Raven fue quien rompió la tensión.
—Basta —dijo, con una firmeza inesperada.
Todos se giraron hacia él.
Raven miró a Selia, luego a Tharen, y entrelazó sus dedos sin dudar. El gesto fue simple… pero el aire respondió.
Los hilos cercanos se estabilizaron.
Eldan retrocedió un paso, sorprendido.
—Eso… —murmuró—. Eso no debería ser suficiente.
—Lo es —respondió Tharen—. Porque no está hecho de recuerdos rotos.
Raven apretó su mano. —No necesitas anclarte al pasado cuando eliges el presente.
Selia los observó. No como tejedora.
Como alguien que entendía demasiado tarde.
—Eso es lo que nunca tuviste… —susurró, mirando a Eldan—. No porque no lo merecieras… sino porque nunca lo creíste posible.
La forma de Eldan se distorsionó.
—No me mires así —dijo—. Tú me viste. Tú me elegiste.
Selia negó con la cabeza, lágrimas contenidas. —Te vi como quería verte.
El vacío respondió con violencia.
La silueta de Eldan se expandió de golpe, empujando el aire, los hilos, la estructura misma del lugar. Kael reaccionó al instante, interponiéndose.
—¡Aria! —gritó.
Aria estaba de pie, temblando… pero consciente.
—No —dijo—. Déjame.
Avanzó hasta quedar junto a Kael. Lo miró, respiró hondo… y lo besó.
No fue desesperado.
Fue firme.
El mundo respondió.
Los hilos alrededor de ambos se tensaron y luego se alinearon, creando una estabilidad que el vacío no pudo romper.
Eldan gritó, retrocediendo. —¡Eso no es justo!
—No lo es —dijo Aria—. Pero es real.
Kael apoyó la frente en la de ella. —No estás sola —murmuró.
—Ni tú —respondió Aria.
Continuará...