Capítulo 53 — Donde el Eco Aprende a Responder

La grieta apareció al anochecer.
No fue visible. No fue violenta.
Fue una ausencia.
Kael se detuvo en seco en mitad del pasillo, con la mano apoyada en la pared. El hilo que sostenía la estructura de la casa —uno antiguo, casi dormido— había dejado de responderle por completo.
—No… —murmuró.
Aria, que caminaba unos pasos detrás, lo sintió al instante. —¿Qué pasa?
Kael cerró los ojos y volvió a intentar. El hilo respondió… pero no a él. Se tensó, vibró, y luego se apartó, como si reconociera otra autoridad.
Kael retrocedió un paso. —Algo más está tocando el entramado.
El aire se volvió denso.
Selia dejó caer la aguja.
El hilo que estaba tejiendo se contrajo de golpe, enroscándose sobre sí mismo como si hubiese recibido una orden contradictoria.
—Eso no es posible… —susurró.
Raven se acercó. —¿Selia?
Ella levantó la mirada, pálida. —Hay… interferencia. No es ruptura. Es… respuesta.
Tharen frunció el ceño. —¿Respuesta a qué?
Selia tragó saliva. —A un llamado.
Maelric llegó apoyándose con más fuerza de lo habitual en el bastón.
—No es un ataque —dijo apenas entrar—. Es un ajuste del mundo.
Kael se giró bruscamente. —¿Ajuste a qué?
Maelric lo miró de frente. —A una herida que no cerró.
El silencio se quebró.
—Dijiste que había sobrevivido —intervino Aria—. No que el mundo lo buscaría.
—El mundo no —corrigió Maelric—. Algo más antiguo. Algo que no tolera los finales incompletos.
Kael dio un paso al frente. —Dime qué es.
Maelric dudó. —No tiene nombre único. En los textos se le llama El Llamador del Vacío.
Raven maldijo en voz baja. —Eso no suena a nada bueno.
—No lo es —confirmó Maelric—. Donde hay un hilo sin destino, ofrece propósito. Donde hay ausencia, promete forma.
Selia apretó los puños. —¿Y Eldan?
Maelric no esquivó la pregunta. —Eldan está… escuchando.
Selia dio un paso atrás, como si le hubieran quitado el suelo bajo los pies. —No. Él no…
—No quiere desaparecer —dijo Aria de pronto, con voz temblorosa—. Eso es lo que siento. No odio. No venganza. Miedo.
Todos se giraron hacia ella.
—En mis sueños —continuó— no me mira a mí. Mira… alrededor. Como si buscara dónde encajar.
Kael cerró los ojos con fuerza. —Yo lo enfrenté. Yo lo derroté.
—Lo hiciste —dijo Maelric con gravedad—. Pero no lo cerraste.
La casa tembló.
Solo un segundo. Suficiente.
Los hilos del techo vibraron como cuerdas tensadas al límite. Selia alzó las manos por reflejo, estabilizando el flujo antes de que colapsara.
—¡Eso no fue natural! —exclamó—. No vino de aquí.
Maelric alzó el bastón. —No.
El anciano caminó hasta el centro de la sala y clavó la punta en el suelo. Los símbolos grabados brillaron con una luz oscura, profunda.
—Está intentando anclarse —dijo—. Y para hacerlo, necesita algo que aún le pertenece.
Kael sintió un frío recorrerle la espalda. —¿Qué cosa?
Maelric lo miró sin rodeos. —Un recuerdo fuerte. Vivo.
Selia palideció. —No.
—O amor —continuó Maelric—. O odio. Cualquiera basta.
El silencio fue insoportable.
Raven apretó la mano de Tharen. —Entonces… mientras lo recordemos…
—Le damos forma —terminó Maelric.
Aria dio un paso adelante, firme a pesar del temblor en su voz. —Entonces mírenme.
Todos la observaron.
—Yo estuve atrapada en su maldición —dijo—. Yo lo sentí desde dentro. Y lo que queda de Eldan… no es lo que fue. No es un enemigo.
Kael la miró, dividido. —Aria…
—Pero tampoco es alguien que deba quedarse —añadió ella—. Y si alguien puede verlo sin alimentarlo… soy yo.
Maelric la observó largo rato. —Estás cambiando —dijo finalmente—. La maldición te dejó una visión que no pediste.
Aria asintió. —Entonces úsala.
Muy lejos de allí, en el umbral del no-lugar, el eco de Eldan se contrajo.
Había escuchado.
No palabras. Intención.
Y por primera vez desde su caída, respondió.
—No quiero desaparecer —susurró hacia la oscuridad—. Aún puedo ser algo.
La voz que respondió no fue amable.
—Entonces ven —dijo—. Yo te daré forma.
El vacío se abrió un poco más.
Y el mundo… tembló en respuesta.
Continuará…