Hilos enredados

Capítulo 11: Santiago

Tomo el auto y pongo la dirección que me dio Karol en el gps. Parece estar cerca, piso el acelerador y los kilómetros pasan volando, unos minutos después llego al lugar, estaciono el auto y luego ingreso al restaurant. Miro hacia el rededor y logro visualizar a Karol y el tal Santiago en una mesa en el fondo del local, se están riendo. Me acerco y los saludo.

-Perdón si interrumpo, Hola amor. –Interrumpo su risa y le doy un beso.

-Hola amor, él es Santiago. –Dice señalándolo.

-Un placer Santiago. –Lo saludo.

-Un gusto poder conocerte en persona Mateo. –Dice con una sonrisa fría.

Asiento con la cabeza y dirijo mi mirada hacia mi novia, parece estar feliz, su sonrisa es sincera.

-Oye Mateo, ¿De casualidad tu padre es Esteban Reátegui? –Interrumpe.

Sus palabras causan una gran conmoción en mí, no me esperaba esa pregunta de nadie. Volteo la mirada hacia él y no puedo evitar mirarlo con enojo.

-Sí, es mi padre. –Respondo frío en intento olvidar su pregunta mirando a Karol nuevamente.

-Perdón, no quise incomodar. –Habla de repente.

-No hay problema. –Respondo frío y vuelo a mirar a Karol, quien expresa cara de confundida.

-¿Qué pasa con tu padre? –Pregunta confundida.

-¿En serio no sabes lo que pasó con Esteban Reátegui? Fue a prisión tras ser investigado por fraude y falsificación. Confesó luego de matar al alcalde de Lima. –Responde Santiago.

Karol voltea su mirada confundida hacia mí, la miro preocupado por su reacción, escondiendo mi molestia hacia la imprudencia de Santiago. Me quedo en silencio, unos segundos después, incapaz de poder reprochar mi molestia me levanto y salgo del lugar, llego a mi auto y Karol me detiene.

-Mateo, espera...

-Hablamos luego. –Respondo cortante.

Subo al auto y acelero lo máximo que puedo, dejando a Karol en el estacionamiento del Restaurant. Voy más rápido que los demás autos, tengo prisa de estar solo. Conduzco por una colina y llego a mi lugar preferido de la ciudad, el mirador de la ciudad; tan silencioso y poco avistado, perfecto para relajarse un momento.

Estaciono el auto, me bajo y cierro la puerta con fuerza, como si el auto tuviera la culpa de cómo me siento. Me acerco a la banca de madera debajo de un árbol y me siento, me quedo mirando la ciudad en silencio, tratando de salir de esta crisis emocional... Saco mi celular del bolsillo y lo apago, cierro los ojos y recuerdo...

Acabo de llegar a la finca, bajo las escaleras y veo un chico de mi edad, Marco dice que es mi hermano. Estoy confundido, pero felíz a la vez. Él también parece feliz de conocerme. Le doy un abrazo.

-Gracias. –Me dice susurrando.

-¿Por arruinarte la vida? –Pregunto sarcásticamente.

-No, tu no arruinaste mi vida. Al contrario, me la estás cambiando. Me estás salvando.

-Por qué lo dices? –Pregunto curioso.

-Gracias a ti, papá pagará el daño que tanto hizo.

Me comenta todo lo que mi padre hizo...

-Toda su fortuna se la debe a los negocios turbios con bandas criminales; estafas, falsificación, fraude. Viví por años tratando de hacerlo reaccionar, pero me ignoraba. No dejaba que me metiera en sus negocios, pero tampoco dejaba que lo convenciera de dejarlos. Me alejaba de él y me hacía concentrarme en mi educación. Cada que podíamos hablar, me contaba que tenía un hermano de mi edad, que vivía con su madre y que nunca fue a visitarlo. Se sentía mal por ello, pero no lo hacía porque no quería que te metieras en sus negocios y por eso mismo es que no me dejaba estar mucho tiempo con él. Siempre decía que, hacia todo eso por nosotros, sus hijos. Supongo que por su cabeza solo pasaba el dinero, no le importaba nuestros sentimientos...

-Ahora que está en prisión, ¿qué será de ti?

-Nosotros querrás decir. Recuerda que también eres su hijo.

-Lo sé, pero... No sé, ahora me siento confundido.

-Hizo que transfirieran todo su dinero a dos cuentas por igual, una tuya, y la otra mía. Son millones, Mateo.

-No lo quiero, no necesito dinero sucio. No me hace falta el dinero. –Espeto.

-Piénsalo de otro modo, yo utilizaré ese dinero para ayudar a otros, otros que ya sufrieron demasiado. Tú también deberías hacer lo mismo.

Se escucha un auto llegar al lugar. Salgo de mis pensamientos...

Es el auto de Karol, se baja y se acerca a mí. Regreso mi mirada hacia el paisaje.

-¿Cómo me encontraste? –Pregunto sin mirarla.

-Hablé con Ismael, me dijo que este es tu lugar favorito para pensar. –Responde.

Claro, Ismael es el único que sabe eso. Se lo mostré unos meses después de regresar a la ciudad. 

-Lamento que me enterara lo de tu padre por Santiago, puedo ver que te afecta demasiado. –Me mira a la cara mientras miro el vacío.

-Es muy doloroso para mí... –Por fin logro mirarla.

-Entiendo si no quieres hablar conmigo de eso, pero espero que algún día me lo puedas contar, solo cuando estés listo para hacerlo. –Me abraza.

Me apego a su pecho, no logro evitar que se escape una lágrima mientras me abraza. Me aterra la idea de contarle toda la verdad y que deje de amarme por mí error, por la mancha que llevaré toda mi vida.

Me despego de su cuerpo y la miro a los ojos, parece confundida. Me gustaría aclarar todas sus dudas, pero aun no estoy listo. Le sonrío para tranquilizarla, le doy un beso y la rodeo con mis brazos. Nos quedamos mirando el paisaje...

-Te amo. –Mirando el vacío.

-También te amo. –Responde feliz.

Sus palabras me hacen feliz, dejando atrás el mal rato que pasé al recordar. Calmando la tormenta de mi interior, dejando pasar la tranquilidad que tanto deseo tenerla permanentemente.

Permanecemos sentados en ese lugar un par de horas.

-Tienes que ir a trabajar. –Espeto.

-Puedo quedarme un rato más. –Su voz es suave.

-No quiero que te despidan por mi culpa, estaré bien. –Le susurro.




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