Hilos enlazados

Capítulo 8: Las posibilidades.

La lluvia no ha secado. El auto se estaciona. Marco se acerca con un paraguas para ayudar a Mónica, mientras yo me quedo junto a Karol en la entrada principal de la casa.

Se abre la puerta del auto, sale. Tiene el rostro cansado y la mirada llorosa. Se la ve débil. Marco la sujeta del abrazo para apoyarla y pueda caminar sin caerse. Se acercan.

            -Lo siento, Mateo. –Susurra.

Me acerco, controlo todo impulso de gritar. No es el momento, ni siquiera sé cuándo será el momento ideal. Si es que hay un momento.

            -Hablaremos de eso, luego. –Respondo cortante–. Te quedarás a descansar. Mamá viene en camino.

Ella asienta con la cabeza. Una lágrima se escapa por su mejilla. Las manos de Karol recorren mi espalda, me abraza por detrás. Puedo sentir su respiración, me reconforta. Me doy la vuelta y la abrazo por encima de los hombros.

            -Gracias… –Susurro.

            - ¿Por qué?

            -Por todo. –Le doy un suave beso.

            -Entremos, está haciendo un poco de frío.

            -Si quieres, te caliento. –Le muestro una sonrisa picarona.

            -Mateo… -Sonríe divertida.

            -Hace tiempo que no nos divertimos de esa forma.

            -Sabrás por qué. –Lo dice en tono sarcástico.

            -Touché.

Un auto ingresa a la propiedad. Se estaciona. Desde el asiento del piloto baja un guardaespaldas, quien rodea el auto abriendo un paraguas para entregárselo a mi madre. Se acercan.

            -Hola, Karol. –Sonríe–. Hola, Mateo. –Dice cortante.

            -Hola, señora. –Responde Karol, devolviéndole la sonrisa.

            -También me da gusto verte, madre.

            - ¿Puedo ingresar a tu casa, señor?

            -Claro, mamá. –Digo serenamente.

La expresión de Karol es de incomodidad. Le sonrío mientras asiento con la cabeza para tranquilizarla.

Ingresamos a la casa. Sebastián cierra la puerta una vez estamos dentro. Ismael juega con sus juguetes en la mesita de centro que está en la sala de estar.

-Subiré a verla, espero que no te moleste. –El tono en el que lo dice es indiferente.

            -Mamá…

            -Suba, por favor. –Karol interviene, dando un paso adelante mío.

Mientras mi madre sube las escaleras, Karol y yo nos quedamos en la sala.

            -Debes comprenderla. –Dice suavemente.

            -Sé que fui grosero con ella…

            -Tienes que disculparte, Mateo.

            -Lo haré. –Susurro. Le doy un beso y subo las escaleras dejándola junto a Ismael en la sala de estar.

Llego a la habitación en la que se encuentra Mónica. Doy dos golpes leves en la puerta. Me quedo bajo el marco de la puerta, mi madre está sentada a un lado de Mónica, sosteniendo su mano, mientras ella duerme.

            - ¿Podemos hablar? –Le digo con voz suave.

            -Solo di lo que tienes que decir. –Dice casi en susurro, sin dirigirme la mirada.

            -Mamá. Por favor. Sólo cinco minutos.

Se queda un momento en silencio. Luego de un par de segundos, se da vuelta, mostrándome su expresión seria y desafiante.

            -Cinco minutos. –Se voltea.

Ingreso un poco más a la habitación, lo suficientemente cerca de mi madre. Agarro una silla que está a un lado y me siento.

            -Perdóname, mamá. –Me muestro arrepentido–. Perdóname por la forma en la que te traté la última vez que estuviste aquí.

            -Yo entiendo por todo lo que estás pasando. Pero, la forma en la que te comportaste era demasiado.

            -Lo sé…

            - ¿Acaso quiere alejar a todos de tu lado? Por Dios, Mateo. –Levanta las manos en ademán de cansancio.

            -Lo lamento, ¿sí? –Me silencio. Luego de un segundo, vuelvo a escupir más palabras–. Lamento no haber visto en lo que me convertí… En mi padre.

            -No, Mateo… Yo lamento haber insinuado que te convertiste en la viva imagen de tu padre. Tú eres diferente, mejor persona. Sólo me dejé llevar por el enojo.

            -Tú tenías razón, mamá. –Digo sin mirarle a la cara–. Todos tenían razón. Y está bien, porque al fin descubrí la respuesta que tanto anhelé saber sobre mi padre. ¿Y sabes qué? Lo comprendo completamente y me apiado.

Mi madre me mira confundida, su expresión es inocente.

            -Él no tenía a alguien cerca para que le haga ver que hay otras opciones…

Karol me abraza por detrás. Me expresa su apoyo.

            -Eso es lo que nos diferencia. Yo sé amar y ser amado. –Echo la cabeza hacia atrás para apegarme a la de Karol. –Las amo a ustedes, a mi hijo, a André, a mi tío, a Mónica, a todos los que me apoyaron desde el principio, y sé que ustedes también me aman del mismo modo. Eso es lo que me motiva, y lamento no haberlo descubierto antes, que hayan tenido que pasar un mal momento por eso, pero les prometo que no volverá a pasar jamás. Jamás.

            -Me da gusto que lo hayas descubierto, hijo. –A juzgar por el rostro de mi madre, está conmovida.

            - ¿Me perdonas?

            -Claro que sí, hijo mío. –Sonríe. Se me acerca y me da un abrazo. Karol me suelta lentamente para que pueda darle el abrazo a mi madre. Se nos queda viendo, enternecida.

            - ¿Mamá? –Mónica sale de la habitación.

            -Mónica, ¿Qué haces fuera de la cama? –Mi madre me suelta, se acerca a ella.

            -Estoy bien, mamá. No te preocupes.

            -Mónica, ¿Crees que podamos hablas sobre lo que te pasó? –Doy un paso al frente.

Ella retrocede un paso. Se siente intimidada por alguna razón.

            -S-sí, claro. –Titubea.

Ingresamos a la habitación, me siento sobre la cama frente a Mónica. Karol está a un lado mío y mi madre al lado de Mónica, como si se tratase de dos bandos enemigos. Pero no es así, ambos bandos buscamos paz para todos.




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