Los días pasan volando. En un abrir y cerrar de ojos, llegó el día de la boda. El día más esperado por mí y por Karol.
Me ato la corbata frente al espejo. Estoy solo en la habitación.
Por Dios. Soy el novio más guapo. Aunque suene mal que yo mismo lo diga, pero vamos. Es obvio.
Termino de atar el nudo y me arreglo la camisa. Paso mi mano por encima del saco, alisando cualquier arruga.
- ¿Listo? –Mi madre aparece en la habitación.
-Por supuesto, mamá. –Le digo suavemente mientras me acerco.
-Estás muy apuesto. –Dice mientras una lágrima cae por su mejilla.
-Mamá… –Saco el pañuelo del saco y se lo entrego.
-Perdóname, no lo puedo evitar. –Sonríe con ternura mientras se seca la mejilla húmeda.
-Te entiendo, madre. También estoy emocionado. –La abrazo.
-Bien. Te dejaré terminar de prepararte. –Me entrega el pañuelo y sale de la habitación.
Vuelvo a quedarme solo en la habitación. Frente al espejo, terminando de arreglarme. Cojo una rosa blanca de la mesita y la pongo en el bolsillo del saco. La muevo buscando la mejor posición, de modo que quede deslumbrante. Al final logro acomodarla.
Perfecto.
Respiro hondo. Trato de calmar mi respiración, que está agitada por la emoción. Mi corazón está acelerado. Miles de pensamientos pasan por mi cabeza. Me preocupa que no salga perfecto, que surja algún imprevisto o que llegue un viento fuerte y se lleve todo.
Carajo, Mateo. ¡Cálmate! Todo saldrá bien.
Salgo de la habitación. Camino por el pasillo, inhalando y exhalando seguidamente. Intentando calmar mis nervios. Bajo las escaleras lentamente y salgo de la casa. Fuera me recibe la brisa fresca de la mañana. El sol está radiante, las olas calmadas. Respiro hondo un poco de aire fresco. Todos los invitados esperan sentados en sus respectivos asientos. Todos llevan algo blanco, puesto. Es algo que decidió Simona.
Ojeo la decoración una vez más. Las sillas están decoradas con pequeñas flores blancas, alineadas a la perfección, separadas en dos grupos. Dejando un espacio entre las sillas, donde hay un camino de pétalos blancos encima de la arena que llevan al altar, detrás está el muro de flores. Diversas flores exóticas de diferentes tamaños, todas de color blanco. Son la atracción principal, mientras Karol y yo no estemos delante.
Carajo. Simona se lució por tercera vez.
Camino por encima de los pétalos en el suelo. Los invitados hablan entre ellos, algunos voltean a mirarme.
María está junto a Marco, ambos conversan felices. Al fondo veo a Lola, mi secretaria. Coquetea con Sebastián, el encargado del personal de seguridad. A un lado, están algunos amigos, socios de trabajo. Conversan, seguramente de trabajo. Tienen que divertirse más.
Haré que se diviertan.
Llego al altar. Pongo las manos detrás de la espalda y ergo mi cuerpo. Trato de relajar mi cuerpo. Estoy muy tenso.
Mi respiración vuelve a agitarse, la ansiedad trata de tener control sobre mí. Pero hago lo posible para mantener el control de mis emociones. No he visto a Karol desde ayer. Muero por verla.
Sé paciente, Mateo. Se pone bella para ti.
No puedo evitar sentirme triste al recordar que Ismael no está aquí para celebrar conmigo. Mi hermano, lo hecho mucho de menos.
Ese sentimiento permanecerá por mucho tiempo. Seguiré sintiéndome culpable, pese a lo que me digan Karol o el resto de la familia.
Empieza a sonar la pieza para que ingrese la novia. Mi novia. Mi futura esposa.
Volteo inmediatamente, buscándola con la mirada. La veo a lo lejos. Lleva el pelo recogido, el vestido le queda hermoso. Resalta su figura. Apenas y puedo verle el rostro con claridad, pero sé que está más hermosa que nunca. De eso no tengo ni una pizca de duda.
Camina lentamente, va del brazo de su padre, Karl. Siento que se tarda una eternidad para llegar hasta mí. La quiero cerca. Lo más rápido posible.
Incapaz de contener toda la emoción que siento dentro, dejo caer una lágrima, mientras sonrío conmovido por el momento.
Odio ser tan débil emocionalmente, pero esto lo amerita.
Llega hasta a mí. Karl asienta con la cabeza elegantemente.
-Cuídala más que a nada, por favor. –Habla intimidante.
Karol expresa vergüenza.
-Se lo prometo. –Le doy un pequeño golpecito en el hombro.
Karl sonríe y se hace a un lado.
Por fin puedo verle el rostro a Karol, aunque no claramente. Aun así, aprecio su belleza. No encuentro las palabras precisas para describir toda su belleza. Me deshago ante su rostro.
-Estás hermosa. –Le susurro.
-Y tú. Tú estás bien. –Bromea.
-Lo sé. Estoy guapo. –Sonrío.
Me muestra una sonrisa divertida. Se ve demasiado hermosa cuando sonríe.
André está de pie, detrás de mí y Natalia está detrás de Karol, con el ramo en las manos. Ambos sonríen de emoción.
El padre empieza a decir algunas palabras. No presto mucha atención a lo que dice. Me pierdo en la hermosura de Karol.
-Pueden decir sus votos. –Escucho al final.
Agarro el aro y respiro hondo. Controlo mis nervios. Cada palabra debe ser perfecta.
-Karol Díaz. –Tomo su mano y empiezo el discurso–. Juro ante Dios, ser tu fiel compañero en la salud y la enfermedad. Prometo amarte incondicionalmente, honrarte como nadie más lo hizo y cuidarte de todo mal… Me entrego ante ti, en cuerpo y alma. Eres dueña de mi corazón. Hasta que la muerte nos separe. –Inserto el aro en su dedo. Encaja a la perfección.
A cada palabra que decía, veía lo mucho que le costaba contener sus lágrimas. Se aguanta porque no quiere arruinar el momento. Aprecio eso. La amo por eso.
Ahora es su turno de hablar.
Agarra el aro. Sujeta mi mano izquierda y empieza.
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secretos de un pasado y presente oscuro, amor lejos, secretos familares
Editado: 04.11.2020