Hilos enredados

Capítulo 16: Estrellas del deseo

Las estrellas en el cielo brillan como nunca, un espectáculo estelar maravilloso. La luna está en todo su esplendor, tan brillante y hermosa. El mar está más intenso, la marea subió mucho, pero estamos a una distancia segura, no nos puede pasar nada malo.

Cenamos juntos a la luz de la luna, la gran mesa de madera clara está llena de una variedad de delicias; hay camarones al vapor, langosta a la mantequilla, una exquisita ensalada waldorf, unas papas doradas, todo acompañado de un buen vino. Todos disfrutamos de las delicias preparadas por Melisa

-Karol, me dijeron que tu cumpleaños es en cuatro días. –Dice Natalia.

-Sí. –Dice suavemente.

-¿Donde será la fiesta? –Pregunta Ismael.

-Aun no... -Responde Karol

-Estaba pensando en que la fiesta podría ser en mi casa. –Digo tomando de la mano a Karol.

-Pensé que no querías que cualquiera ingrese a tu casa. –Dice susurrando, está sorprendida.

-Ya no más. –Le beso la mano.

Asiente con la cabeza y sonríe dulcemente.

Cambié mi concepto de los extraños en mi casa, sé que aún hay personas buenas en el mundo. En estas semanas, Karol me ha enseñado muchas cosas, me ha cambiado el pensamiento malo que tenía sobre el mundo. Me hizo volver a querer vivir.

-Propongo un brindis. –Dice Karol levantando su copa.

Los demás hacemos lo mismo, esperando la razón del brindis.

-Brindo por nosotros, todos nosotros. Por el cambio en nuestras vidas que causó el juntarnos.

-Me parece un buen brindis. –Digo feliz.

Chocamos las copas levemente entre todos y bebemos un poco de vino.

Unos minutos después terminamos la cena, nos levantamos y nos acercamos la fogata que Mario preparó para nosotros. Hay sillones de madera alrededor, uno para cada uno.

El calor de la fogata contrasta perfecto con la brisa fría de la playa, todo está tranquilo. Mario nos trae los tragos que pedimos antes, disfruto del delicioso mojito que tengo en mis manos mientras tomo de la mano a Karol.

-Gracias por esto Mateo. –Dice Ismael.

-Un placer hermano. –Respondo feliz levantando mi vaso.

-No, en serio. Gracias por esto, por mostrarme este lugar hermoso, por pensar en mí, gracias de corazón.

-Ismael, me ayudaste muchísimo cuando lo necesité, soy yo el que debe agradecerte, te debo muchísimo. –Le digo sereno con una voz suave.

Karol me sostiene de la mano mirándome a la cara, volteo mi mirada hacia ella, está conmovida. Sabe que hablé desde el alma.

Por primera vez, no me siento débil al mostrar mis sentimientos. Está bien perder el control a veces, siempre y cuando sea para bien. La respiración no se me agita, me siento calmado, no me reconozco... Eso me alegra, me llena de orgullo y me hace aún más feliz.

Las horas pasan; André y Natalia se va a dormir. Santiago va un momento después.

-Estoy cansada, deberíamos ir a dormir también. –Dice Karol con voz suave.

-Te alcanzo en cinco minutos. –Digo suavemente.

Me responde sólo con una sonrisa, se levanta e ingresa a la casa.

-Papá me llamo hace dos días, a las tres de la mañana. –Espeto.

-En serio? A mí también me llamo, pero lo mandé al demonio. –Responde.

-Lo sé, me lo dijo.

-¿Que más te dijo? –Espeta.

-Nada importante, también lo mandé al demonio. –Sonrío.

Sonríe divertido ante mis palabras, no se lo esperaba. Por la manera en la que sonríe mientras mira el cielo, parece estar orgulloso... Orgulloso de mí y de mi felicidad. Eso es lo que más me importa en este momento. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos divertimos juntos.

-Por cierto. Hablé con Marco, aún no ha encontrado nada sobre lo de tu casa. –Habla de repente.

-Ah sí, lo había olvidado.

Qué extraño, había olvidado el chantaje, siendo tan importante, lo olvidé por completo. Bueno, en parte este viaje fue para olvidar el tema. Me tranquilizo porque no debo temer, mientras haga lo que diga, no pasará nada.

-Te avisaré cuando encuentre algo.

-Gracias hermano. –Mi voz es suave.

-Me iré a dormir. Buenas noches hermano.

-Buenas noches. –Respondo.

Asienta con la cabeza, tranquilo. Lo veo ingresar a la casa hasta que desaparezca. Luego miro las estrellas en el cielo, titilando sin parar.

Suena el teléfono, es un mensaje de texto.

Ya tengo planeado lo que harás para mí.

¿Qué quieres que haga?

Aún no. Te lo diré en la fiesta de tu novia.

Tengo claro el que no puedo huir de esto, al menos de esto no, solo puedo hacer lo que diga para que no se sepa nada. Pero en mí, surge una pregunta que hace dudar de mis acciones, la misma que me hago desde hace cinco años... Desde que empezaron mis problemas, ¿Hasta cuándo seguiré huyendo de la verdad?

Guardo el teléfono e ingreso a la casa. Abro la puerta de mi habitación, Karol ya está durmiendo. Me recuesto en la cama deseando algún día tener el valor de afrontar todo y poder decir la verdad sobre mí. Ante ese pensamiento de deseo, me duermo. 

 




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