Hilos enredados

Capítulo 5: El fin del viaje

El sol irradia calor, las olas está tranquilas, algunas gaviotas están en la playa. Carlos alista el bote, me da un chaleco salvavidas y pone unas cañas de pescar en el bote. Me pongo el chaleco y subo al bote. Carlos enciende el motor y avanza. Unos minutos después se detiene, toma dos cañas de pescar y me entrega una. Pone las carnadas, lanzamos las cañas al agua y esperamos.

-Ha sufrido mucho, ¿verdad? –Dice rompiendo el silencio.

-A que te refieres? –Lo miro serio, esperando su respuesta.

-Perdone no quería ser imprudente, solo que sus ojos reflejan mucha tristeza. Trata de ser feliz, pero hay algo en usted que no lo deja.

Sus palabras me tocan el alma. Lo miro un momento, como es que puede notar eso en mí, ¿Es tan obvio? volteo mi mirada hacia el mar y me mantengo así por unos minutos. Divago en mis pensamientos.

-Usted es feliz? –Pregunto de repente.

-Feliz? Claro que sí, no vivo una vida de lujos, pero tengo a mi mujer que me llena de felicidad. –Responde sonriendo.

-Y su mujer es feliz?

-Mi mujer? Bueno, pues todos los días se levanta con una sonrisa de oreja a oreja. Aún sin poder tener hijos, no me ha dejado y siempre me da ánimos. Asó que yo creo que sí, es muy feliz conmigo.

-Me alegra. –Respondo.

El silencio invade el bote, solo se puede escuchar las olas del mar y las gaviotas en la playa.

-Creo que ya deberíamos regresar, tengo un largo camino de regreso. –Digo rompiendo el silencio.

Él asienta con la cabeza, toma las cañas y las guarda, acto seguido enciendo el motor y gira hacia la playa lentamente. Unos minutos después llegamos a la playa, nos bajamos y entramos a la casa. Ingreso a mi habitación y me doy una ducha. Armo la maleta, me aseguro de no dejar nada importante y la cierro. Veo la hora en el gran reloj de la pared, son las doce y media.

Tomo las llaves del auto y la maleta. Salgo de la habitación, voy hacia la cocina y me despido de Carlos y Melisa.

-Muchas gracias por todo. Gracias por cuidar de mi casa.

Saco un poco de dinero de la billetera y se los entrego.

-Por favor, les servirá más a ustedes que a mí. –Y les sonrío amablemente.

Ellos lo reciben con recelo y lo guardan.

-Esperamos verlo pronto, señor Mateo. –Dice Melisa.

-Yo también lo espero. –y salgo de la casa.

Subo al auto y pongo la maleta. Enciendo el auto y avanzo despacio hasta llegar a la carretera principal. Una vez en la carretera, piso el acelerador y voy lo más rápido que puedo. En el camino me detengo a comer algo en un restaurant, no me tardo mucho y vuelvo a conducir. Me detengo un momento en algunos lugares para comprar un poco de agua y algún bocadillo, enciendo el reproductor de música y me dejo llevar por la música.

Unas horas después, llego a la ciudad y me recibe con un poco de tráfico. Empieza a oscurecer, pero no me preocupa porque estoy cerca de casa. Mientras estoy estancado en el tráfico reviso el correo en mi celular, todo está normal. Los autos de enfrente empiezan a moverse, avanza lentamente, doblo un par de calles adelante y tomo otra ruta con menos tráfico. Unos minutos después, llego a casa. Ingreso el auto al garaje y entro a saludar a Spike y la señora Linda.

-Hola, señora Linda.

-Bienvenido de vuelta señor Mateo. –Me recibe contenta. – ¿Desea algo de comer o de tomar antes de desempacar?

-No, gracias. –Iré a descansar temprano.

Asiente con la cabeza y se retira.

Spike corre a mi encuentro, lo cargo y lo llevo a mi habitación. Estoy muy cansado, dejo la maleta a un lado y las llaves encima de la cómoda. Me saco los zapatos y me lanzo a mi suave y cómoda cama, unos minutos después, me quedo dormido.

 




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