Historia #2: Heridas

El valor de las cosas

Estuve rondando por ahí hasta que finalmente el timbre de salida hizo que los estudiantes salieran en desbandada del instituto.

Entre la multitud de gente logré avistar a Merlín y ella a su vez también me vio.

ー ¿Me perdí de algo?ーle pregunté en relación a las clases.

ー De cinco emocionantes horas de escribir y escuchar al profesor...ーrespondió ella.

ー ¡Oh no! Qué lástima...

Luego de este intercambio de sarcasmo, fuimos en busca de los ya anunciados helados.

Había una tienda cerca de la estación de autobús, pero no pudimos subirnos al primero que salía porque no dejaban comer dentro del automóvil.

ー ¿Puedo copiar tus apuntes de hoy?

No podía quedarme atrás en las clases.
Aunque sentía que no aprendía o entendia tanto como si estuviese en el aula misma.

ー Claro que yes,ーrespondió Merlín, quién parecía estar gozando genuinamente de su helado.

Usualmente yo no le encontraba mucho sabor o gusto a las cosas, era casi como si fuesen insípidas e incluso amargas a mi paladar.

Pero esto solo sucedía bajo ciertas condiciones.

Una excepción a esta regla fueron los bizcochos que Merlín me dio el día que nos conocimos. Otra excepción era este helado que estaba comiendo justo ahora.

Cuando le comenté a Merlín esto, el otro autobús llegó, y habiendo acabado nuestros helados nos subimos. Ella tomó el asiento del lado de la ventana.

ー Hmm, estoy segura de que podrías responderte eso tú mismo si lo analizas bien,ーuna mirada que parecía estar retandome acompañó a esta respuesta.

ー Aguafiestas.

ー Hagamos algo,ーpropuso ella,ーsi me das la respuesta correcta a tu dilema, mañana te llevo un bento para el almuerzo.

ー Hecho.

Una vez que acepté la propuesta, ella se volvió para mirar hacía fuera. Era la señal de que el tiempo para pensar había llegado.

Sin embargo, la cuestión no era difícil en si, tenía varias ideas, solo tenía que conectar una con otra y tendría mi respuesta.

Lo primero que noté es que la mayoría de veces en que era conciente de que la comida no tenía gusto también eran las veces en que estaba solo.

El desayuno en casa, y cuando solía almorzar sólo en el patio de receso, y de vuelta en casa para la cena.

Pero esto no había sido siempre así.

Recuerdo el gusto de cada comida que compartí con mamá y papá.
El cambio vino cuando ellos ya no estuvieron más.

Estar rodeado de gente en el instituto no le daba gusto a mi comida, por lo que "cualquier persona" no valía para cumplir con la condición de que comer acompañado solucionaba el problema.

ー Creo que tengo la respuesta,ーdije inconscientemente.

Merlín me miró de reojo expectante.

En resumen, cuando disfruto genuinamente de estar con otros, y en mi caso actual con Merlin, es cuando le encuentro gusto a las cosas.

Si estar sólo pintaba de blanco y negro el paisaje.
Entonces había quienes llegaban y le daban color.

ー Gracias,ーfue todo lo que dije.

Ella sonrió sin despegar su mirada de la ventana.

Si pero, ¿y mi bento...?

Había aprendido a ver el mundo de colores estando con Merlín.
Pero aún debía aprender a ver los colores estando sólo.



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En el texto hay: adolescentes, amor, saludmental

Editado: 28.12.2025

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