"Hilos del Destino: Lúmina Bajo el Velo"

Capítulo 50 — Donde el Recuerdo se Rompe

El aire se comprimió de golpe.
Maelric alzó el bastón y los hilos que aún quedaban estables cambiaron de dirección, girando hacia el centro de la hondonada como corrientes atrapadas en un remolino.
—Ahora, Kael —ordenó—. No dudes.
Kael no lo hizo.
Avanzó directo hacia el núcleo donde Liora se sostenía apenas, su forma quebrándose entre destellos irregulares. La presión era brutal, pero no lo detuvo. Extendió la mano y los hilos respondieron, no con violencia, sino con una claridad súbita, como si reconocieran la decisión.
—Ese recuerdo no es tuyo —dijo Kael, con la voz firme—. Y nunca lo fue.
Liora levantó el rostro. Por primera vez, no había burla en su expresión. Solo cansancio.
—No… —susurró—. Fue lo único que me quedó.
Maelric cerró el cerco.
Los hilos no atacaron: mostraron.
El recuerdo verdadero emergió sin máscaras.
Una niña.
Un pacto hecho por miedo.
Un poder entregado para salvar a alguien… y condenado a vagar cuando su dueña original murió sin poder cargarlo.
Liora gritó.
No como criatura oscura.
Como alguien que, al fin, recordaba.
—Yo no debía sobrevivir —dijo, entre sollozos—. Aria no debía cargar con esto…
Kael apretó los dientes y tiró del hilo central con todas sus fuerzas.
—Entonces termina aquí.
El recuerdo se desgarró.
No explotó.
Se apagó.
Liora cayó de rodillas, su forma perdiendo cohesión, deshaciendo sus bordes como ceniza llevada por el viento.
—Gracias… —murmuró, antes de desaparecer por completo.
El lugar quedó en silencio.
Pesado. Definitivo.
Muy lejos de allí, en la casa protegida, Aria inhaló con fuerza.
Su espalda se arqueó y sus ojos se abrieron de golpe.
—¡Aria! —gritó Selia, sujetándola.
Aria respiraba. Temblaba. Pero estaba despierta.
—Kael… —susurró—. Ya no… ya no duele.
Raven y Tharen se miraron, conteniendo el aliento.
El hilo se había roto.
En la hondonada, Kael dio un paso atrás, exhausto.
—¿Terminó? —preguntó.
Maelric no respondió.
Porque Eldan ya estaba en movimiento.
El golpe fue preciso.
Un hilo cortante atravesó el costado del bastón de Maelric, desviando el flujo justo cuando el anciano bajaba la guardia. La energía explotó de costado, lanzándolo contra una de las rocas.
—¡Maelric! —gritó Kael.
El anciano cayó de rodillas, respirando con dificultad.
—Te lo advertí… —murmuró, alzando la vista—. Y aun así…
Eldan estaba de pie frente a ellos, sereno, sin rastro de duda.
—La advertencia era correcta —dijo—. Solo no era para mí.
Kael lo miró, incrédulo, la rabia subiéndole como fuego.
—¿Tú…? —dio un paso al frente—. ¿Después de todo esto?
Eldan no lo miró.
—Aria está a salvo. Tú cumpliste tu parte.
—¡No te atrevas a decir su nombre! —rugió Kael, lanzando un hilo directo hacia él.
Eldan lo desvió con facilidad, pero retrocedió un paso.
—Esto no era personal —dijo—. Nunca lo es, cuando el poder está mal distribuido.
Maelric logró incorporarse apoyándose en el bastón dañado.
—Kael… —dijo con voz dura—. Ya lo sabes.
Kael apretó los puños.
—Sí —respondió, sin apartar la mirada de Eldan—. Ya lo sé.
Eldan inclinó apenas la cabeza, como aceptando el veredicto.
—Entonces no habrá marcha atrás.
El viento se levantó de golpe.
Los hilos restantes comenzaron a reagruparse, respondiendo a una nueva tensión, más violenta, más directa.
Kael dio un paso adelante, colocándose entre Eldan y Maelric.
—No te acercas más —dijo—. No hoy.
Eldan alzó la mano.
—Entonces pelea.
Y el mundo volvió a tensarse, preparándose para un combate que ya no tenía excusas.

Continuará....



#3330 en Novela romántica
#763 en Fantasía

En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 21.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.