Himalia: Melodías para la luna

11 de abril

Aquel soleado aunque fresco día, Himalia se preparaba para su jornada de ensayo. La joven estaba realmente nerviosa por su próxima presentación, especialmente porque haría un solo de chelo esa noche. La chelista respiró profundo mientras se veía en el espejo y se hablaba a sí misma como si intentara darse ánimos. 

«Tú puedes, Himalia. Ya lo has hecho antes y todo ha salido a la perfección. No tengas miedo, además, esta presentación será en honor a Athan y por su pronta liberación de ese maldito hechizo de plata», pensó. 

Mientras terminaba de cepillar su cabello y verse en el espejo, su padre llamó a la puerta para ir al auditorio. Todo debía estar listo para aquella tarde. Antes de salir, Erastos preguntó —¿Todo en orden? 

—Sí —comentó Himalia pensando que su padre preguntaba acerca de la presentación —Estoy un poco nerviosa, pero sé que todo saldrá bien. 

—Hablo de tu amigo de la cabaña. ¿Crees que puedas llegar a tiempo y cumplirle esta noche? 

—Todo está bajo control, padre. Athan estará bien. 

Erastos vio a su hija muy tranquila y confiada, por lo que decidió no hablar más al respecto. Los Demopoulos salieron de casa en dirección al auditorio, en donde los compañeros de Himalia esperaban pacientemente por el director. 

Leónidas, quien estaba un tanto apartado del grupo, vio llegar a su amiga junto al gran Erastos. Sonrió levemente, pues tenía una noticia muy buena que darle. 

—¡Himalia! ¡Aquí estoy! —gritaba Leo mientras agitaba sus brazos en su desesperado intento por ser visto.

Erastos señaló a Leo para que Himalia pudiera hallarlo. La chica corrió hasta acercarse a su amigo y le preguntó —¿Qué pasa? Te veo muy emocionado. 

—El próximo mes presentaré una pieza musical de mi autoría en Portugal, y pensaba si tú puedes asistir conmigo al concierto. 

Himalia sintió tanta felicidad al escuchar que su amigo estaba triunfando en el mundo de la música clásica, que no pudo contenerse y se abalanzó para abrazar a Leónidas y felicitarlo por ese logro que tanto le había costado. 

—¿Cuándo te presentarás? —preguntó la chelista. 

—El 17 de mayo. 

A lo que Himalia comentó —¡Cuenta conmigo!

Finalmente, el director y su sobrino habían llegado al auditorio para ensayar y prepararse. Luego de varias horas, los músicos se prepararon para la función que, por fin, estaba a punto de comenzar. 

En el preciso instante que el público aplaudía, Himalia y Leónidas se miraban con nervios, pero dispuestos a hacer lo que tanto amaban: la música. 

Las cortinas de color vinotinto lentamente se abrían y el director saludaba al público, que muy silencioso luego de aplaudir, se disponía a diusfrutar de tan magnífico evento. Los músicos iniciaron en cuanto Aquiles, el director, dio la señal. 

Pasada la media hora, Himalia se preparaba pues, el solo de chelo estaba por comenzar. La joven, quien estaba muy concentrada, pensaba en esa presentación como una dedicatoria para Athan. 

Himalia tocó el chelo con mucha pasión, como si quisiera que las notas llegaran a oídos de Athan esa noche en aquel enorme teatro. Sus padres y todo el público observaba detenidamente a la talentosa chica de cabello plateado y tez delgada. Veían como Himalia se entregaba por completo a su arte, haciendo de este una excelente obra que, sin duda, el público jamás olvidaría. 

Al terminar el solo, el resto de la orquesta seguía con su labor hasta terminar la presentación. Luego, los músicos se pusieron de pie y junto a su director, saludaron al público que aplaudía fuertemente, encantados y enamorados de la reciente función. 

Himalia buscaba a sus padres entre la multitud, pero en ese momento, vio a un hombre en lo más alto, junto a uno de los enormes ventanales de cristal que decoraban el teatro. 

Sorprendida, al ver que estaba encapuchado y completamente envuelto en tela, la chelista supo que Athan estuvo presente todo el tiempo observando la presentación. 

Aquel hombre abandonó el teatro y regresó a la cabaña para esperar por ella. Minutos más tarde, Himalia llegó a la morada de Athan en compañía de su padre. La mujer no podía creer que el ermitaño se había aventurado a llegar al teatro para apreciar la función. 

Rápidamente, la joven tomó el violín y caminó hasta la parte trasera del lugar en donde Athan observaba la luna sentado desde la enorme roca. 

—No creí que asistirías, me sorprendió verte en el teatro hace un rato. 

—Quería verte en el escenario y llegué a tiempo para ver tu solo —comentó Athan sin despegar su mirada de la luna —eso fue majestuoso, Himalia. Te felicito, a pesar de escucharte tocar el violín todas estas noches, hoy tuve el honor de presenciar lo que sin duda ha sido una verdadera obra de arte. —Athan halagaba a Himalia por su talento con el chelo —eres grandiosa. 

—¡Gracias!  

Himalia tomó asiento y como de costumbre, comenzó a tocar el violín. Athan le reveló que amaba las historias de terror y ella amaba la ciencia ficción. 

Cuando Himalia terminó de tocar, le preguntó a Athan muy sorprendida —¿Por qué no me dijiste que ibas al concierto? 



#9267 en Fantasía

En el texto hay: amor, amistad, hechizo

Editado: 10.09.2022

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