"Hilos del Destino: Lúmina Bajo el Velo"

Capítulo 52 — Donde el Mundo Cobra el Precio

El primer fallo ocurrió al amanecer.
Kael lo sintió antes de verlo.
Extendió la mano para cerrar un hilo menor —una corrección simple, casi automática— y el flujo respondió con un retraso imperceptible para cualquiera que no fuera él. Un latido tarde. Un pulso desalineado.
Bajó la mano despacio.
No era cansancio. No era herida. Era otra cosa.
El poder seguía ahí… pero ya no acudía de inmediato.
Maelric lo observaba desde el otro extremo de la sala, sin decir palabra. No necesitaba hacerlo. Ambos sabían lo que significaba.
—Usé su patrón —dijo Kael finalmente—. Solo un instante.
—Un instante basta —respondió Maelric— cuando el hilo no te pertenece.
No hubo reproche. Solo constatación.
Aria no volvió a dormir.
Cada vez que cerraba los ojos, el sueño llegaba incompleto, como una frase interrumpida. No había escenas claras ni voces definidas. Solo fragmentos que no encajaban.
Un borde de luz. Un nombre que no terminaba de pronunciarse. La sensación de estar siendo observada desde un ángulo imposible.
Se incorporó con un escalofrío.
—No está aquí —se dijo en voz baja—. Pero tampoco se fue.
Cuando Kael entró, ella lo supo antes de verlo. No por los hilos. Por la forma en que el aire se ajustó a su presencia.
—Soñé con él —dijo Aria sin rodeos.
Kael se detuvo. —¿Eldan?
Ella asintió. —No era un recuerdo. Era… un eco. Como si algo intentara recordar quién fue.
Kael apretó los puños. —Eso pasará.
Pero incluso mientras lo decía, sintió el tirón interno. El mismo que había sentido al amanecer. El mismo que ahora respondía al nombre de Eldan.
Selia se volvió peligrosa sin quererlo.
No levantó la voz. No acusó a nadie. Pero empezó a corregir hilos que nadie le había pedido tocar. Ajustes mínimos. Preventivos. Demasiado precisos.
—No necesitas reforzar eso —le dijo Raven en un momento—. Ya está estable.
Selia no levantó la vista. —Nada lo está.
Tharen observó en silencio. Él también lo sentía: el entorno reaccionaba a Selia con una docilidad tensa, como si temiera contrariarla.
Ella quería creer en Kael. Quería.
Pero lo que había visto aquella noche seguía ahí: los hilos de Eldan no habían muerto. Habían retrocedido.
Y los hilos no retroceden sin motivo.
Al caer la noche, Maelric reunió a todos.
No fue un consejo formal. Fue una advertencia.
—Hay algo que deben entender —dijo, apoyando el bastón con firmeza—. Eldan no tenía destino escrito. Eso no lo hacía libre. Lo hacía inestable.
El silencio fue absoluto.
—Un mago sin destino puede reescribirse —continuó—… o convertirse en una herida del mundo. Algo que existe sin pertenecer. Sin tiempo. Sin final.
Aria sintió un nudo en el estómago. —¿Y si intenta volver?
—No volverá como antes —respondió Maelric—. Si vuelve, será porque alguien lo llama… o porque algo lo reclama.
Kael levantó la mirada. —Nadie lo está llamando.
Maelric lo miró con gravedad. —No conscientemente.
Muy lejos de allí, en un lugar que no figuraba en ningún mapa, el vacío respondió.
No con palabras. Con dirección.
Un hilo incompleto vibró, atraído por una fuerza que no pertenecía al mundo conocido. Algo antiguo —ajeno al tiempo, ajeno al destino— había notado la ausencia.
Y donde faltaba un final, ofreció una voz.
—Ven —susurró la nada—. Aún puedes ser algo.
El eco de Eldan tembló.
Y esta vez, no estaba solo.

Continuará…



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 21.12.2025

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