Estoy sentado en el estrado, desde donde estoy se puede ver a todas las personas, o hay muchas en la sala. De los que realmente me importan solo están Ismael y André. Trato de no mirarlos a la cara, no quiero que me vean quebrándome. Reprocho todo sentimiento y me muestro sereno y tranquilo, no quiero que se preocupen más por mí.
-Lea la carta en voz alta. -Su voz es severa, es el Fiscal.
Desdoblo la carta lentamente con mis manos temblorosas. Mi respiración es agitada, claramente estoy nervioso, pero trato de no hacerlo notar.
Cierro los ojos y respiro hondo para leerla, no lo había leído nunca. Solo la escribí, pero jamás pasó por mi cabeza la idea de leerla. Ni siquiera sé por qué la guardé. Abro los ojos y empiezo a leer.
-Parte de la vida está en errar, pero que pasa si el error es tan grave como el mío, si es que asesinar a un hombre se le llama error. ¿Qué hay que hacer para dejar de estar atormentado? ¿Cómo puedo aliviarme de ese dolor, de esa carga? No sé la respuesta, pero daría lo que fuera por saberla… Tal vez la sabría si hubiera hecho lo contrario a lo que dijo mi padre. Yo fui quien mató a ese hombre, no él. Yo debería pagar por ese crimen, pero él se empeña en que no me dejará solo en esto… Claro, como si fuera la primera vez que lo hace, al día de hoy ya no me hubiera importado, tanto tiempo sin hablar con él y piensa eso. Sólo necesito esperar, olvidar y tratar de superar, aunque no creo que sea tan fuerte como para hacerlo… -Mi voz es clara y precisa.
La sala queda en silencio.
-Bien… Tengo entendido que usted escribió la carta un mes después de lo ocurrido, ¿eso es verdad? –Pregunta el fiscal.
-Es correcto. –Respondo serenamente mientras vuelvo a doblar la carta.
-Muy bien… Ahora, si me permite. Me gustaría contar la historia que nos dio el señor Esteban Reátegui cuando fue arrestado. –Dice levantando un papel.
Asiento con la cabeza.
-Bueno, según el señor Esteban, todo comenzó cuando tenía que reunirse con dos hombres, estos le tenían que entregar unos documentos robados, ambos hombres recibirían partes por igual, o bueno, eso fue lo que les dijo él. Bien, el señor Esteban caminaba hacia el punto de encuentro mientras conversaba por teléfono. Sus intenciones eran claras, mataría a ambos hombres luego de que le entregaran los documentos. Pero una sorpresa fue para él cuando estos hombres lo interceptaron antes de llegar al punto de encuentro, los mismos hombres que debían entregarle los tan preciados documentos. Esteban sacó el arma que tenía guardado y le disparó a uno de ellos mientras el otro huía cobardemente… Esa fue la historia que contó su padre. –Dice mirándome.
Me mantengo en silencio, imaginándome y deseando que esa historia hubiera sido cierta.
-Ahora, lo que no logro entender es el porqué de su mentira. ¿Qué ganaba él? ¿Por qué un hombre que ha huido de la justicia por mucho tiempo se entregaría como si nada por su hijo al que ni siquiera conocía en carne y hueso?
-Deberías preguntárselo, me muero por saber la respuesta. –Respondo desafiante.
El hombre queda desconcertado ante mi comentario, no tiene ni la más remota idea de cuánto quiero saber la respuesta.
-No se preocupe, lo sabremos mañana. -Dice desafiante. O al menos lo intenta.
Sus palabras causan impresión en mí, pero no lo suficiente como para descolocarme. Soy yo el desesperado por rellenar este vacío emocional a falta de respuestas. De algún modo, todo esto me ayudará. Veo a Ismael a los ojos, mueve la cabeza. Está en completo desacuerdo, se levanta y sale de la sala. André se queda viéndolo mientras se va, luego me mira, su expresión es de preocupación.
-Señor Mateo, nos gustaría saber su versión de los hechos por favor. –Habla.
-Claro. –Y empiezo a contar mi historia, pero hay un gran cambio esta vez, ya no siento dolor.
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Editado: 04.11.2020