Hilo Rojo

11

Kathleen

El Grill está mucho más abarrotado de lo normal, puede que se haya hecho popular sin que yo lo notara.

Puede también ser debido a que hoy están regalando panquecillos de chocolate.

Hemos tenido suerte de encontrar una mesa vacía nada más entrar, incluso aunque no sea nuestra mesa favorita, porque el tiempo de espera es se casi una hora.

Christina está sentada frente a mí revolviendo su malteada de chocolate con una cuchara larga, su rostro emana relajación por todos sus poros y eso es bastante bueno porque significa que la época de exámenes ha terminado y la casa volverá a ser un lugar agradable en el que estar y no la locura en la que mi hermana lo vuelve cada que no puede recordar la respuesta a una pregunta.

Lyle está a su lado con el cabello un poco revuelto a causa de la sesión de besos con mi hermana que tuvo lugar en la sala de estar de nuestra casa.

No me gusta hallarlos en esas situaciones, pero debo admitir que me parece sumamente cómico la forma en la que ambos se sonrojan cuando lo hago.

Él tiene un plato de papas fritas acompañado de un poco de catsup que se encuentra en un pequeño contenedor de papel. Siempre me ha parecido raro que no la ponga encima como todo mudo hace y prefiera remojarlas una por una, pero él dice que es la manera de garantizar que sigan crujientes por más tiempo.

Caleb es el único de nosotros que ha pedido solo un vaso de agua. No que eso sea precisamente malo, pero me preocupa porque desde hace semana y media que no come como debería, al menos no frente a mí.

  —¿Qué ha dicho la policía?—pregunta Christina con los ojos clavados en su bebida tratando de parecer casual y fracasando estrepitosamente en el intento.

  —Revisaron las entradas y ventanas, no encontraron nada que hubiera sido forzado para entrar. También vieron las cintas de las cámaras de seguridad de la calle, así que el detective Parker no ha tenido otra opción más que creerme—se encoje de hombros—. La que me preocupa ahora mismo es mi madre. Lleva varias noches sin dormir, se levanta cada media hora a chequear las cerraduras, está asustada y no quiere admitirlo en voz alta.

  —Quizá deberían aceptar la invitación de mis padres de quedarse en nuestra casa—sugiero con algo de esperanza—, seguro que tu madre se sentiría mejor.

  —La invitación fue de tu madre y tu padre casi me atraviesa el cráneo con la mirada cuando la hizo.

  —Mamá fue sincera cuando dijo que le alegraría tenerlos con nosotros.

  —Lo sé, nosotros también lo fuimos cuando dijimos que estaríamos bien y que no necesitábamos nada de ustedes—las palabras se escapan de sus labios con un tono mordaz que me hace tragar algo de saliva. Mete una de sus manos a su bolsillo y deja unos billetes sobre la mesa—. Tengo que ver a Daxton y voy tarde. Nos vemos luego.

Se levanta de la mesa y se va dejando a mi hermana y a Lyle tan confundidos como a mí. Solo que no creo que ellos tengan la misma sensación de tristeza que yo.

  —¿No irás a hablar con él?—Christina enarca una ceja en mi dirección.

  —¿Debería?—pregunto dudosa.

Ella hace una mueca, pero no responde. De pronto me siento atrapada entre mis opciones. Podría quedarme aquí sentada, pero el remordimiento no me dejará tranquila.

Me levanto y salgo del Grill mirando hacia todas partes hasta que logro reconocer su camiseta negra. Camino más rápido de lo usual hasta que al fin logro llegar hasta él.

  —Cal...—él me mira de reojo, pero no se detiene—, ¿podríamos hablar un momento?

  —Ahora no Kathleen.

  —Tiene que ser ahora—tomo su brazo y lo obligo a detenerse—, necesito entender por qué has vuelto a comportarte como un idiota.

  —No entiendo de lo que me estás hablando—puedo ver en su rostro que está mintiendo, pero no va a admitirlo, así que tendré que forzarlo a hacerlo.

  —Claro que lo sabes, Caleb. Llevas varios días tratándome como si fuera algo desagradable que se pegó a tu zapato—él se cruza de brazos con una cara de aburrimiento tan fingida que me alegro de que no sea actor—. No soy adivina, no puedo leer tu mente para saber qué es lo que te ocurre, así que habla conmigo, dime qué es lo que pasa.

Caleb me mira unos segundos a los ojos y luego si mirada se desvía mientras pronuncia:

  —Creo que deberíamos terminar, Kathleen.

  —¿Qué?

  —Quien sea que esté tratando de hacerme daño lastimó a Kenzie sin pensarlo solo porque intentó protegerme y ahora ha amenazado con hacer lo mismo contigo—su mirada regresa a la mía—. La única razón por la que tiene interés en ti es porque sabe que me importas, pero si nos separamos...

  —No, no puedes decidir esto por los dos—el miedo me invade.

  —Si puedo, Kathleen. Tienes que entender que es lo mejor para ambos, es la única manera en la que podrías estar a salvo.

Mis manos comienzan a temblar de forma descontrolada.

  —Esto es una tontería—mi respiración se acelera así que me tomo un momento para tratar de tranquilizarme—. No es justo que después de todo decidas echarme de tu vida. Estás yendo por el camino fácil, estás siendo un cobarde.

Mi visión se vuelve borrosa por un momento y parpadeó para tratar de arreglarlo. Caleb lo nota, al menos eso creo porque su brazo se estira con la intención de sostenerme.

  —Kathleen...

  —No me toques, Caleb—doy un paso hacia atrás—. ¿Sabes qué?, te haré todo más sencillo. No quiero volver a verte—es una mentira, pero no creo que él pueda saberlo en este momento—, no puedo impedir que seas amigo de Christina, pero, por favor, no aparezcas por mi casa, ¿bien?

Cuando mi vista regresa a la normalidad, me doy cuenta de que Caleb no para de ver mis manos con preocupación así que las meto en los bolillos de mis jeans.

  —Kathleen...

Comienzo a caminar lejos de él a pesar de que lo escucho llamarme varias veces. Caleb no viene detrás de mí, puedo decirlo porque no siento su presencia.



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En el texto hay: misterio, accion, amor

Editado: 11.02.2020

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