Eran pasadas las doce de la noche cuando finalmente decidí levantarme de la colchoneta.
A pesar de que todos nos acostamos temprano por el cansancio, pasé por lo menos cuatro horas en vilo, fingiendo que dormía.
A mitad de esta vigilia, Ozzil se levantó y se fue silenciosamente por un lado de la habitación. Al principio pensé que quizás iba al baño. Pero cuando se tardó más de lo normal, supuse que era alguna otra cosa.
Mucho más temprano parecía inquieto por algo, pero no tuve la oportunidad de preguntarle por qué.
Un par de minutos después, escuché que cerca mía, alguien se había levantado también. Dejé que la persona saliera de la habitación y luego al revisar discimuladamente, me fijé que Rigel y Lynn aún seguían durmiendo.
Al principio, no me pareció nada fuera de lo común. Volví a asignarle a mi pensamiento la idea de que la presidenta iba al baño. Sin embargo, esa idea fue desapareciendo conforme el tiempo siguió pasando y no regresaba.
Había dos opciones: o el baño quedaba en Kuala Lumpur, Malasia, o había algo más ocurriendo. Y yo estaba segura de que el baño estaba a la vuelta de la habitación.
Yo si necesitaba ir al baño.
Me levanté despacio y sin hacer mucho ruido, caminé sobre la punta de mis pies y me aparté de la habitación.
Si me hubiese fijado mejor, cómo quizá lo haría Ozzil, me habría dado cuenta de que por la irregularidad de una de las respiraciones en la habitación, otra persona había estado despierta todo el rato. Y si me hubiese dado la vuelta en el momento preciso, me habría encontrado con los ojos marrones de Rigel clavados en mi espalda.
Ozzil lo llamaba: Observar y ser consciente de los alrededores.
De hecho, él mismo fue quién más tarde me explicaría esto mismo que acabo de decirles.
Luego de que saliera del baño, deduje que Ozzil estaba en algún lugar del edificio cavilando y metido en si mismo. Las posibilidades se reducían cuanto más lo conocías. Por lo que aposté por ir a revisar cerca de las ventanas que tenían vista al exterior.
Nunca me pregunté que haría o que explicación le daría si me llegaba a cruzar con él antes, pero supuse que tampoco tendría que preocuparme por eso. Seguramente él mismo me lo explicaría.
Nada de esto sucedió.
Lo encontré al poco tiempo en el lugar que supuse que debía estar: cerca de una de las ventanas que daba con vista a la playa. La luz de la luna lo iluminaba de manera tal que con su piel pálida, parecía un fantasma con todas las de la ley.
Me detuve de dar un paso más cuando vi a nuestra segunda fugada de la noche cerca de él. Me agaché para que el sillón que había de por medio me cubriera y asomé la cabeza para tratar de escuchar mejor.
—...sin mirar nada de esto como un compromiso a responderme—había llegado tarde y Priscila ya había terminado de hablar.
—Lo has formalizado tanto que ahora empiezo a dudar de lo que creo que quieres que yo entienda que significa eso que me has dicho—Ozzil no despegaba su mirada del ventanal. Su tono de voz era diferente al usual.
Cuando digo esto quiero decir que, Ozzil suele variar la manera en que habla con cada persona. Con nosotros en el club hablaba de una manera más amistosa y a la vez reservada, pero ese no era él. Con otros estudiantes solía mostrar una amabilidad ensayada, pero ese no era él. Cuando hablábamos entre nosotros, mostraba entusiasmo y comodidad, libertad para expresarse como de verdad desea hacerlo, pero aún así, faltaba una parte de él ahí.
Y esa parte estaba ahora presente en su voz. Es difícil tratar de describirlo. Pero parecía alguien totalmente distinto. Sus palabras, aunque no lo insinuaran, parecían levantar una muralla entre él y la presidenta. Había en sus palabras una seriedad elaborada, cada frase que formaba parecía implicar muchas más cosas que las que simplemente se oían.
Estaban rodeadas de una densa oscuridad recubierta de espinas.
El discurso de Ozzil se tornaba en una retórica astuta que parecía no dejar puntos ciegos ni debilidad alguna a la vista.
—¿Y tu esperas que yo me crea que no has entendido mis palabras?—replicó la presidenta—Probablemente ya las sabías incluso antes de que yo dijera nada. No me molesté en disimular nada en ningún momento. Hasta el más obtuso podría sospechar algo.
Finalmente Ozzil se giró para mirarla directamente a la cara. Y ahí estaba de nuevo, una expresión que pocas veces o ninguna, en realidad, había visto en él.
La presidenta se envaró y a mi me entró un escalofrío.
Sin embargo, tan pronto como apareció esa mirada, así también se borró, y en cambio adoptó una expresión y una sonrisa más amable hacia ella.
—Tienes razón, ignorar lo que se ve a simple vista sería grosero de mi parte, así que por eso...—Ozzil entonces hizo una reverencia hacía ella, cosa que fue más sorprendente que todo lo anterior incluso—no puedo más que estar agradecido por esas palabras tan honestas y esos sentimientos que tienes por mí.
Mi corazón se aceleró en el momento en que caí en cuenta de qué estaba hablando. Yo no debía estar escuchando esto. Deseé desaparecer de allí como por arte de magia.
—Pero...—continuó—no puedo corresponder tus sentimientos. Lo siento.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar por varios segundos.
—Está bien—finalmente, con un tono de voz sereno y una expresión compuesta, la presidenta le devolvió una sonrisa a Ozzil—gracias por haberme dado una respuesta honesta.
Él seguía en la postura de reverencia, medio cuerpo doblado y mirando hacía el suelo.
—¿Quiere decir...—siguió hablando la presidenta—que ya tienes una respuesta también para tu otro dilema?
Nuevamente un silencio artificial en la sala.
—Si. Mi mente y corazón han llegado a una resolución—con esto, volvió a su postura normal y encaró a la presidenta.
Ella extendió su mano y él la estrechó en un apretón de manos, como si acabaran de concluir un negocio.