Hilos enlazados

Capítulo 15: El perdón.

El cielo está nublado. Apenas y se logran ver unos cuantos rayos de sol en algunas partes del cielo en el que no está lleno de nubes. Es curiosa la forma en que se pone de acuerdo el clima con la vida para hacer un día nublado en un funeral.

Todos están aquí. Mi madre, Mónica, mi padrastro Patrick. André y Natt. Sebastián junto a diez hombres de seguridad. Karol está a mi costado, la rodeo con mi brazo izquierdo mientras ella sostiene la de Ismael. Todos los que conocíamos a Marco estamos aquí, incluso mi tío George. Quien no se ha acercado a mí, y no sé si sea miedo al rechazo o solo vergüenza, pero ni siquiera lo ha intentado. No siento ningún rencor hacia él, solo un pequeño enojo que es típico de mi cuando desobedecen mis órdenes o mis decisiones. Fuera de eso, no hoy porqué evadirlo.

            - ¿Alguno le gustaría decir algunas palabras? –El sacerdote llama mi atención.

            -Ve. –Karol me da un pequeño empujón por detrás de la espalda.

Camino hacia el frente, mientras todos me observan y elevando un poco el tono de mi voz para que todos me escuchen, hablo.

            -Durante los últimos años, he estado en esta situación más veces de las que quisiera. –Doy una pequeña sonrisa nerviosa. Suspiro un poco de aire y vuelvo a hablar–. El vacío que deja Marco en mi vida, es inmenso. Claro está. Pese que no llevo su sangre o teníamos el mismo apellido, yo lo consideraba parte de mi familia… –Una lágrima se escapa por mi mejilla–. Siempre estuvo a mi lado, incluso con su último aliento, hizo hasta lo imposible para ayudarme. Me ha apoyado en todo, pese a que tenía razón o no, fue mi mano derecha durante muchos años, y le agradezco a la vida por cruzarme en su camino porque es la persona más noble que conocí jamás… Tristemente, hoy le tenemos que decir adiós… Pero solo de este mundo, porque de nuestros corazones no se irá jamás… –Me volteo hacia su ataúd–. Hasta pronto, amigo mío.

El ataúd de Marco empieza a descender hacia el agujero. Las primeras gotas de lluvia empiezan a caer, levemente. Todo alrededor se vuelve triste.

            -Mateo. –Mi tío se acerca. Al parecer encontró el valor–. ¿Podemos hablar un momento?

            -Claro, tío. –Respondo sereno.

Caminamos un par de metros más lejos desde el punto donde estábamos. Hacia un árbol enorme.

            -Creo que te debo una disculpa. –Habla.

            -No. No hay nada que disculpar. De hecho, debo darte las gracias.

            - ¿Qué? ¿De qué hablas?

            -Sé que sonará descabellado, pero si tu no hubieras sacado a la luz todo sobre Paola, seguiría con el miedo de que está por ahí tratando de hacernos algo en cualquier momento… Y pese a todo lo que te dije antes, te ofrezco mi gratitud.

-Pensé que no querrías saber más de mí. –Me muestra una sonrisa divertida.

            -Por Dios, tío. Eres la única familia que me queda, que tenga parentesco con mi padre, claro. –Le sonrío.

Me vuelve a mostrar una sonrisa.

            - ¿Qué harás ahora?

            -Estaba pensado en vender la finca.

            - ¿Estás completamente seguro?

            -Sí. Lo hablé con Karol, está de acuerdo conmigo. –Me silencio un momento, mirando el alrededor, relajado–. Esa casa me hunde en una tristeza profunda. No puedo vivir así junto a mi esposa e hijo. No estaría viviendo una vida tranquila, ya tuve suficiente de tormentos.

            -Pues si estás muy seguro, hazlo. Después de todo es tuya, pero… ¿Dónde vivirán?

            -Aún no lo sabemos.

            - ¿Qué sobre el dinero que le habías dado a Paola?

            -Lo tomé de vuelta… De hecho, si estás de acuerdo. Quería darle ese dinero a André. Es el único hermano que me queda, pese a que no lleva mi sangre ni nuestro apellido…

            -Me parece lo mejor. –Interrumpe–. Es parte de la familia…

Asiento con la cabeza, contento por lo que acaban de escuchar mis oídos. Quedando en un silencio profundo por unos segundos.

            -Visité la tumba de tu padre. –Dice rompiendo el silencio–. Deberías hacer lo mismo.

            -Claro… Después de todo lo que pasó, hay algunas cosas que necesito desahogarme.

            - ¿Te acompaño?

            -No, necesitaré estar solo…

            -Está bien. Te veo luego.

            -Le dices a Karol donde estaré, por favor.

            -Claro. –Responde sereno.

Camino por un sendero que conduce a las tumbas del lado norte. No hay nadie más a parte de mi por esa zona. Se siente una tranquilidad escalofriante. Las leves gotas de lluvia no dejan de caer, algunas gotas quedan en mi cabello cual rocío en las plantas. Llego hasta la tumba de mi padre, en la lápida está escrito su nombre completo, el año en el que nació y el año en que murió

Esteban Reátegui

1967 - 2020

Me acerco. Sólo tiene un ramo de flores casi marchitas.

            -Papá... –Le hablo, pretendiendo que está en algún lugar, escuchándome. –Perdóname. Perdóname por no haberte comprendido antes... Ya sé qué hacías todo por miedo a que tu familia salga herida por tus actos, lamento mucho no haberme dado cuenta antes para apoyarte. Lamento muchísimo haber pensado que eras un monstruo sin sentimientos, no veía lo mucho que sufrías por la falta de cariño con la que viviste por muchos años. Y sé que es muy tarde, pero desde donde estés; espero que me perdones. Porque el único que tiene que perdonar eres tú. –Dejo caer una lágrima por mi mejilla, mientras me pongo de cuclillas y pongo mi mano sobre su lápida–. Espero encontrarte algún día en dónde sea al que se va cuando uno muere… Porque te amo, papá… Te amo, pese a que nunca te lo dije… Te amo. –Me mantengo con la cabeza agacha. Con los ojos cerrados y húmedos.

            -Mateo… –Karol aparece junto a Ismael–. ¿Estás bien?




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