Hilos separados

Capítulo 17: Un disparo más

Llegamos a la casa. Ahora solo hay seis hombres protegiéndola. La mayoría de la seguridad está buscando a Santiago y pidiendo videos de las cámaras de seguridad.

El auto se detiene, bajo con las ganas más bajas que he tenido. Mis pasos son lentos, mi ánimo bajo. Como si fuera un robot de juguete con las baterías agotadas. Ingreso a la casa, dentro hay un silencio absoluto. Sólo puedo escuchar mis pisadas.

            -Señor Mateo. –Aparece María de la cocina.

            - ¿Dónde están todos? –Pregunto.

            -Todos están en sus habitaciones, excepto la señorita Karol. Ella está en la biblioteca.

-Gracias. –Y subo las escaleras. Como están las cosas no tengo ánimos de seguir la discusión con Karol. Esperaré hasta mañana para hablar con ella.

Subo las escaleras a paso lento, no tengo prisa en llegar.

            - ¡Mateo! –Grita Karol, asustada.

Impactado por el repentino grito de Karol, volteo en desesperación sin saber de dónde viene.

Aparece por el pasillo que da hacia la biblioteca. Santiago le rodea el cuello con el brazo izquierdo que lo tiene empapado de sangre, mientras que con la mano derecha le apunta directamente en la cabeza, con un arma.

            -Te dije que te quitaría lo que más amas. –El tono de su voz es escalofriante.

Mierda. Siento una fuerte presión en el pecho, producto de la impotencia. Me lleno de rabia.

María aparece saliendo de la cocina, está asustada. No puede creer lo que ve. El resto de la familia aparecen, alarmados por el ruido. Todos se quedan atónitos ante la escena.

Marco aparece casi al instante, apunta a Santiago con el arma, preparado para cualquier cosa.

            -No te muevas. O le volaré la cabeza en pedazos. –Dice Mirando a Marco.

            -Señor… -Dice Marco esperando mis instrucciones.

            -Nadie se mueva. –Espeto en voz alta.

No puedo pensar con claridad. Ver a Karol con un arma apuntándole la cabeza, me siento impotente al no poder hacer nada para salvarla. Evalúo la situación. La única salida es hacer lo que dice.

            -Déjenme salir con uno de tus autos y te prometo que no le haré daño. –Habla, llamando mi atención. El tono con el que habla es perturbador.

            -S-Santiago, por favor. Eres mi mejor amigo. Suéltame y te prometo que te ayudaremos... Por favor. –Karol habla apenas, invadida por el miedo.

Él se ríe macabramente. No sé qué es lo que le causa tanta gracia, pero lo hace de una manera perversa. Irreconocible. Está demente.

-No puedo dejarte ir. Eres mi boleto de salida. –Vuelve a reír.

            - ¿Matarás a Karol? ¿Cómo mataste a Ismael? –Hablo de repente. Mi voz es quebradiza, por el enojo.

            -Yo no lo hice… ¡Baja el arma! –Grita mirando a Marco.

            -Marco, por favor. –Le suplico.

Él obedece. Aun sabiendo que es mejor no hacerlo, pone el arma en el suelo. Y levanta las manos en son de rendición.

            -Llévate el auto que hay fuera. Pero no lastimes a Karol.

            -Muy bien, Mateo. Así me gusta. Me gusta tenerte a mi merced. –Sonríe divertido.

Carajo. No puedo seguir escuchándolo. Contengo lo más que puedo mis ganas de abalanzarme contra él y molerlo a golpes. Por el bien de Karol, me controlo.

Camina lentamente hacia la salida. A medida que va saliendo, yo me voy acercando.

            -Karol, mi amor. Te amo. –Incapaz de contener mi dolor, dejo caer una lágrima. Impotente al no poder salvarla.

            -También te amo. –Dice soltando un par de lágrimas. Su dolor hace que me sienta culpable. Más de lo que ya lo soy.

Santiago arrastra a Karol con él, atraviesa la puerta y sale lentamente mientras Marco y yo nos acercamos al mismo ritmo. Cada vez está más cerca al auto, lo cual me aterra. No saber a dónde se la llevará hace que me duela más el pecho. Me llena de ira.

            - ¿A dónde te la llevarás? –Trago saliva, esperando temeroso su respuesta.

            -Lejos de ti. –Abre la puerta del copiloto e ingresa a Karol. Da la vuelta al auto sin dejar de apuntar a Marco y a mí, con el arma.

Dos guardaespaldas aparecen de repente. Sacan su arma rápidamente y apuntan a Santiago, impidiendo que suba al auto. Él apunta a Karol mientras me mira, me amenaza silenciosamente.

            -Bajen las armas. ¡Ahora! –Grito.

Ambos obedecen. Dejan las armas en el suelo y levantan las manos por detrás de la cabeza.

            -Abran las puertas. –Dice mientras sube al auto y lo enciende.

Cierro los puños con fuerza. No sé qué más hacer.

Las puertas se abren. Los hombres de afuera se hacen a un lado. No saben lo que ocurre hasta que ven a sus compañeros con las manos levantadas. Todos bajan las armas al ver lo que ocurre.

Vaya equipo de seguridad el que tengo. Completamente incompetentes. Grupo de imbéciles.

            -Si veo un auto siguiéndonos, dispararé. –Amenaza.

Santiago pone en marcha el auto, lo veo irse junto al amor de mi vida. Sin poder hacer nada. Mi enojo crece, causándome un dolor en el pecho, insoportable. La idea de no volver a ver a Karol me aterra. Me quema.

            -Marco. Dime por favor que el auto tiene rastreador. –Digo mirándolo a los ojos.

            -Claro que sí, señor. –Y corre a buscar la Tablet.

            -Que alguien me explique, ¿Cómo carajo pudo ingresar habiendo seis hombres armados en la entrada?

            -Señor. –Marco tiene el auto listo.

Subo rápidamente al asiento del copiloto. Marco acelera automáticamente una vez este dentro.

            -Se dirigen al norte. –Me entrega la Tablet.

            -Avisa a todos de la situación. Dales la ruta y que se dirijan allí rápidamente.

            -Sí, señor. –Responde.

            -También avisa a la policía. Necesitaremos toda la ayuda disponible.




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