Hilos Rojos

Capítulo 11

Sábado, 21 de abril del 2018.

El camino al parque fue corto. Hablamos un poco de mis raíces; y Sharon me dijo que yo necesitaba enseñarle inglés algún día.

—Sabes, se me da bien la pronunciación. Pero no puedo mantener una conversación.

—Cuando quieras te doy clases de inglés. Bueno excepto los días que terminan con s y o —Ella se quedó un momento pensando en las letras con las que terminaban los días de la semana. Y se empezó a reír.

— ¡Que malo! —rio—. Algún día tengo que aplicarla.

Nos bajamos finalmente del carro. Y empezamos a caminar juntos por el parque. La tarde era fresca, agradable. Vi a un señor que vendía algodones de azúcar.

— ¿Quieres uno? —Le pregunté a ella.

—No, son demasiado dulces —Asentí, y de igual manera me compré uno para mí color celeste.

— ¿Por qué no te gustan las cosas dulces?

—No lo sé. Quizás así me acostumbró mi familia. Prefiero mil veces lo salado. Aunque los chocolates jamás son rechazados.

—Yo soy más de sabores dulces. Pero trato de moderarme. Por la diabetes y esas cosas.

En silencio paseamos por fundidora. Llegamos a las bancas que están cerca del lago del mismo parque. Y nos sentamos juntos ahí. Sharon suspiró.

—No recordaba lo relajante que era venir y estar simplemente un rato aquí.

—Lo es, a veces me gusta tirarme en el pasto con mis amigos. Bueno, cuando había tiempo.

Ella me miró fijo a los ojos, pero a mí por alguna razón me intimidaba y me daba risa.

— ¡Resísteme la mirada! —decía ella entre risas.

—No puedo. Me da risa, no sé por qué.

— ¿Te pongo algo nervioso?

—Un poco, tal vez.

El viento soplaba algo fuerte. Todo el cabello de Sharon se le fue a la cara. He intercambiamos lugar, para que así no le molestará.

—Y dime, Nathaniel. ¿Sabes algo de los hilos que yo no?

—Pues, se algo que tal vez tu no sepas —Incliné ligeramente mi cabeza.

— ¿Y qué es eso que crees que yo no sé?

—El origen.

—A ver, según tú —Se sentó con su pierna izquierda debajo de su cuerpo. Más cómoda.

Yo me acerqué un poco más a ella. Como si alguien estuviera cerca de nosotros. Como si fuera un secreto que nos pusiera en riesgo. Como si alguien nos creyera.

—Bueno pasa que yo me llevó muy bien con mi abuelo. Y a él le gustan lo que son las leyendas y todo eso —Sharon a sentía, escuchándome atenta—. Yo un día le hablé de los hilos, que podía verlos.

— ¿Te creyó?

—Por supuesto. Incluso me preguntó si de casualidad tenía mi hilo roto —La chica bronceada se emocionó.

— ¿Y qué más?

—Él me dijo que era justo como una leyenda que él había leído. En esa hablaba de que cada año, nacían 6 personas que tendrían el privilegio o el desagrado de escoger a quien quisieran para su destino.

— ¿Cómo así? ¿Podemos tener a quién queramos? ¿Aún tenga el hilo esa persona? —cuestionó ella con curiosidad y asombro.

—Sí, si logramos que esa persona se enamore de nosotros. Poco a poco su hilo se hará más duro para nuestro tacto, hasta que podamos simplemente romperlo con nuestras propias manos.

—Pero que le sucedería a la persona del otro extremo.

— ¿Has escuchado de esas personas que mueren sin nunca haber tenido noviazgos o hijos? ¿Qué aparentemente nunca encontraron ese amor en sus vidas?

—Sí, siempre me pregunté qué sucedía con ellas.

—Pues una de dos. O tuvieron al amor de su vida frente a sus ojos y a pesar de que el destino los uniera una y otra vez, se negaron. O...

—Un desafortunado les robó a su amor —susurró Sharon, terminando lo que yo iba a decir.

—Sí —Miré a los patos frente a nosotros. Menos mal los animales no tienen hilos rojos. Quizás los tengan pero no los puedo ver. Verlos también los suyos sería otra tortura con la cual tendría que sobrellevar.

—Me has dejado pensando —admitió Sharon— ¿Tu serías capas de arrebatarle el amor de la vida a alguien? —preguntó volviendo a mirarme.

—Mierda, ¡no! —Respondí con rapidez, y junté mis manos—. No podría vivir con la culpa de que en realidad no era esa persona para mí. Muy apenas puedo besar a personas con sus hilos.

—Por dos. Excepto con lo de los besos.

El cielo comenzaba a oscurecerse. Y me recargué mejor en la banca gris. Pues mi brazo recargado en esta.

Sharon, vio mi brazo. Y después miró a otro lado, pensando un poco, en no lo sé... ¡Oh! Tal vez ella quiere acorrucarse en mí. Pero está pensando en si debe o no debe. Que adorable. ¿Cómo le digo que puede hacerlo?

Ella disimulada. Se empezó a hacer más a mi lado. Yo sólo la observaba.



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En el texto hay: adolescentes, primer amor, hilos

Editado: 29.09.2019

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