Hilos enlazados

Capítulo 10: El plan.

Durante el transcurso del día, no he podido dejar de pensar en lo que va a pasar. El miedo hace que nuble mis pensamientos y la verdad, no hay muchas opciones en las que pensar.

Karol está en la habitación de Ismael, acomodando la ropa del pequeño, mientras él duerme. Yo me encuentro en nuestra habitación, terminando mi maleta. Con miles de pensamientos en la cabeza, soy incapaz de mantener la calma en mi interior. Miro el reloj, son las once con cincuenta.

            -Estoy lista. –Aparece Karol bajo el marco de la puerta.

            -Marco tiene el auto preparado. Al igual que Sebastián.

            - ¿Por qué dos autos?

            -Marco se encargará de construir la distracción en caso de que nos sigan.

            -Tengo miedo, Mateo.

            -También yo. Pero tenemos que ser fuertes. –Cierro la maleta, completamente hecha. La pongo en el suelo–. Estoy listo. –Le sonrío, en un intento de ocultar todo el miedo que me carcome desde adentro.

            -Es hora de irnos.

            -Ve por Ismael, yo avisaré a Marco. –Me acerco a ella, y le doy un cálido beso, para aliviar la tensión–. Tranquila. –Salgo de la habitación, jalando la maleta. Marco está al pie de las escaleras, esperando. Se acerca para ayudar, sabe que es tiempo.

            -Señor. –Asiente con la cabeza. Comprende.

            -Las demás maletas están arriba. –Lo miro fijamente a los ojos.

Deja mi maleta allí, al pie de las escaleras y sube por las de mi esposa y mi hijo. Mientras, yo me quedo allí. Mirando el vacío, con un solo pensamiento en la cabeza.

“Esta ya no puede ser nuestra casa” Está llena de dolor y más dolor, con escasos rasgos de felicidad.

Marco pasa junto a mí, con las maletas respectivas. Karol baja detrás de él con Ismael en brazos. El pequeño sigue dormido. Y es lo mejor.

            -Bien. Vámonos. –Karol llega hasta mí.

            -Bien. –Digo mirándola a los ojos.

            - ¿Pasa algo? –Se preocupa.

            -Solo estoy un poco abrumado por todo esto.

            -Estaremos bien.

            -Lo sé. –Digo, mientras la rodeo con mi brazo derecho y le doy un beso en la frente.

Caminamos hacia la salida. Karol lleva puesto una chompa azul cielo. Se ve hermosa, pese a la falta de sueño. Llegamos al auto, Sebastián abre la puerta. Sostengo a Ismael para que Karol ingrese, una vez dentro. Meto a Ismael, recostado sobre el regazo de su madre.

Me quedo en la puerta del auto, asomándome para poder ver el rostro de Karol, pero sin entrar. Mirándola con arrepentimiento por lo que voy a hacer.

            -No vendrás con nosotros, ¿verdad? –Dice mirándome fijamente a los ojos.

            -No… –Mi voz es temblorosa.

            - ¿Qué planeas a hacer?

            -No estoy de seguro, pero de lo que si estoy seguro es que no pienso huir.

            - ¿Qué hay de nosotros?

            -No puedo arrastrarlos a que sufran por mi culpa. –Una lágrima se escapa por mi mejilla.

            -Prométeme una cosa… Nos buscarás cuando esto acabe.

            -No lo dudes ni por un segundo. –Me acerco, asomándome la mitad superior de mi cuerpo en el auto. Llegando a topar mi frente con la suya–. Te amo. –Le doy un cálido y largo beso, uno que me dará fuerzas para superar esto. Uno que sé, no voy a sentir en un tiempo, el cual no sé cuánto será.

            -También te amo. –Nos separamos.

            -Cuida de nuestro hijo, por favor.

            -Lo protegeré con mi vida. –Solloza.

            -Los amo. Más que a nada, nunca lo olviden. –Salgo del auto completamente. –Iré con Marco, para asegurarnos de que nadie los siga.

Ella asienta con la cabeza, con lágrimas en los ojos. Sin resignarse a irse sin mí, porque sabe que esto es lo mejor.

Cierro la puerta del auto, alejándome para no alargar la tan dolorosa y temporal despedida. Deseando con toda mi alma que está despedida sea eso, temporal. Y que sea lo más corta posible, pero eso no depende de mí. Ni siquiera sé de quien depende. Marco abre la puerta del auto que está detrás e ingreso en el asiento del copiloto. Una vez dentro, Marco rodea el auto e ingresa para conducir, pone en marcha el auto y avanzamos primero. Sebastián pone en marcha un minuto después por detrás de nosotros. Me pongo el intercomunicador.

            -Muy bien. Escúchenme todos. –Hablo–. Necesito su completo apoyo en esto. Nada puede salir mal.

            -Sí, señor. –Las voces de todo el personal de seguridad se escucha en unísono, como si se hubieran puesto de acuerdo para contestar–. La casa no es prioridad, pero los que están encargados de la casa, no dejen sus puestos.

            -Entendido, señor. –Responde tres hombres, a través del intercomunicador.

Previamente, mandé a diez hombres vestidos de civiles para cuidar desde diferentes puntos por el camino que conducirá Sebastián para llevar a Karol e Ismael hasta Máncora. Un auto se adelantó una hora antes. Para informarle sobre la seguridad del camino. Nada debe salir mal. Ruego porque nada salga mal.

Llegamos hasta la ciudad. Nos desviamos por una esquina, acelerando el paso, mientras Sebastián sigue de frente, a la misma velocidad. Unas calles más adelante, doblamos una esquina a la derecha y no adelantamos a Sebastián a una calle de distancia. Todo está saliendo de acuerdo al plan.

            -Informes. –Espeto al intercomunicador.

            -Todo tranquilo. –Responde uno.

            -No hay rastros de algún sospechoso. –Responde otro.

            -Todo bien. –Responde Sebastián.

            -Perfecto. –Dejo encendido el intercomunicador.

Unos metros más adelante, logro ver el puente, que abre paso a dos caminos por diferentes direcciones. Es ahí donde nos separaremos.




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