Hilos enlazados

Capítulo 11: Sorpresa.

Los primeros rayos de sol aparecen a través de las montañas a lo lejos. Marco sale de la propiedad. Tres hombres lo siguen por detrás. Todos se ven preocupados, algunos incluso asustados.

            -Puede ingresar. –Grita Marco desde la entrada.

Terminada la frase, salgo del auto lo más rápido que puedo. Dudoso por lo que verán mis ojos dentro. Camino con normalidad, dispuesto a ver a atrocidad que hizo Paola dentro. Resulta inquietante el pensar que hace un mes aproximadamente, Paola me parecía inofensiva y sincera. Me sorprende lo mucho que puede ocultar una persona, y así sin pensar mucho, me recuerda a mí y todo lo que le oculté a Karol.

            - ¿Cuántos muertos? –Pregunto cortante, como si se tratara de algo normal. Algo común en mi vida. Ingreso a la propiedad.

            -Tres. El tercero está en la sala de estar, tiene dos agujeros de bala. Uno en la cabeza y el otro en el abdomen. –Me muestra el camino. Pareciera que me estuviera dando un recorrido.

            - ¿Dónde está María?

            -Por suerte, estaba fuera cuando ingresaron.

            - ¿Ingresaron? –Pregunto preocupado.

            -Sí, señor. Me temo que tuvo ayuda. –Interrumpe.

            - ¿Qué? –Espeto, escandalizado.

            -Las cámaras de seguridad captaron a Santiago García junto a Paola. –Uno de los hombres le entrega un IPod a Marco, y él me lo entrega a mí.

Un vídeo está pausado. Le pongo play, y mis ojos logran confirmar lo que me dijo Marco. El tercer hombre que murió dentro de la casa aparece apuntando a Paola con un arma. Paola tiene las manos levantadas, pero una sonrisa macabra se mantiene en su rostro. Detrás del hombre, aparece Santiago. Que sin dudarlo ni un segundo, le dispara al hombre que se dio vuelta al percatarse de su presencia. La escena parece sacada de una película. Le devuelvo el IPod a Marco, incapaz de seguir viendo la escena espantosa.

            - ¿Por qué carajos nadie me informó?

            -Nosotros tampoco lo sabíamos. Al parecer la policía no ha dado la noticia aún.

            -Incompetentes. –Espeto.

Marco se mantiene en silencio.

            -No me refiero a ustedes. –Digo en son de disculpa, en caso de que haya ofendido a alguien.

            -No se preocupe. –Responde Marco.

No contaba con la involucración de Santiago en esto, aunque debí suponer que Paola lo ayudaría a escapar, después de todo ambos quieren lo mismo. Carajo. Me enfurece.

            -Señor, ¿Dónde se quedará ahora?

            -Aquí.

            -Pero, señor.

            -Santiago y Paola tienen algo en común. Ambos quieren que sufra, claro que con diferentes razones. Y sea como sea, no me harán daño exclusivamente a mí. Buscarán a mi familia para causarme dolor. Pero ellos no están aquí, ¿o sí? –Me mantengo en silencio un segundo. Luego continúo con mi camino hacia el jardín. Resignado a cualquier peligro, el cual estoy seguro que no hay.

            -Señor… –Marco me sigue.

            -Entrégale el vídeo a la policía, que hagan el recojo de los cadáveres. De cualquier forma, es lo único que pueden hacer eso incompetentes. Yo hablaré con Lola para que le entregue una generosa donación a la familia de cada uno de los fallecidos. –Mi voz es suave.

            -Está bien, señor. –Responde.

            -Que la policía llegue lo más rápido que puedan. Estaré en la terraza por si me necesitan, procura que no, por favor. –Le digo suavemente, mirándolo a los ojos.

Él se aleja, luego de asentar con la cabeza.

Saco mi teléfono del bolsillo izquierdo de mi pantalón, mientras camino a través del jardín para llegar a los escalones que suben a la terraza. Busco el número de mi madre y lo marco.

            -Hijo. –Responde ella, rápidamente. Al parecer estaba esperando mi llamada.

            -Hola mamá. –Respondo, sereno.

            - ¿Dónde estás? ¿Estás bien? –Se escucha preocupada.

            -Tranquila mamá. Estoy bien, me encuentro en la finca.

            - ¿Pensé que irías con Karol?

            -Hubo un cambio de planes. Ellos están a salvo.

            -Me alegra por ellos, Mateo. Pero qué hay de ti.

            -Todo está bien. No me pasará nada, mientras ustedes estén a salvo.

            -Mateo…

            - ¿Llegaron a su destino? –Llego a los escalones, y subo.

            -Sí, llegamos hace un par de horas.

            - ¿Están bien todos?

            -Si hijo. Todos estamos bien, gracias.

            -Está bien. Recuerda no hacer llamadas constantes.

            -Está bien, hijo.

            -Cuídate.

            -Igual tú. –Y corta.

Guardo el celular de vuelta en mi bolsillo y me recuesto en el sofá. Tratando de encontrarle algo de calma a esta casa. Mantengo mis ojos cerrados. A mi mente viene la imagen de aquellos hombres muertos. Me entristece que hayan muerto por mí, sólo cumplían con su trabajo. Sin abrir los ojos, trato de serenar mi mente.

El sonido de mi teléfono impide que me concentre. Alguien está llamando, lo saco una vez más de mi bolsillo y contesto. Es el número de mi tío.

            -Hola, tío.

            -Mateo. Perdóname. –Se escucha ebrio.

            - ¿Perdonarte? ¿De qué hablas, tío?

            -Perdóname, Mateo. Lo lamento mucho, pero tenía que hacerlo.

            - ¡Tío! ¿De qué hablas? –Levanto la voz.

            -Yo fui el que le dijo a la policía todo sobre Paola. –Su voz es temblorosa.

            - ¿Qué? –Me levanto de un salto, impulsado por el enojo–. Por favor dime que es una broma de mal gusto.

            -Lo siento, Mateo. En serio lo siento.

            -Vete a la mierda. –Espeto casi en grito al teléfono, cortando la llamada. Porque no necesito escuchar ni una sola palabra más. Ahora todo tiene más sentido. ¿Por qué no lo pensé antes? Era la única forma en la que podría salir a la luz. Tal vez fue por la confianza que le tenía a mi tío, fue eso por lo que nunca dudé de él. Sea como sea, esa confianza se perdió.




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