Historia #2: Heridas

Llamando sin querer la atención

En el autobús de camino al instituto sucedieron un par de cosas que se salieron del común denominador.

Primero que nada, al subir al autobús, el conductor pareció asombrado al verme, como si estuviese viendo algo increíble.

Aunque su mirada no era tanto a mi persona, como a mi cabello; ayer lo había cortado.

Había una gran diferencia, era cierto, pero no creía que fuese a ser tan... notorio.

Antes mi cabello caía por sobre mis ojos y orejas, lo traía sin cuidado y en general, ahora que lo pienso, era espeluznante.

Sin embargo, ahora estaba lo suficientemente corto como para que entrara en el rango de lo normal y así no chocar con las supuestas normas, pero al mismo tiempo también conservé parte de su escencia anterior.

Supongo que ver lo que había debajo de una maraña de cabello negro fue suficiente para dejar una memoria en la mente del conductor.

Era eso o era que se le estaban torciendo las tuercas.

En cualquier caso, el segundo acontecimiento tiene que ver con el primero también.

Pero en este caso el primer sorprendido fui yo al darme cuenta de que al cambiar mi imagen, que no fue otra cosa que tomarme la molestia de arreglarme, había perdido mi perfil bajo y por consecuencia ya no era invisible a la conciencia de los demás.

Varios rostros dejaron por un momento las pantallas de sus móviles para lanzarme una mirada casi que al mismo tiempo. Luego un par de murmullos ininteligibles.

Traté de no hacer caso a nadie y tomé asiento. Miré por la ventana y entonces la vista del campo de girasoles me sirvió de escape mental como era de costumbre.

Varios minutos más tarde, el autobús se detuvo, recogió a alguien y siguió su marcha.

Merlín había subido y ya estaba en camino a tomar asiento a mi lado. Era la única que no mostró una reacción hacia mi apariencia, obviamente porque ya la había visto ayer.

Luego de que se sentara, nuevamente un par de miradas curiosas se dirigieron hacía nosotros.

ー Presiento que será un día bastante largo,ーdije genuinamente agotado y algo molesto.

¿Qué le pasa a la gente? Todo un semestre subiendo al autobús con estas mismas personas que nunca habían reparado en mi existencia, y de pronto un corte diferente logra desconectarlos de sus pantallas.

Era ridículo. Pero era la generación en que vivía justo ahora. Incapaces de ver o olfatear un cadáver que estaba frente a ellos.

ー Puede ser que se deba a que finalmente le pueden ver el rostro a su compañero de instituto,ーcomentó Merlín.

Luego de decir esto, ella sacó de su bolso lo que parecía ser su desayuno, el cuál dividió en dos y de los cuales me pasó un pedazo.

ー ¿Estás segura?ーle pregunté.

No paso a creer que con la mitad del desayuno le vaya a bastar hasta el receso del mediodía.

Tampoco creo que yo vaya a aguantar...

Pero no quiero que le vaya a dar algo por mi culpa. Tenía planeado comprar algo antes de entrar al instituto para comer...

La comida que venden por fuera del instituto siempre es más barata que la que tienen en las cafeterías...

ー Claro que está bien, además, seguro que eres de esos que compran comida antes de entrar a clases...ーrespondió ella.

¡Me leyó la mente!

Poco más sucedió hasta llegar al instituto.
Supuse que las miradas extrañas no iban a cesar hoy, por lo que omitiré cualquier comentario acerca de esto si se repite...

Merlín se adelantó a entrar a clases mientras yo compraba el segundo desayuno: un sándwich tamaño mediano.

Antes de entrar, estando frente a la puerta del salón, suspiré y mentalmente me di ánimos.

Al abrir la puerta, sucedió lo que obviamente iba a sucederle a cualquiera: todos los alumnos, incluido el profesor, levantaron la mirada y la fijaron en mi persona.

¿Aquí es la parte donde cierro la puerta y me regreso a mi casa?

ー Oh, tú debes ser el alumno del asiento vacío al fondo,ーdijo el profesorー¿te molestaría presentarte a la clase?

De hecho ya deberían conocerme, estuve aquí el semestre pasado...

Describir a los estudiantes del salón sería caer en la repetición. Eran en su mayoría más chicas que chicos y sus aspectos eran comunes y promedios.

La única que destacaba sobre las demás cabezas era Merlín, cuyo cabello era de un color azul oscuro.

Me hice a oídos sordos del profesor y en lugar de presentarme, fui a tomar mi lugar al fondo del salón.

Ignoré las miradas que hasta hace seis meses antes nunca habían reparado en mi existencia. Esa también era parte de la razón por las que no me iba la vida en detallarlos.

Por cierto, casualmente Merlín estaba sentada al lado mío.

ー Y así, don simpático hace su entrada,ーcomentó Merlín con una sonrisa irónica en su rostro.

Levantando mi pulgar en su dirección, saqué mis cuadernos y entré en modo estudiante.

El profesor continuó su clase después de eso. Y como cualquier clase normal de cualquier instituto normal: no sucedió nada relevante que debiera ser comentado en esta narración.

El receso finalmente llegó al mediodía.
Los estudiantes se dividieron en varios grupos: los que caminaban por los pasillos, los que salieron al patio y los que fueron a hacer fila en la cafetería.

El último grupo para mi era el más lamentable. Fácilmente podías pasar todo el receso en esa fila y aún volver al salón sin haber podido comprar nada.

Merlín y yo nos sentamos en el patio a almorzar humildemente y en silencio.

A pesar de ser extrovertida, su capacidad para adaptarse al silecio de un monigote como yo le suma muchos puntos.

Sin embargo, nuestro silencio también se debía a la actitud de los demás estudiantes. Discreción era algo que al parecer no conocían.

Básicamente todo el patio nos estaba observando.

Las chicas pasaban en grupos de vez en cuando con claras intenciones de escuchar de qué hablamos. Los chicos, menos discretos aún, lanzaban dos tipos de miradas en nuestra dirección: una de atracción hacía Merlín y otra de molestia que caía sobre mí.



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En el texto hay: adolescentes, amor, saludmental

Editado: 28.12.2025

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