Hilos Rojos

Capítulo 18

Domingo, 22 de abril del 2018.

 

Rose se quedó callada un minuto, como meditando lo que me iba a decir. Pensando si regañarme o no.

—Bueno, avanzaste. No puedo regañarte porque tú eres algo más reservada, ¡pero yo ya me lo hubiera sambutido!

— ¡Rose! —Le regañé de nuevo.

—Es que date cuenta. Él está en las mismas que tú.

—Sí, lo sé, lo voy a intentar. Por primera vez no me siento mal en que me guste alguien. Siempre me distrae el hilo rojo que cuelga de todos los niños que me llegan a atraer.

—No imagino lo duro que ha de ser eso. Y cambiando de tema radicalmente —se paró de la cama—. Te pasaste.

— ¿De qué hablas?

—Olvidaste avisarme que tu hermano estaba en pelotas en tu casa —Me tapé la boca, y sonreí oreja a oreja. Creí que no había pasado eso, ya que no me lo hizo saber rápido. Sólo me aviso que había ido por su almohada —. No te rías Sharon, no es gracioso. Ay no, neta qué vergüenza con él.

—Lo lamento en serio —reí y me senté—. Fue mi error. ¿Quieres que hable con él? —Rose cruzó los brazos, y me miró.

— ¿Para?

—Conociéndote, seguro ni te disculpaste de haberlo visto desnudo —dije me rasqué ligeramente la nariz.

—Me conoces bien. De paso le pides la funda de mi almohada —Fruncí el ceño. ¿Cómo porqué tendría su funda? —No preguntes.

No protesté. Después de decir eso, le noté una ligera sonrisa de enamorada a Rose. La misma que pone cuando ve pasar a su profesor de matemáticas que tanto le gusta por su voz grave y notablemente norteña mexicana; o como cuando llevo pizza a su casa, y habré la caja. Sonrisas de amor, sonrisas pendejas.

—Así que, ¿por qué es esa sonrisita? —mencioné, y se engrandecieron sus mejillas.

—Es que, no lo sé. Me atrajo tu hermano. Y no sé si es porque se la vi, quiero pensar que es por eso. Ni siquiera es mi tipo de chico. Es más pequeño que yo, tanto de estatura como de edad —Chasqueé la lengua.

—Sólo un año.

—Tú sabes bien que me voy por los mayorcitos.

—Pero te gustó —Ahora la que sonreía como pendeja era yo.

—No me presiones; espera, tú nunca me presionas con los chicos. ¿Algo me ocultas? —Mierda.

—Estamos hablando de alguien con quien he vivido toda mi vida. Y te aprecio mucho, sería genial tenerte de cuñada —Por un momento me fulminó Rose, y luego elevó las cejas dándome la razón.

—Cierto. Tengo ventaja. A ver qué pasa cuando suceda —Comencé a reír a carcajadas. Cabe recalcar que esa frase me daba risa, pero risa bien, de esas que resuenan. No fue de esperarse, que nos vinieran a callar. Bueno a mí en especial.

La puerta se abrió. Hablando del rey de Roma.

—Sharon ya cállate el hocico, tan temprano y ya riéndote como retrasada, bájale dos rayitas a tu desmadre. Hay personas que disfrutamos de dormir —dijo Asdrubal ligeramente enojado, y con el cabello revuelto, y en bóxeres únicamente.

—Estúpido ponte algo o toca la puerta.

—Como si tu amiga no hubiese visto más —No hacía falta voltear a ver a la rubia a mi lado para saber que estaba cual tomate. Y finalmente mi hermano se fue sin esperar respuesta de ella.

Miré a Rose y nos echamos a reír de nuevo, pero está vez algo más bajo.

—Ay no que oso —admitió Rose—. Confirmado me gusta tu hermano, se vio tan adorable enojado y modorro.

« Me gusta tu hermano ». Música para mis oídos. Había estado esperando esas palabras desde el primer día que invité a ella a mi casa a cenar y me di cuenta de su hilo atado a mi Asdrubal.

 

 

 

 



#43809 en Novela romántica
#20234 en Fantasía

En el texto hay: adolescentes, primer amor, hilos

Editado: 29.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.