"Hilos del Destino: Lúmina Bajo el Velo"

Capítulo 46 — Fragmentos en la Penumbra

Aria caminaba.
No sabía desde cuándo ni hacia dónde, solo que avanzaba sobre un terreno que no era sólido ni etéreo. Bajo sus pies no había tierra, sino una superficie hecha de recuerdos incompletos: fragmentos de lugares que reconocía sin poder nombrarlos. Lúmina aparecía y desaparecía a su alrededor como una imagen mal enfocada.
Intentó hablar, pero no hubo sonido.
El aire estaba quieto, pesado, como si el mundo contuviera la respiración junto a ella.
—No estás perdida.
La voz no llegó desde delante ni desde atrás. Surgió dentro, profunda, firme, conocida.
Aria se detuvo.
—Kael… —intentó decir, pero el nombre no salió de su boca. Aun así, la voz respondió.
—Estoy aquí.
El entorno cambió lentamente. La luz se volvió más cálida, menos fragmentada. Frente a ella apareció una silueta que no estaba del todo definida, pero cuya presencia era inconfundible. No era un recuerdo exacto, ni una proyección perfecta: era la sensación de Kael tal como ella lo conocía. Su calma contenida. Su forma de estar sin invadir.
—Creí que no podrías oírme —dijo la voz.
Aria sintió algo apretarse en su pecho. No dolor. Nostalgia.
—No necesito oírte —respondió, o creyó hacerlo—. Siempre te siento antes.
La silueta dio un paso más cerca. El mundo no reaccionó con peligro, sino con estabilidad. Los fragmentos bajo sus pies dejaron de moverse.
—No pude protegerte —dijo Kael—. Llegué tarde.
Aria negó lentamente con la cabeza. Por primera vez desde que había caído en ese estado, una emoción clara atravesó el sueño.
—No llegaste tarde —respondió—. Sigues viniendo.
Algo intentó interferir. Una presión suave, engañosa, como un susurro que no tenía forma ni voz propia. Imágenes distorsionadas comenzaron a surgir: miedo, culpa, una sensación de abandono cuidadosamente sembrada.
Aria dio un paso atrás.
—Eso no es tuyo —dijo Kael con firmeza—. No lo aceptes.
Ella respiró hondo. El aire dejó de ser pesado. El susurro se deshizo como humo.
—Si me quedo aquí… —comenzó Aria— ¿y no puedo volver?
La silueta no dudó.
—Entonces me quedaré buscándote —respondió—. No voy a soltar este hilo.
Aria bajó la mirada hacia sus manos. Durante todo el sueño habían estado inmóviles, borrosas, como si no le pertenecieran del todo. Esta vez, sin embargo, algo cambió. Un cosquilleo leve, casi imperceptible, recorrió sus dedos.
Con esfuerzo, con una concentración que le hizo temblar el cuerpo entero dentro del sueño, intentó mover uno.
Y lo logró.
Apenas un gesto. Minúsculo. Pero real.
La luz alrededor de Kael se intensificó un segundo.
—Te sentí —dijo—. No te vayas.
—No lo haré —respondió Aria—. Aún no.
El sueño empezó a desvanecerse, no como una ruptura, sino como un repliegue. El mundo se cerró sobre sí mismo, dejándola suspendida en una calma distinta, menos profunda, más cercana a la vigilia.
En la casa de Maelric, Selia se detuvo de golpe.
Había estado ajustando los hilos con la misma precisión de siempre cuando lo notó: una variación mínima, casi imperceptible, en el flujo que rodeaba a Aria.
—…no —susurró, acercándose.
Raven levantó la vista de inmediato. Tharen también.
Selia se inclinó junto al lecho y observó las manos de Aria con atención absoluta.
Uno de sus dedos… se había movido.
No volvió a hacerlo, pero ya no importaba.
El hilo había respondido.
Selia cerró los ojos un instante, aliviada, y luego habló con voz baja pero firme:
—Kael está más cerca de lo que cree.
Y aunque Aria no despertó, su respiración ya no era la de alguien atrapada.
Era la de alguien que empezaba a volver.

Continuará...



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 21.12.2025

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