogado porque es evidente que la situación ha cambiado.

Me quedo congelada incluso después de que el presentador del noticiero ya ha pasado a otra nota.

Mi cabeza no deja de reproducir una y otra vez la imagen de la chica sacando a Devon del auto, ¿debería mencionarlo a la policía o el detective Marshall encontraría la manera de utilizarlo en contra mía?

  —¿Vas a ordenar?—la chica en la caja registradora me mira pacientemente.



#2181 en Novela romántica
#696 en Chick lit

En el texto hay: misterio, accion, amor

Editado: 11.02.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.