"Hilos del Destino: Lúmina Bajo el Velo"

Capítulo 7 — Ecos del Porvenir

El amanecer apenas iluminaba los techos de Lúmina, y la ciudad estaba envuelta en un silencio inquietante, roto únicamente por el murmullo de la lluvia que aún caía sobre las calles. Aria caminaba a la orilla de un callejón, los hilos de energía entrelazándose y vibrando con una intensidad que la obligaba a detenerse. Cada visión que tenía desde hacía días parecía más real, más urgente: Kael tendido en el suelo, hilos rotos como telarañas negras, criaturas oscuras devorando cada vínculo que conectaba a las personas.
Su corazón latía con fuerza y un miedo paralizante la hizo retroceder. Cada paso que daba la acercaba más a Kael, y cada vez que sus dedos rozaban los hilos que los conectaban, sentía un dolor punzante en el pecho.
—Aria… —su voz emergió desde detrás de ella, suave pero firme, llenando la distancia con calidez y fuerza—. No podemos huir de esto.
Ella se giró lentamente y lo vio. Su mirada no era solo preocupación; había en ella una intensidad que la hizo estremecerse. Sus ojos no buscaban solo protección; buscaban conexión, entendimiento, y algo más que ninguno de los dos se atrevía a nombrar en voz alta.
—No quiero perderte —susurró Aria, los hilos vibrando entre ellos—. Tengo miedo de lo que veo.
Kael dio un paso más cerca, y la lluvia que caía sobre sus hombros parecía brillar con un matiz azul que solo los dos podían percibir. Tomó su mano y la sostuvo con firmeza, sus energías fusionándose en un pulso cálido que recorrió sus cuerpos.
—No importa lo que veas —dijo, acercando su frente a la de ella—. Yo también siento el tirón del vínculo. Esto nos une más allá de la magia, más allá del tiempo.
Aria cerró los ojos, dejando que la cercanía, el calor y el vínculo que los unía llenaran su miedo de esperanza. Por primera vez, sintió que no estaba sola, que no importaba lo que las visiones mostraran: podían enfrentarlo juntos.
De repente, un estremecimiento recorrió la ciudad. Los hilos de las personas alrededor de ellos vibraron y se enredaron, indicando rupturas masivas. Kael y Aria sintieron un tirón de urgencia: alguien estaba manipulando los vínculos a gran escala.
—Debemos ir al origen —dijo Kael, soltando su mano solo un instante para formar una barrera que los rodeara—. Nadie más puede intervenir si esto se sale de control.
Aria asintió, dejando que los hilos los guiaran hacia los primeros focos de destrucción. Cada calle, cada sombra, cada charco reflejaba los fragmentos de emociones rotas. La ciudad misma parecía llorar, y la magnitud de lo que enfrentaban los hizo darse cuenta de que su vínculo no solo era romántico: era la única esperanza de Lúmina.




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