Selia dio un paso adelante.
—Eldan… —dijo con voz quebrada—. Si esto va a terminar… que sea con verdad.
Extendió la mano.
No para tocarlo.
Para recordarlo.
El hilo respondió con violencia y belleza a la vez.
El recuerdo tomó forma: Eldan como era antes del miedo, antes del vacío. Por un instante, tuvo cuerpo. Real. Vulnerable.
Cayó de rodillas, respirando con dificultad.
—Así… —susurró—. Así era yo.
Selia lloró. —Sí. Y eso es lo que debes soltar.
Eldan la miró. —Si lo suelto… ¿qué queda?
Maelric habló por primera vez en largo rato. —Nada.
Eldan sonrió, triste. —Entonces eso soy ahora.
La forma comenzó a deshacerse.
No hubo gritos.
No hubo explosión.
Solo el vacío cerrándose lentamente.
Antes de desaparecer, Eldan miró a Kael. —Gracias… por odiarme lo suficiente para no mentirme.
Luego miró a Selia. —Y perdón… por quedarme demasiado tiempo.
La forma se disolvió.
Los hilos quedaron quietos.
El silencio regresó.
Selia cayó de rodillas, Raven y Tharen corrieron a sostenerla.
Aria exhaló, agotada. Kael la sostuvo.
—¿Se fue? —preguntó ella.
Maelric observó el aire durante un largo momento. —No del todo —respondió—. Pero ahora… el vacío sabe que no todos los recuerdos lo alimentan.
Kael levantó la vista. —Entonces esto no ha terminado.
Maelric asintió. —No.
Pero por primera vez…
el mundo había aprendido a resistir.
Continuará…