Hilos separados

Capítulo 4: La despedida

Tengo 19 años. Acabo de terminar el dibujo que hice para Karol. Levanto el papel con ambas manos, poniéndolo en frente de mí para observar todos los detalles. Estoy muy orgulloso de lo que hice. Quedó espectacular.

Me levanto de mi asiento sin bajar el dibujo, camino hacia la ventana sin quitar la mirada del papel. Ante la luz exterior, se aprecia mejor.

Mi teléfono suena. Dejo el dibujo en la mesa y lo agarro, es Karol quien llama.

            -Hola hermosa. –Respondo sonriente.

            -Hola guapo, ¿puedes ir al parque? Hay algo que quiero mostrarte. –Se escucha emocionada.

            -Que coincidencia, yo también tengo que mostrarte algo.

            -Perfecto, te veo en una hora en el parque de siempre.

            -Está bien, te quiero.

            -Te quiero. –Y corta.

Dejo el teléfono en la mesa y vuelvo a levantar el dibujo para contemplarlo por segunda vez.

El teléfono vuelve a sonar. Esta vez no es Karol.

            -Si? –Contesto.

            -Mateo, soy tu tío George. –Se escucha ansioso.

            -Ah, hola tío. ¿Cómo has estado?

            -Todo va de maravilla. De hecho, te llamo para decirte que me acaba de llegar la respuesta a la solicitud que me pediste que envíe a la universidad. Te aceptaron…

Sus palabras causan emoción en mí, haciendo que salte por toda la habitación. Derribo algunas cosas, pero no le doy importancia, estoy muy emocionado como para preocuparme por cualquier objeto roto.

            -Tienes que venir hoy mismo. Hay una serie de documentos que completar y empezarás mañana mismo.

            -Irme hoy? –Espeto.

            -Si! Tienes que venir dentro de una cinco para ir por los documentos, de lo contrario le cederán tu puesto a alguien más.

            -Tío, no puedo.

            -¿Qué es lo que no puedes? –Espeta.

            -No puedo irme, aún es muy pronto. No pensé que tendría que irme tan pronto. Aún no hablo con Karol.

            -No me jodas Mateo, estamos hablando de tu futuro. No puedes desperdiciar esta oportunidad por un amor juvenil. ¿Sabes cuántos jóvenes quisieran estar en tu lugar? –Espeta.

            -Tío…

            -Mateo, esta es la oportunidad de tu vida, no la desperdicies, aprovéchala.

La idea de irme sin despedirme de Karol me aterra, no podría hacerle esto. No me lo perdonaría, pero esto es por lo que he estado esforzando por mucho tiempo, este es mi sueño. No puedo perder esta oportunidad. Sin importar nada, de esto depende mi futuro.

            -Hay un vuelo que sale dentro de cuarenta minutos, si lo tomas, llegarás a tiempo. No me defraudes, es tu futuro.

Respiro hondo para encontrar fuerzas.

            -Está bien, tío. Llegaré a tiempo. –Y cuelgo.

Pongo el celular devuelta en la mesa, corro hacia mi habitación y cojo una maleta del armario. La abro y saco la ropa necesaria del ropero, luego tendré tiempo de comprar lo que me haga falta. Pongo en la maleta todo lo que necesitaré. Rebusco entre los cajones, buscando algunos documentos importantes como mi identificación, entre algunos papeles encuentro la carta que escribí para Karol, la misma que dije en el altavoz del colegio. La guardo en la maleta y cierro.

Salgo de mi habitación jalando la maleta detrás mío. Me encuentro con mi madre y le cuento lo ocurrido, ella comprende y sabe lo mucho que me importa. Lo acepta y me da un beso de despedida. Salgo de la casa y camino en dirección al parque, donde debía encontrarme con Karol.

Llego al parque, veo a Karol a pocos metros de mí. Temo acercarme, pero no me quiero ir sin despedirme. Me acerco hacia ella, me mira confundida a cada paso que doy.

            -¿Y esa maleta? –Pregunta confundida.

            -Tengo que irme. –Respondo tratando de contener mi dolor.

            -Pero, ¿a dónde? –Espeta.

            -Recuerdas la universidad de la que te hablé?

No dice nada, se queda en silencio mirándome a los ojos, intentar contener las lágrimas, pero hay una que siempre se escapa sin importar lo que se haga. Cae por su mejilla.

            -¿Qué significa?

            -No lo sé… -Digo casi susurrando mientras bajo la cabeza.

            -Suerte, Mateo. –Se acerca y me da un beso en la mejilla. Luego se separa y se va sin agregar nada más.

Su silencio me quema, pero de algún modo es lo mejor.

Saco el teléfono de mi bolsillo izquierdo y llamo un taxi. Unos momentos después llega, subo y emprendo el camino hacia mi próxima vida, con la esperanza de que cumpla mi sueño.




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