Hilos Rojos

Capítulo 8

Sábado, 21 de abril del 2018.

 

—Mira, tu primero inténtalo. Ya si de plano no te deja; le dices triste que si entonces puedes ir a mi casa. Y te vas directo con Noel —explicó Rose en la puerta, antes de irse.

—Nathaniel —corregí.

—Como sea, me despides de tu mami.

— ¡Me mandas un mensaje cuando llegues a casa! —Le grité cuando ya estaba a unos metros de mí.

— ¡Mantén me informada! —gritó sin mirarme.

Cerré la puerta. Y mi madre apareció, me espanté y me toqué el pecho.

—Me asustaste.

—A mí me asustaron tus gritos —dijo con el entre cejo fruncido.

—Mami, perdón si te desperté.

—Ya estaba despierta —comentó bostezando un poco.

Mi madre se fue a la cocina. Y empezó sacar harina de Hot-Cakes. Ya podía saborear su exquisito sabor. Saqué su taza verde favorita, y le pregunté si quería que le preparase café, a lo que recibí un sí por respuesta. Lo comencé a preparar. Mientras lo hacía, se me ocurrió de una vez contarle lo de mi cita.

—Oye mamá. Verás que, hoy quería salir.

— ¿Con Rose? Por supuesto —Ya estaba lista la masa.

—No es con ella.

— ¿Entonces con alguna amiga tuya que no tenga aún el gusto de conocer?

—Quiero salir con un chico —confesé ya sin rodeos cuando tomaba la cuchara para revolver el café claro. La miré y ella estaba inmóvil mirándome— ¿Qué?

—Sí, ¡si puedes! —Emocionada, dejo la masa en la estufa y me abrazó—. Pensé que éste momento no llegaría, incluso llegué a pensar que eras lesbiana.

—Madre no seas exagerada —dije devolviéndole el abrazo.

—Bueno, es que jamás me hablas de hombres. Y pasas mucho tiempo con Rose.

—No estás hablando en serio ¿o sí?

— ¿Cuántos años tiene? —Olvidé preguntarle, mierda.

—Ay mami, te contaré después.

—Sharon dime ahora. Necesito saber que al menos no tiene más de 20 —Espero si tenga la edad que diré.

—Tiene 18. No es tanto —Ya había recién salido el primer hot-cake, lo tomé, y saqué algunas fresas.

—Es perfecto. ¿A dónde irán?

—A affogato.

— ¿De qué hora a qué hora?

— ¿Nos quieres espiar? —pregunté mientras nos servía a ambas nuestras respectivas tazas de café. Le di la suya. Tomó un poco, y prosiguió a seguir hablando.

—Es tu primera cita y no conozco al muchacho —suspiró—. Es eso, o que lo invites a la casa primero.

—De las cinco a las siete u ocho.

—Perfecto, y tranquila, no entraré. Sólo observaré de lejos.

Comencé a comer feliz. Agarré mi celular, y tecleé rápido lo sucedido.

Miraba en mi armario, que me debería poner. Sonaba Havana de Camila Cabello en mi celular, y me fue imposible no bailar mientras me ponía una blusa verde oscuro de terciopelo. Yo hago todo con música, bañarme, lavar trastes, comer, hacer tareas, caminar, vestirme, cagar. No lo puedo evitar. Amo la música, ella puede cambiar el mundo, porque puede cambiar a las personas. Me coloqué unos pantalones a la cintura. Me maquillé con un labial rojo y un delineado negro algo largo. Me miraba bella. Algo de perfume de rosas y para finalizar peine un poco mi cabello que era lacio, y un poco ondulado. Tomé mi mini mochila negra, y salí de mi cuarto. En el pasillo me topé a mi hermano, Asdrubal.

—No cabe duda que la gente cambia cuando se baña —comentó riendo— ¿A dónde vas?

—Voy a una cita.

— ¿Con un hombre? —Elevó las cejas extrañado, como si fuese algo imposible.

— ¡Sí! —dije ofendida con el entre cejo fruncido. Seguí mi camino. Bufé.

Bajé las escaleras con algo de prisa, esperando no encontrarme a mi madre. Pero ella ya estaba esperándome en la sala. En cuanto me vio se levantó. Me abrió la puerta y ni tiempo tuve de protestar. Al menos le pediría que me dejase una calle antes, para evitarme la vergüenza de que mi propia madre me lleve.



#43809 en Novela romántica
#20229 en Fantasía

En el texto hay: adolescentes, primer amor, hilos

Editado: 29.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.