Historia #2: Heridas

A la luz de la luna I

Nos apartamos del edificio y nos acercamos a la orilla de la playa, lo suficientemente cerca como para reflajarnos en el agua, pero no tanto como para que nos mojara los pies el oleaje.

Yo iba caminando detrás de un silencioso Ozzil, cuyas huellas en la arena eran como un pisé para mí.

Su espalda por algún motivo me parecía más ancha. Su forma de caminar y su silencio me parecían ajenos. Llegué a sentir que estaba con un extraño. Que no era el mismo Ozzil de esta mañana.

Estaba cambiando... No, no estaba. Ya había cambiado. Era diferente de como solía ser en su porte y en sus palabras. Y aunque me asustaba la idea, era algo bueno.

La grandeza de una persona se mide por su capacidad para cambiar.

El tiempo que a una persona le toma cambiar varia. Algunas tardan años, otras tardan meses. Un par de horas también puede darle un giro a la vida de alguien.

Pero en esencia, seguía siendo él. Sus ojos oscuros y desganados. Su apatía al caminar o gesticular. Sus palabras estudiadas multitud de veces antes de decirlas. Y aún hay algo más, que siempre ha estado presente en él desde el día que lo conocí.

Finalmente se detuvo y se dió la vuelta hacia el mar. La luna estaba justo sobre nosotros, reflejada como destellos blancos sobre las ondas del mar, acompañados por las estrellas que llenaban el cielo.

—¿Cuánto alcanzaste a oír?—Ozzil rompió el silencio con estas palabras.

Un sentimiento de culpa volvió a apoderarse de mí. Sabía que no debí quedarme a escuchar.

—No escuché todo lo que dijo Priscila, solo sus últimas palabras, y de ahí en adelante, solo lo que respondiste hasta que ella se fue.

Ozzil sopesó mi respuesta con sus ojos cerrados. Podía ver inquietud en sus manos que no paraba de mover en pequeños y cortos gestos.

Bueno, por lo menos los dos teníamos algo por lo qué estar ansiosos.

—Priscila me dijo que yo le gustaba—abriendo sus ojos y fijándolos en la luna que había sobre nosotros, Ozzil habló calmadamente—aunque en realidad no lo dijo de esa manera.

Al parecer encontró gracioso algo en sus palabras, puesto que contuvo una risa.

—Parecía que estaba recitando un poema feudal—continuó—me habría gustado poder escribirlo en algún lugar.

No encontré ninguna palabra que decirle. No sabía qué podía decir. Sus palabras seguían dando vueltas en mi cabeza, y yo no estaba entendiendo nada.

Entonces, encontré una pregunta que salió de mi boca incluso antes de que la pensara.

—¿Por qué la rechazaste?

Ozzil dejó que la pregunta flotara en el aire por unos segundos antes de responder.

—Creo que no hay nada tan horrible como soportar la indiferencia ante tu cursileria de una persona a la que amas con todas tus fuerzas.

La expresión de Ozzil dejó ver un ligero dolor en su rostro y palabras.

—No iba a funcionar—siguió explicando—ella siente por mi cosas que yo no siento por ella. Saldríamos lastimados de allí. Ella mucho más que yo.

Compuso su expresión y suspiró, como dejando ir una gran carga, y entonces por un breve instante, apretó sus manos lo suficiente para hacerlas mucho más pálidas de lo que ya eran.

Hizo ademán de decir algo, pero pareció quedarse ahogado en sus palabras. Su segundo intento de hablar dió mejores resultados.

—Además...—el nerviosismo era notorio en su voz,—a mi ya me...—Se detuvo a mitad de frase, como intentando encontrar la palabra adecuada, dejando ver en el proceso un creciente color rojo en su rostro—A mi me gusta alguien más—terminó de decir.

Por algún motivo esas palabras hicieron que mi corazón redujera su tamaño. Una tristeza sin fuente alguna creció en su lugar.

Jamás me había molestado que las otras chicas del instituto se acercaran tanto a él. Tampoco cuando le declaraban sus intensiones de vez en cuando. Nunca sentí preocupación por eso, y la razón era porque yo sabía que Ozzil no pensaba nunca en esos temas, y jamás se había mostrado interesado en alguien.

Hasta ahora.

Era injusto de mi parte sentir molestia. Debería sentirme alegre de que en su proceso de cambio, hubiese encontrado el valor para avanzar en esa área.

¿Por qué entonces me sentía tan triste y molesta? ¿Por qué él...?

Noté que cayó una lágrima a mis pies. Me di la vuelta rápidamente en la otra dirección. No quería que me viera así.

—Me...Me alegro por ti, Oz. De verdad—fue todo lo que alcancé a decir antes de que mi voz se quebrara y se me hiciera un nudo en la garganta.

Di un paso para echar a correr, pero una mano me tomó por el brazo y me detuvo, Ozzil tenía una cara de preocupación que sólo había visto aquélla vez...

El día en que casi salta del puente.



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En el texto hay: adolescentes, amor, saludmental

Editado: 28.12.2025

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