Historia #2: Heridas

Todos celebran

—Santa cachucha, ¡El águila aterrizó en el nido! ¡Repito!—Rigel miraba a través de la ventana usando unos binoculares a la par que gritaba palabras sin sentido.

—¡Qué carajos significa eso!—repliqué.

—¡Queremos ver!—dijeron Jannis y Lynn al mismo tiempo.

La presidenta estaba sentada, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—¡Jay papá! A eso le llamo yo un buen...—justo en ese momento, los binoculares se le resbalaron a Rigel de las manos y cayeron al otro lado de la ventana antes de que pudiera terminar su frase,—Waaaah—gritó ella agarrándose la cabeza.

En la sala todos al unísono y bien sincronizados hicimos un facepalm cuando Rigel se volvió a mirarnos.

Ella nos había estado narrando lo que veía por unos binoculares que logró sonsacarle a la presidenta del consejo. Aunque dudo que su narración se hubiese apegado al canon de lo sucedido.

Como por ejemplo cuando dijo que Ozzil habia levantado a Merlín como a una princesa y se habían metido al mar mientras desaparecían en el horizonte y el sol salía frente a ellos.

Eran como las tres de la mañana. El sol se ocultaba por el horizonte, NO salía de él. ¿Ven a lo que refiero?

Aunque su imitación de un beso como si fuera un mimo si que nos sacó una buena risa.

Rigel sacó su celular y trató de utilizar la cámara para revisar de nuevo.

—¡Ya no están!—su aviso nos hizo saltar a todos de donde estábamos y corrimos a tirarnos sobre las colchonetas, como cuando los juguetes en Toy Story tenían que fingir al pasar un humano.

La presidenta se tiró totalmente derecha sobre la cama, con sus manos reposando sobre su estómago. ¿Quién carajos duerme así? No podía ser menos obvia.

Al cabo de unos minutos, los tortolitos llegaron a la sala tratando de discimular sus pasos al caminar sobre sus pies.

Me di cuenta que por algún motivo, Jannis estaba detrás de mi y Rigel al lado mío. Lynn y la presidenta estaban donde antes habían estado Merlín y Ozzil.

Habíamos confundido las camas al momento de salir corriendo y acostarnos antes de que llegaran. Con suerte, estarían tan elevados que no se darían cuenta de nada.

Hice ademán de acomodarme para echar un buen vistazo, y entonces se me trabó algo entre el diafragma y la traquea.

Las camas que quedaron disponibles estaban una al lado de la otra. Rigel, que se había dado cuenta, contuvo la risa.

El rostro de Ozzil, el cual le pegaba la claridad de la luna, estaba rojo como un tomate. Y me aventuré a pensar que con Merlín no era nada diferente.

Volví a darme la vuelta y miré a Rigel, la cual me devolvió una sonrisa pícara.

Qué buen momento para estar vivo, pensé.



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En el texto hay: adolescentes, amor, saludmental

Editado: 28.12.2025

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