"Hilos del Destino: Lúmina Bajo el Velo"

Capítulo 47 — Cuando Dos Hilos se Reconocen

La casa volvió a quedar en silencio después de las palabras de Selia. No un silencio vacío, sino uno expectante, como si algo hubiera cambiado de lugar sin hacer ruido. Selia se apartó del lecho de Aria con cuidado, consciente de que ese instante no le pertenecía solo a ella. Miró a Raven y a Tharen un segundo más de lo necesario, como si entendiera algo antes que ellos mismos, y luego se retiró hacia la otra habitación, llevándose consigo la vigilancia y dejando atrás la intimidad.
La luz que entraba por la ventana era tenue, filtrada por símbolos antiguos grabados en la piedra. No iluminaba del todo; acariciaba. El aire vibraba con una magia suave, casi imperceptible, como si los hilos que protegían la casa hubieran decidido aflojarse apenas para permitir que algo verdadero ocurriera.
Raven permanecía de pie, cerca de la pared, con los brazos cruzados sin darse cuenta. Tharen estaba frente a él, a poca distancia, lo suficientemente cerca como para sentir su respiración, pero sin atreverse aún a romper ese último espacio.
Se miraron.
No fue una mirada rápida ni casual. Fue una de esas miradas que buscan respuestas en el otro, como si los ojos pudieran decir lo que la voz todavía no se atreve. Raven sintió el peso de todo lo no dicho, de cada gesto postergado, de cada momento en que eligió callar por miedo a romper algo que ya estaba roto sin saberlo.
—Pensé que… —comenzó Tharen, pero se detuvo. Tragó saliva—. Pensé que si decía algo, lo arruinaría todo.
Raven negó lentamente. Su voz salió más baja de lo que esperaba.
—Yo pensé lo mismo. Y aun así… —alzó la vista—, cada vez que te alejabas, sentía que perdía algo que nunca había reclamado.
El aire entre ellos se tensó, no con incomodidad, sino con reconocimiento. A su alrededor, los símbolos de protección de la casa emitieron un resplandor leve, como si reaccionaran a la honestidad del momento. No era una amenaza. Era una bendición silenciosa.
Tharen dio un paso al frente. Esta vez no se detuvo.
—No quiero seguir fingiendo que esto es solo miedo o costumbre —dijo—. No lo es.
Raven sostuvo su mirada. No retrocedió.
—Entonces dilo.
Tharen levantó la mano con una lentitud casi reverente. Sus dedos temblaron apenas antes de tocar la barbilla de Raven, como si temiera que el contacto lo deshiciera todo. Pero cuando lo hizo, el mundo no se rompió.
Se ordenó.
Raven contuvo el aliento. No por sorpresa, sino por la certeza que lo atravesó de golpe. Levantó ligeramente el rostro, encontrándose aún más cerca de los ojos de Tharen, tan claros ahora, tan vulnerables.
—Eres tú —dijo Tharen en un susurro—. Siempre lo has sido.
Y entonces se inclinó.
El beso fue casto, breve, casi contenido… pero cargado de todo lo que habían callado. No hubo prisa ni urgencia. Solo la confirmación de algo que ya existía antes de ser nombrado. La magia a su alrededor respondió con un pulso suave, como si los hilos invisibles del lugar se entrelazaran por un instante, celebrando esa unión.
Raven cerró los ojos cuando respondió al beso. Su mano se aferró con cuidado a la túnica de Tharen, no para retenerlo, sino para asegurarse de que era real.
Cuando se separaron, ninguno habló de inmediato.
Ambos respiraban distinto.
—Creo… —murmuró Raven finalmente— que no tenemos que entenderlo todo ahora.
Tharen sonrió, una sonrisa pequeña, honesta. —No. Pero no quiero volver a fingir.
—Yo tampoco.
A lo lejos, en la habitación contigua, Aria respiró con más regularidad. El hilo que la unía al mundo vibró una vez más, como si reconociera que, mientras ella luchaba por volver, otros también estaban aprendiendo a quedarse.
Y en esa casa sostenida por magia antigua y verdades recién dichas, dos hilos encontraron al fin su reflejo en el otro.

Continuará.....



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 21.12.2025

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