Caleb
Kenzie se remueve en su cama ayudándose de sus brazos. Las sábanas se enrredan en sus piernas, pero ella ni lo nota.
Un nudo se forma en mi garganta.
Ella está dormida con la frente llena de arrugas que me deja ver que no está descansando como debería y eso me preocupa.
Sus padres están en la cafetería, al menos ahí fue donde dijeron que estarían cuando me dejaron a solas con ella.
La señora Vinny me aclaró que a Kenzie aun le cuesta hablar y que no debo forzarla a hacerlo si ella no quiere. También me aclaró que no le han dicho lo de sus piernas, solo para que no se lo mencione.
No pensaba hacerlo de cualquier modo.
—Lo lamento, las enfermeras dijeron que podía pasar.
Rachel Sawyer tiene un ramo de rosas rojas en una mano y una caja de chocolates en la otra. Su cabello rizado está igual de corto que la última vez que la ví con las puntas rozando sus hombros.
Mackenzie y Rachel han tenido una historia complicada, yo lo sé mejor que nadie porque muchas veces tuve que servir de paño de lágrimas para Kenzie.
De cualquier manera lo último que supe de su situación fue que habían terminado y, según Kenzie, esta vez iba enserio.
—Está bien, no me molesta—mi atención regresa a la chica dormida en la cama—, la verdad es que no pensé verte por aquí.
—Supe que despertó y quería venir—Rachel se acerca y deja las cosas en la mesa junto a la cama. Su boca se abre y se cierra varias veces hasta que al fin se decide a hablar—. No sé qué fue lo que te dijo sobre nosotras y el porqué terminamos, pero la amo, Caleb, de verdad.
—No me dijo nada, no tuvimos tiempo de hablar antes de que todo esto ocurriera—suspiro—. Escucha, Rachel. Lo que pase entre ustedes dos no debería ser asunto mío, pero la he visto llorar por culpa tuya tantas veces que lo único que quiero pedirte es que te alejes de ella si vas a lastimarla de nuevo.
—Esa jamás fue mi intención.
—Y aún así lo hiciste—ella hace una mueca dolida—. Con todo lo que le está pasando, merece a alguien que no se asuste cada que las cosas empiezan a ir enserio.
—No entiendes lo complicado que es para mí...
—No, no lo entiendo—la interrumpo—, pero ella sí—señalo a Mackenzie con la cabeza—. ¿Crees que no pasó por lo mismo que tú? la ví destruida y en pánico durante un año entero hasta que al fin entendió que nadie iba a juzgarla.
—Pero nos juzgan, claro que lo hacen.
—¿Quiénes? porque hasta dónde sé no son ni sus familias ni sus amigos. ¿por qué te importa tanto lo que gente que no te conoce piense de ti?, ¿qué es lo que tienen que te interesa tanto agradarles?
—No lo entenderías, ¿cómo podrías si lo has tenido fácil toda la vida?
Mis ojos se cierran tratando de controlar la molestia que siento en mi pecho y de pronto el sonido de las máquinas se altera.
Rachel y yo nos miramos asustados antes de que una enfermera entre en la habitación alarmada.
—Salgan de la habitación, necesito algo de espacio.
Ambos asentimos haciéndole caso.
Mi atención se dirige hacia la ventana que me deja ver a Mackenzie recostada en su cama. Su pecho sube y baja con rapidez dándome una mala sensación.
—Nunca me has agradado, Rachel, no con todas las veces que has defraudado a Kenzie—su atención se dirige a mi rostro—, pero si ella sigue aceptándote de vuelta cada vez, no tengo mucho que decir, solo que más te vale merecer su perdón esta vez.
Camino lejos de ella después de ver cómo el pulso de Mackenzie comienza a volver a la normalidad.
Siento que tengo que alejarme de aquí, así que busco a los señores Vinny y me despido de ellos antes de salir a la calle y deshacerme del olor a medicina.
Cierro mejor mi abrigo cuando la ola de aire frío golpea mi pecho. El clima otoñal de este año se ha vuelto más intenso, Kathleen me explicó la razón mientras esperábamos en el aeropuerto, pero no estaba prestándole atención.
Mis piernas se mueven automáticamente y para cuando me doy cuenta de dónde estoy parado, ya es demasiado tarde.
El callejón está a solo una cuadra de mi vieja casa. Hay algunos pedazos de la cinta policial amarilla esparcidos por el suelo, como si el aire se hubiera encargado de rasgarlos y dejarlos ahí como recuerdo de algo.
Cuando me adentro un poco me doy cuenta de que hay algo de sangre seca sobre el suelo empedrado, sin embargo, es demasiada como para pertenecerle simplemente a Kenzie.
Mi ceño se frunce mientras mi cerebro reconstruye lentamente una nueva escena frente a mis ojos.
Kenzie está en el suelo sangrando, me toma unos segundos poder entender lo que sucede por todo el alcohol corriendo en mi sistema.
A penas tengo control sobre mi cuerpo, pero aún así logro arrojarme contra él y derribarlo. Se retuerce debajo de mí desconcertandome un momento, hasta que el brillo de la navaja por la luz de luna responde mis dudas.
Trata de enterrarme la navaja, pero la adrenalina le ha ganado al alcohol y ahora soy más rápido. Lo esquivo sin demasiado esfuerzo mientras una de mis manos toma su brazo y lo estrello contra el suelo varias veces hasta que termina por soltarla.
—¿Por qué?—pregunto confundido.
—Porque te odio.
Suspiro frustrado porque mi jodido cerebro no logra darme una imagen clara del rostro del atacante.
—No suenas de buen humor.
Nora Trinket me mira con sus grandes ojos verdes desde la entrada del callejón. Su rostro está igual de sereno que siempre, como si nada del mundo exterior pudiera afectarle.
—Es que no lo estoy—ella asiente ante mis palabras.
—Viniste a ver a Mackenzie, supongo. Espero que este mejor.
—Ha despertado y ya es un avance—una idea me viene a mi mente—, tú estabas en esa fiesta Nora.
—Si, así es. Tú y yo estábamos tratando de hacer que lo nuestro funcionara, así que ambos estábamos ahí.