La ciudad estaba sumida en un crepúsculo cargado de presagios. Las luces de Lúmina parpadeaban sobre las calles húmedas, y los hilos aún vibraban con energía residual de la reciente batalla.
Raven avanzaba por un callejón estrecho, espada en mano, observando las sombras que se movían con rapidez. A su lado, Tharen ajustaba su capa, atento a cualquier indicio de peligro.
—Algo se mueve allí —susurró Tharen, señalando hacia la esquina del callejón.
—Sí, mantente alerta —respondió Raven, avanzando con cuidado.
Un repentino estruendo anunció la caída de un trozo de edificio cercano. Tharen intentó esquivarlo, pero Raven reaccionó primero, empujándolo hacia un lado con un movimiento rápido que apenas dejó espacio entre ellos. La piedra golpeó el suelo con fuerza, levantando polvo y chispas de magia dispersas.
—¡Gracias! —exclamó Tharen, recuperándose rápidamente.
—No hay tiempo para agradecimientos —replicó Raven, bloqueando a una criatura que surgía de la sombra.
Otro ataque vino desde el aire: escombros caían de los edificios cercanos. Raven empujó a Tharen nuevamente, protegiéndolo mientras desviaba un hechizo que amenazaba con destruir un conjunto de hilos importantes.
—¡Atrás! —gritó Tharen, lanzando un pulso de energía que derribó a una de las criaturas voladoras.
—Bien ejecutado —dijo Raven mientras ajustaba su postura—. No dejes que te sorprendan de nuevo.
Mientras la acción continuaba, un grito de alarma llegó desde el centro de la ciudad: Aria y Kael necesitaban refuerzos. Raven y Tharen intercambiaron un movimiento casi imperceptible y corrieron hacia la fuente del peligro, esquivando criaturas y escombros que caían a su alrededor.
—Raven, ¡a la derecha! —alertó Tharen cuando una criatura intentó rodearlos.
—Lo tengo —contestó Raven, desviando el ataque y empujando a Tharen fuera del alcance.
Cada movimiento estaba sincronizado; sin mirarse, ambos sabían cómo cubrirse y proteger a los demás.
A unos metros, Aria y Kael enfrentaban un portal que comenzaba a filtrarse de nuevo, liberando energía oscura y fragmentos inestables de los hilos de la ciudad. La coordinación entre los cuatro parecía esencial.
—Aria, cubre la retaguardia —dijo Kael, desviando un rayo de energía que se desvió hacia los edificios cercanos.
—Lo tengo —respondió ella, concentrada, mientras ajustaba los hilos cercanos para proteger a los ciudadanos.
Raven y Tharen protegían los flancos, bloqueando ataques que se desviaban hacia los guardianes principales y desviando escombros que podrían dañar a los civiles cercanos.
—¡Cuidado! —gritó Tharen, empujando a Raven hacia un lado cuando un hechizo descendió en espiral.
—Gracias —dijo Raven sin perder el ritmo, atacando a la criatura que se aproximaba.
Cuando finalmente lograron alejar a los civiles y contener a las criaturas más inmediatas, los cuatro se reagruparon en la plaza central. Nadie habló de lo ocurrido; el aire estaba cargado de tensión.
—Esto no ha terminado —dijo Aria, observando los hilos vibrar intensamente.
—Sí —asintió Kael—. Algo más se aproxima. Lo siento en cada fibra de la ciudad.
Raven y Tharen intercambiaron un gesto rápido, casi invisible, y se movieron hacia la siguiente zona de riesgo. Cada acción, cada cobertura, cada impulso mutuo demostraba un vínculo que no necesitaba palabras.
El cielo sobre Lúmina mostraba nubes teñidas de rojo y violeta, y la sensación de que lo peor aún no había llegado se instaló en cada corazón.
Continuará…