"Hilos del Destino: Lúmina Bajo el Velo"

Capítulo 48 — Donde la Verdad Muerde

El camino se volvió estrecho y áspero a medida que avanzaban. Ya no había señales de sendero ni marcas visibles; solo una presión constante en el aire, como si el mundo supiera que estaban a punto de cruzar un límite que no debía tocarse sin pagar un precio.
Kael fue el primero en detenerse.
No por miedo, sino por reconocimiento.
—Aquí —dijo con voz baja—. La sensación… es la misma.
Maelric apoyó el bastón en el suelo. Las runas grabadas en la madera respondieron de inmediato, proyectando hilos tenues que se hundieron en la tierra como raíces invisibles.
—No es solo una presencia —corrigió—. Es un ancla. La maldición de Aria no la retiene por fuerza, sino por memoria.
Eldan observó el lugar con atención silenciosa. No había ruinas ni torres, solo una hondonada rodeada de piedra oscura, como un cuenco natural donde la magia se acumulaba sin disiparse. El sitio parecía vacío… pero no lo estaba.
—¿Memoria de qué? —preguntó Kael.
Antes de que Maelric respondiera, el aire se quebró.
No fue un sonido, sino una distorsión. La luz se dobló sobre sí misma y, desde el centro de la hondonada, una figura comenzó a tomar forma, como si emergiera de un recuerdo mal reconstruido.
Liora.
Su presencia no era violenta, pero sí aplastante. Vestía tonos que no pertenecían a ningún tiempo, y sus ojos —demasiado conscientes— se posaron directamente en Kael.
—Siempre llegas cuando el daño ya está hecho —dijo, con una calma venenosa—. Qué constante eres.
Kael dio un paso al frente, el corazón golpeándole el pecho.
—Suéltala.
Liora sonrió apenas.
—No la tengo. Ella me sostiene tanto como yo a ella.
Maelric avanzó sin vacilar. Los hilos que había desplegado cambiaron de color, volviéndose más densos, más antiguos.
—Te escondes en lo que fuiste —dijo—. En los recuerdos que no soportas soltar. Y esa es tu debilidad.
Liora ladeó la cabeza, divertida.
—¿Crees que no lo sé, viejo mago?
El primer choque fue silencioso, pero brutal.
Los hilos de Maelric se lanzaron como corrientes de luz, atravesando el aire y envolviendo a Liora no en cadenas, sino en escenas: fragmentos de su pasado, decisiones que había enterrado, nombres que ya no pronunciaba. El entorno reaccionó de inmediato, proyectando sombras que no pertenecían al presente.
Liora gritó. No de dolor físico, sino de ruptura.
—¡Basta!
Kael sintió la presión aflojarse, como si algo se resquebrajara a la distancia. Supo, con una certeza que le quemó el pecho, que Aria estaba sintiendo ese impacto.
—La maldición —dijo Maelric, concentrado— se sostiene porque ella la alimenta con culpa. Si rompo el recuerdo raíz…
—No lo harás —interrumpió Liora, reuniendo fuerzas—. Porque no estás mirando atrás.
El aire vibró de nuevo.
Eldan se movió.
No con prisa. No con violencia desmedida. Con precisión.
Había observado cada gesto de Maelric, cada transición entre hilo y pensamiento, cada pausa mínima antes de redirigir la energía. Ahora dio un paso lateral, colocándose justo fuera del arco de protección del anciano.
—Maestro —dijo con voz firme—. Su control es admirable.
Maelric no giró de inmediato.
—Eldan, aléjate.
Demasiado tarde.
Eldan alzó la mano y replicó el patrón exacto que Maelric había usado segundos antes. Los hilos respondieron, no por obediencia, sino por reconocimiento. El flujo se invirtió un instante, lo suficiente para romper el equilibrio.
—Lo advertí —dijo Maelric, girándose por fin—. No uses a Kael como excusa.
—No lo hago —respondió Eldan—. Uso lo que aprendí.
Liora, debilitada pero consciente, retrocedió con dificultad, observando la escena con una sonrisa torcida.
—Qué apropiado —murmuró—. El discípulo que aprende demasiado bien.
Kael miró de uno a otro, incrédulo.
—¿Eldan…?
—Esto no es contra ti —dijo él sin mirarlo—. Nunca lo fue.
La energía estalló.
Los hilos de Maelric se tensaron al máximo mientras Eldan forzaba el patrón, empujando contra una voluntad que no era fácil de quebrar. El suelo se resquebrajó, y el aire se volvió irrespirable por un segundo eterno.
Maelric clavó el bastón en la tierra.
—Si cruzas este umbral —advirtió—, no habrá retorno.
Eldan sostuvo la presión, los dientes apretados.
—Ya crucé hace tiempo.
Y entonces, algo cedió.
No del todo. No aún.
Pero lo suficiente como para que Kael entendiera una verdad insoportable: la respuesta para salvar a Aria estaba allí…
y el precio acababa de revelarse.
Muy lejos de ese lugar, en la casa protegida por hilos antiguos, Aria frunció los dedos una vez más.
Como si supiera que alguien, finalmente, estaba rompiendo el mundo por ella.

Continuará....



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 21.12.2025

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