Hilos separados

Capítulo 3: De regreso.

Ha pasado una semana. 7 malditos días de desesperación y angustia. No entiendo la demora, todo esto es absurdo, pero tampoco puedo hacer nada al respecto. Las últimas palabras que dijo mi padre la última vez que lo vi me desconciertan, “Ayudaré a encontrarlos” pero ¿a quienes?

La puerta de la celda se abre. El sonido hace que despierte de mis pensamientos.

            -Lo necesitan en la sala de juicios. –Dice el policía mientras me pone las esposas detrás de la espalda.

Camino mientras el policía va detrás sosteniéndome de las manos esposadas. Miles de pensamientos pasan por mi cabeza, trato de controlarlos, pero es imposible. Es más fuerte que yo.

Llegamos a la sala, cruzamos la puerta y lo primero que veo es a mi padre sentado a un lado con un policía detrás. El policía que hay detrás de mí, me lleva hasta una mesa que hay frente al estrado. Me quita las esposas y me siento mientras se retira a un lado de la sala.

Volteo para ver a las personas que hay detrás. Logro visualizar a Ismael y André, ambos parecen preocupados, aunque traten de disimularlo.

Mis nervios aumentan a cada segundo, el pánico se apodera de mí, haciendo que mueva las manos sin control alguno.

            -La decisión fue tomada señor Mateo. –Espeta el fiscal.

Sus palabras hacen que el pánico se apodere de mí. Las manos me tiemblan aún más, no puedo evitar hacer notar mi nerviosismo.

            -Luego de una serie de investigaciones y tratos, se decidió que usted saldrá en libertad bajo una fianza de cien mil dólares. La cual debe ser pagada dentro de cinco días.

La emoción crece en mí cada vez más, haciendo que los nervios que sentí hace un momento se desvanezcan por completo, como si no lo hubiera estado. La alegría es tanta que no puedo evitar sonreír. Volteo hacia Ismael y André, quienes me miran más felices que nunca, celebran la noticia divertidos. Volteo mi mirada hacia mi padre y asiento con la cabeza mostrándole gratitud por lo que hizo, como si lo supiera. Habrá tiempo de hablar luego, aún hay algunas cosas que no tengo claro, pero quito de mi cabeza cualquier inquietud, es momento de estar feliz.

Solo pienso en mi madre, lo mucho que ha estado sufriendo y preocupándose. Había hecho que no la dejaran ingresar a la sala y prohibí cualquier visita suya en la celda. No la he visto en mucho tiempo y me muero por hablar con ella y disculparme por todo lo que hice…

Y Karol… De quien no he sabido nada desde que le dije la verdad. Muero por verla, pero temo por su rechazo. Es la única inquietud que dejo pasar por mi cabeza.

Unos momentos después, voy camino junto al policía que me sacó de la celda, pero esta vez no voy esposado, ni me sostiene del hombro. Soy libre.

Ismael y André me reciben felices, ambos con un cálido abrazo que me reconforta. Salimos del edificio y lo primero que encontramos fuera son periodistas, quienes me esperan como buitres desesperados por carne, se acercan rápidamente hacia nosotros, impidiendo seguir nuestro camino. Cientos de cámaras y micrófonos delante mío, pero no respondo a ninguno. No es a ellos a quien debo dar explicaciones. Un policía nos abre camino entre los periodistas hasta llegar al auto de Ismael. Una vez dentro del auto, siento un poco de paz. Me reconforta saber que pronto estaré en casa, sin nadie que me moleste.

Llegamos a mi casa, una conmoción surge en mí al ver a más periodistas fuera de ella. Más buitres que evitar. Ismael ingresa el auto a la cochera, una vez dentro cierra la puerta y bajamos del auto. Camino hacia la sala de estar, allí me encuentro con mi madre.

Ella corre a mi encuentro.

            -Perdóname, madre. –Le susurro mientras me da un cálido abrazo.

            -No eres una mala persona, yo lo sé. –Dice sollozando.

            -Te amo, madre. –Digo mientras una lágrima se escapa por mi mejilla.

            -Yo también te amo, hijo mío. –Y me da un beso en la mejilla.

            -Perdón que lo interrumpa, pero tenemos que hablar, Mateo. –Dice mi tío George.

Volteo hacia él y caminamos hacia mi despacho. Abro la puerta, ingresamos y nos sentamos en los muebles.

La sensación que tengo es extraña. Ha pasado un mes desde la última vez que estuve aquí, el último día que vi a Karol. De algún modo esperaba verla aquí de nuevo, que me esperara, pero no sucedió así. Me entristece, quiero salir a buscarla, muero por verla. La necesito.

            -Aun no encontramos a Santiago, por lo que me vi obligado a contratar seguridad para toda la familia. Incluso para André y su novia, sé lo mucho que te importan.

            -¿Qué hay de Karol? –Espeto.

            -Karol no está en la ciudad. Viajó hace dos semanas, pero no sabemos a dónde.

            -Qué? –Espeto. –Tío, te pedí que la cuidaras. –Lo miro a los ojos esperando su respuesta.

            -Contraté a alguien para que la busque. Mañana sabremos donde está. –Espeta.

            -Bien.

            -Mateo…

            -Quiero que Marco se encargue de mi seguridad. Hablaré con él.

            -Está bien, Mateo. Disfruta de tu libertad. –Se levanta y sale de la habitación dejándome solo.

Me mantengo en silencio mirando todo alrededor, a mi mente viene el recuerdo de cuando le dije la verdad a Karol. Estoy sentado en el mismo lugar donde estuvo ella, no puedo evitar sentirme triste. La soledad que siento en este momento me deprime aún más. Sin importar cuantas personas me esperen detrás de esa puerta, me seguiré sintiendo solo mientras Karol esté lejos de mí.

            -Hermano, ¿puedo pasar? -Ingresa Ismael sacándome de mis pensamientos.

            -Claro… -Respondo casi en susurro.

            -¿Estás bien? –Se acerca y se sienta.

            -Si hermano, solo estoy nostálgico…

            -Regresará. Ella te ama. –Dice en susurro.




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