Raven yacía inmóvil en los brazos de Tharen, su respiración lenta y profunda, atrapado en un sueño impuesto por el golpe que había sufrido. Cada hilo de su energía vibraba débilmente, como si su cuerpo estuviera suspendido entre la vida y un vacío silencioso. Tharen lo sostuvo con firmeza, observando cada pequeño movimiento, preocupado y tenso.
—No puedo dejar que nada lo toque… —murmuró Tharen, apretando los dientes mientras evaluaba los hilos inestables que aún serpenteaban por la plaza—. Debemos mantenerlo a salvo.
Aria se acercó con cuidado, sintiendo cómo los hilos de Raven reaccionaban a su presencia. Cada pulso de energía que emitía para estabilizarlo drenaba su propia fuerza.
—Déjame ayudarte —dijo Aria, extendiendo sus manos sobre él, entrelazando los hilos de su vida y los de Raven en un patrón delicado pero fuerte.
Los hilos comenzaron a brillar tenuemente, envolviendo a Raven en un capullo de luz que mantenía su cuerpo seguro y su respiración constante. Cada movimiento de Aria exigía concentración total, cada ajuste drenaba un poco de su energía vital. La magia fluía entre ellos, y la intensidad del esfuerzo comenzó a reflejarse en su rostro pálido y la tensión de sus hombros.
—Kael, cubre el perímetro —dijo Aria con voz débil, entre respiraciones—. No puedo concentrarme si hay ataques cerca.
Kael asintió y lanzó pulsos de energía a los hilos inestables, desviando fragmentos de energía residual que aún flotaban por la plaza. Selia y Eldan trabajaban en conjunto, estabilizando los hilos que aún vibraban peligrosamente, mientras Tharen permanecía cerca, sosteniendo a Raven y asegurándose de que ningún fragmento de energía lo alcanzara.
Selia observaba a Eldan con atención. Cada movimiento suyo, preciso y medido, parecía calcular los riesgos antes de que sucedieran. No solo la protegía, también anticipaba la manera en que los hilos se comportarían bajo su influencia, y Selia sentía una extraña fascinación al ver cómo controlaba la energía como si bailara con ella. Su mente registraba cada gesto, cada decisión rápida, y algo en su interior empezaba a aferrarse a esos momentos, aunque no necesitaba ponerle nombre.
Las horas pasaron, y Aria continuó trabajando, ajustando hilos y equilibrando la energía de Raven. Cada esfuerzo parecía desgastarla un poco más, hasta que finalmente, los hilos dejaron de vibrar de manera peligrosa, y el capullo de luz que envolvía a Raven se estabilizó.
Pero el precio fue evidente. Aria cayó de rodillas, agotada, sus manos temblaban y su respiración era dificultosa. Tharen se inclinó para sostenerla, preocupado, mientras Kael y Selia se acercaban para ayudarla a recomponerse.
—Aria… —dijo Tharen, con voz cargada de alarma—. Has hecho demasiado.
—No podía dejar que… Raven… —murmuró ella, entre jadeos—. No podía perderlo…
Raven permanecía inconsciente en los brazos de Tharen, pálido y respirando con dificultad. La ciudad estaba tranquila solo por un instante; cada sombra parecía moverse con intención, y los hilos todavía resonaban con energía residual. Los guardianes sabían que la calma era temporal, y que la noche aún tenía secretos por revelar.
Continuará…