Hilos separados

Capítulo 12: Mi error.

            -Santiago fue el culpable de la muerte de Ismael. –Digo serenamente.

            - ¿Cómo es que estás tan seguro? –Pregunta Karol

            -La noche anterior a su muerte, recibí una llamada de Santiago, donde me dijo que me quitaría todo lo que amo. –Cierro los ojos al recordar el momento.

Se recuesta en su asiento, asombrada por mis palabras. Me acerco a ella y le tomo de las manos.

            -Necesito saber cualquier indicio de su paradero. –Mi voz es suave.

            -Te juro qué si lo supiera, ya te lo habría dicho. –Responde.

Estoy seguro de eso, me lo habría dicho. Pero no puedo estar tranquilo con todo esto, Santiago demostró ser peligroso y alguien deber detenerlo. Y ese alguien voy a ser yo.

Alguien ingresa a la casa, haciendo que me sorprenda por su repentina aparición. Marco se prepara para cualquier cosa. Un hombre atraviesa la puerta, es el mismo hombre que vi junto a Karol aquella vez. El recuerdo hace que crecer el enojo en mí. Se acerca a nosotros sorprendido por nuestra presencia en aquella casa.

            -Mateo, él es mi primo David. –Dice sonriendo.

            - ¿Primo? –Mi asombro es tanto, que sonrío por mi reacción al verlos aquella vez. Debí quedarme a escuchar, soy un imbécil.

            -Un placer, Mateo. He escuchado muchas cosas sobre ti, todas buenas déjame decirte. –Estira la mano, esperando a que se la estreche.

            -Un placer, David. Perdóname por lo de la otra vez. –Digo estrechándole la mano.

            -No hay problema, quedó en el olvido. –Responde sonriente.

            -Señor, debemos irnos. –Dice Marco severamente.

            -Tienes razón. Karol prepara la maleta, nos vamos. –Le digo mirándola fijamente a los ojos.

            - ¿Irnos, a dónde? –Pregunta Karol, confundida.

            -A casa. –Respondo.

            -No puedo irme, no puedo dejar a mi tía y mi primo, así como si nada. –Se altera.

            -No pienso dejarte aquí.

            -Mateo… -Intenta decir algo.

            -Estarán bien, enviaré seguridad para protegerlos por si las dudas. –Interrumpo rápidamente.

Se queda un momento en silencio, pensando seriamente en lo que le dije. Respira hondo y habla.

            -Bien… Tardaré diez minutos.

Me acerco y le doy un cálido beso, mostrándole mi gratitud.

Diez minutos después, sale con una maleta no muy grande. Marco acude a su auxilio con la pesada maleta. Karol se despide de su tía y David.

- ¿Dónde está el auto? –Pregunta mirando alrededor.

-No hay auto. –Respondo.

Unos minutos después, llegamos al helicóptero, donde nos espera el otro miembro de seguridad. Subimos y en un momento después, ya estamos en el aire. Marco maneja como es el mejor en esto. Karol sujeta mi mano, nerviosa por la altura. Se la estrecho para hacerle sentir segura.

Al poco tiempo, llegamos al hangar. Cambiamos de vehículo, al auto en el que llegamos. Marco conduce esta vez, sabiendo que nos llevará a casa porque no hay nada que impedir.

El cielo empieza a oscurecer, el camino hacia casa se hace un poco pesado por el tráfico. En realidad, lo pesado es el pensamiento sobre lo que nos pueda pasar mientras estemos atorados en el tráfico. Pero poco a poco, empezamos a avanzar, llegando a casa sanos y salvos.

Una vez dentro de la fortaleza más segura del mundo, bajamos del auto.

            -En serio que no bromeabas sobre la seguridad. –Dice sorprendida.

            -Aquí estaremos a salvo. –Le digo tomándole de la mano.

Entramos a la casa, dentro nos reciben todos, quienes estaban muy preocupados por mi paradero.

            - Dónde caraj… -Intenta decir mi tío, pero se detiene al ver a Karol.

            -Hola a todos. –Dice Karol suavemente.

Natalia se le acerca y la abraza. Ambas conversan felices, mientras yo camino hacia las escaleras y subo a mi habitación.

            - ¿A dónde vas? –Pregunta mi madre.

            -Necesito descansar. –Respondo cansado sin voltear atrás.

Me alegra tener a Karol de vuelta, pero eso no quita de mi mente toda la culpa que siento. Soy culpable de la muerte de Ismael, lo repetiré una y otra vez para no olvidarlo. Viviré culpable por el resto de mi vida hasta encontrar a Santiago y hacerle pagar por todo el daño que causó.

Mis ojos están cansados, mientras camino por el pasillo me siento más cansado y débil a cada paso. Mi visión se nubla, mi respiración se hace lenta. Incapaz de resistir el peso de mi cuerpo, caigo al suelo.

            - ¡Mateo! -Logro escuchar apenas.

Cierro los ojos, quedando completamente inconsciente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.