La noche se cernía sobre Lúmina como un manto silencioso. Las luces de la ciudad, que antes brillaban con un aura cálida y viva, ahora emitían un resplandor vacilante, como si la propia ciudad contuviera la respiración. Los hilos que conectaban a los ciudadanos, visibles y brillantes durante el día, se movían con inquietud, entrelazándose y deshaciendo patrones de manera impredecible. Cada hilo parecía reflejar un miedo, un secreto, o una duda que los habitantes no podían comprender del todo.
Aria caminaba por una de las avenidas principales, sus pasos resonando en el pavimento húmedo. Sus ojos seguían cada hilo que vibraba a su alrededor, cada destello de energía que parecía anticipar algo que aún no sucedía. A su lado, Kael mantenía una postura rígida, evaluando cada sombra, cada movimiento, como si pudiera sentir la presencia invisible de Eldan en cada esquina.
—Aria —dijo Kael en voz baja—. Siento que cada ciudadano está atrapado en un hilo que no controla. Las decisiones que toman, incluso las pequeñas, están siendo tocadas por algo… o alguien.
—Sí —respondió ella, apretando los dedos sobre los suyos—. No es solo la ciudad. Cada hilo que vibra refleja miedo, inseguridad… incluso desesperación. Y yo puedo sentir que hay un patrón detrás de todo esto.
Raven apareció desde un tejado cercano, descendiendo con la ligereza de siempre.
—Lo he visto —dijo con seriedad—. No es magia común. Cada hilo que se rompe, cada vibración extraña, está siendo dirigida. Y aunque nadie lo sabe, alguien está moviendo los hilos desde las sombras.
—Eldan… —murmuró Aria, con preocupación—. No podemos ignorar que está involucrado. Su presencia en la ciudad siempre coincide con cambios sutiles, casi imperceptibles, pero que dejan consecuencias.
—Lo he sentido también —dijo Kael—. Pero él no actúa como un enemigo abierto. Cada vez que parece ayudar, los hilos responden de manera inesperada. No sé si está probando nuestra reacción o si su ayuda tiene un propósito oculto.
El silencio de la noche fue interrumpido por pasos suaves tras ellos. Eldan apareció caminando desde una esquina, su figura iluminada por los faroles que parpadeaban sobre los adoquines húmedos. Su presencia parecía calmar algunos hilos cercanos, mientras otros vibraban con tensión.
—Buenas noches, guardianes —dijo Eldan con su habitual tono tranquilo—. Veo que están atentos a los movimientos de la ciudad.
—¿Por qué sigues apareciendo en estos momentos? —preguntó Kael, frunciendo el ceño—. La ciudad cambia con tu presencia, y los hilos reaccionan… incluso los que no podemos ver.
—Porque los hilos hablan —respondió Eldan, inclinando ligeramente la cabeza—. Y a veces, los guardianes no escuchan. Mi intención no es dañarlos, al menos no todavía. Solo guío los fragmentos que podrían perderse.
—¿Y cómo podemos confiar en ti si todo lo que haces afecta los hilos? —dijo Aria, dando un paso adelante y fijando la mirada en él—. Cada decisión, cada emoción de los ciudadanos, se altera cuando estás cerca.
—La confianza se gana, Aria. Y la paciencia es necesaria cuando se trata de hilos que sostienen destinos —respondió Eldan—. Solo porque no entienden mis métodos no significa que mis intenciones sean malas.
—Pero los hilos tiemblan —replicó Raven—. Algunos se rompen y no sabemos por qué. No podemos permitir que el equilibrio de la ciudad dependa de su buena voluntad o de su plan oculto.
—El equilibrio es frágil —dijo Eldan—. Cada hilo que vibra, cada temor que sienten los ciudadanos, cada duda… todo es parte del juego que debo mantener para que Lúmina no colapse.
—Entonces no podemos depender de ti —dijo Aria, comprendiendo el peligro silencioso en sus palabras—. Solo podemos observar y actuar donde podamos.
—Muy bien —sonrió Eldan levemente—. Su espíritu es fuerte. Los guardianes deben ser precavidos. Recuerden: la verdadera fuerza no está en evitar el miedo, sino en aprender a caminar entre él.
—Entonces debemos estar atentos —dijo Kael—. Cada paso, cada decisión, cada hilo… nada puede escapar a nuestra vigilancia.
Eldan les dedicó una última sonrisa antes de desvanecerse entre las sombras, dejando atrás una ciudad que respiraba con dificultad, hilos que vibraban con incertidumbre y tres guardianes conscientes de que la verdadera amenaza apenas comenzaba.
La noche continuó, silenciosa pero cargada de presagios. Cada hilo roto o vibrante, cada sombra que se movía por las calles, llevaba la marca invisible de Eldan. Aparentaba ser un aliado, pero Aria sabía que su verdadero juego estaba apenas comenzando, y que la ciudad, ellos mismos, y los hilos que tanto amaban serían sus peones más importantes.
Continuará…