Hilos enredados

Capítulo 8: Poema al amor

...Me equivoqué al pensar que el amor era para los débiles, no sabía lo que realmente era. Tú me enseñaste a verlo de un modo distinto, me enseñaste a amar y que también puedo ser amado... Es por eso que, hoy más que nunca te quiero a ti y solo a ti en mi vida... Quiero ser parte de la tuya, que seamos dos locos con camisas de fuerza amándose mutuamente, seamos intensos como el sol y brillantes como la luna. Hagamos que nuestra historia haga eco en cada rincón... Seré lo que quieras que sea, siempre y cuando sea a tu lado... Te amo.

Por cada palabra que sale de mi boca, mi voz se hace más intensa y profunda, siento cambiar algo dentro de mí... Como si la herida que una vez tuve, se fuera cicatrizando rápidamente. Me siento calmado, vuelvo a vivir algo que pensé no volver a hacer jamás. Sólo la miro a ella, no hay nada que me importa más allá de ella. Los latidos de mi corazón se hacen cada vez más intensos.

Veo crecer el rubor en su piel, cierra los ojos y se le empieza a caer algunas lágrimas, se deslizan por sus mejillas y antes de que caigan al suelo se las seca con la mano. Muestra lanza una sonrisa, e ingresa a su casa.

Me mantengo un momento tratando de entender qué fue a hacer. Me aterra la idea de que no salga. Un momento después sale corriendo, se acerca a mí y me da un cálido beso, típico de ella. Los latidos de mi corazón vuelven a su normalidad, respiro hondo aliviado por tenerla cerca una vez más, solo pasó menos de una hora, pero para mí fue una eternidad tener que esperar para volver a sentir sus labios.

Me extiende la mano, en su muñeca hay una pulsera de plata, es la pulsera que le regalé un mes antes de irme. Le sonrío, la tomo de la cintura y la beso.

-Te amo. –Le susurro.

-No me dejes nunca más. –Susurra con una voz suave y dulce.

-No lo haré. –La abrazo y le doy un beso en la frente.

La mantengo entre mis brazos, temo soltarla, siento la calidez de su piel, puedo escuchar su respiración y el palpitar de su corazón, vuelvo a sentir el control de mí mismo. Me encanta sentirme así.

Saco el celular de mi bolsillo. Hago una llamada.

-Lola, ¿Puedes decirle a Marco que habrá las puertas por favor? Llegaré en treinta minutos.

-Claro señor Mateo. –Y cuelga.

Tomo de la mano a Karol y la llevo hacia mi auto.

-Sube. –Le digo sonriendo.

- ¿A dónde vamos? –Espeta.

-Ya verás.

Se sube, enciendo el auto, la miro un momento sonriendo y luego acelero. Atravesamos la ciudad, un momento después la dejamos detrás, conduzco por un camino con árboles por ambo lados, grandes y frondosos que generan mucha sombra en el camino. Unos metros más adelante, el camino sigue cuesta arriba rodeando una enorme montaña. En la cima hay una enorme casa, unos altos muros de concreto la rodean.

Llegamos a la entrada, las puertas están abiertas. Marco recibió el mensaje.

Volteo para ver a Karol, está mirando hacia delante, juguetea con sus manos nerviosamente. Le pongo mi mano encima de las suyas, no me molesta, trato de consolarla.

-Pasa algo? –Pregunto.

-Tengo miedo. –Se voltea y me mira a los ojos.

-A qué?

-A que esto se acabe justo como inició... Demasiado rápido.

Le tomo una mano y le doy un beso.

-Te prometo que haré lo imposible para que esto dure por mucho tiempo, tanto que te vas a cansar de mí.

Sonríe y se acerca a darme un beso.

Pongo en marcha el auto, ingresamos a la propiedad. Pasamos por los muros altos y estaciono el auto en la zona de parking. Me bajo, rodeo el auto y le abro la puerta, le extiendo la mano y la ayudo a salir.

-Esta casa es tuya? –Pregunta curiosa.

-En parte sí. –Respondo sonriente.

Parece estar confundida, pero sonríe.

-Ven. –La tomo de la mano y la llevo hacía dentro de la casa.

Marco nos espera dentro, es el encargado de cuidar la casa. Dos mujeres y tres hombres, están detrás de él, ellos se ocupan del cuidado de la casa y el jardín.

Nos acercamos y los saludamos, luego llevo a Karol a dar una vuelta por toda la propiedad. Hay un camino de piedras alrededor, detrás de la casa hay una piscina infinita, seguimos caminado por el jardín, hay todo tipo de plantas y flores bien cuidadas, seguimos caminando rodeando la casa por el camino de piedras y subimos unos* escalones de piedra a un lado de la casa, es el punto más alto de la casa, hay una terraza hermosa decorado con diferentes tonos de gris y azul, desde muebles hasta alfombras, todo combina perfectamente.

Desde ahí se puede ver casi toda la ciudad, y en el fondo detrás de las montañas, al sol ocultándose un poco. La vista es fenomenal.

-Wow! –Expresa maravillada.

-Espera ver la puesta de sol, es aún más hermosa. –Digo sosteniéndola de la mano.

Ella sonríe y da una pequeña vuelta por el lugar.

- ¿A qué te referías cuando dijiste que este lugar es en parte tuyo? –Espeta.

-Es la casa de mi padre...

-Entonces si llegaste a conocer a tu padre?

-Lo conocí hace cinco años, pero hablemos de eso, no es importante.

-Está bien. –Se acerca y me da un beso.

La abrazo y nos quedamos viendo el paisaje, desde donde estamos no se logra escuchar el sonido de los autos, es un lugar tranquilo y aislado.

No había estado en este lugar desde hace tres años. –Pienso. Ante ese pensamiento no puedo evitar recordar la primera vez que vine...

...Bajo del auto negro, estoy en shock, no puedo decir ni una sola palabra. Durante todo el camino no me moví en absoluto, tengo la ropa manchada de sangre, las manos me tiemblan. Un hombre moreno, su nombre es Marco, me recibe y me lleva dentro de una enorme casa. Me hace subir las escaleras, e ingreso a una habitación. Me desvisto y le entrego la ropa, él la toma y se retira. Me meto a la ducha y abro la llave, me quedo bajo el chorro leve de agua en silencio, mirando el suelo. El agua se desliza por todo mi cuerpo limpiando la sangre seca de mis manos. Cierro los ojos...




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