Historia corta: La Sopa

La sopa

Llevé un sorbo del consomé a mi boca: estaba salada. Inserté otra vez la cuchara en el plato y probé de nuevo la sopa de espinacas: definitivamente demasiado salada. Airado, la sujeté del cabello y consumí su rostro dentro del líquido caliente. Ella cayó al suelo con la cara ardiendo y chillando de dolor, mientras nuestro hijo se cubría los oídos y cerraba los ojos, pretendiendo no observar lo que ocurría frente a él. Pero ella me perdonó, siempre lo hace. Me perdonó incluso más tarde en la noche, luego de que la abofeteé y la golpeé en el estómago. Ella me disculpó esa y todas las demás veces, ya que en el fondo sabe que no es culpa mía. ¿Acaso soy yo culpable de que ella arruine la comida, o de que deje manchas sobre mi ropa recién lavada, o de que no atienda bien al niño cuando éste tiene hambre? No, ella sabe que nada de eso es mi culpa y que, si me enfado, es por causa de ella. Por eso siempre me perdona.

Ella me perdonará incluso ahora, cuando recobre el conocimiento, luego de que rematé su cabeza contra la pared y le dejé el rostro magullado y ensangrentado, y ahora yace en el piso sobre una charca de sangre. Sí, sé que ella me perdonará, siempre lo hace... Y, aunque admito que no recuerdo la razón de haberla golpeado, sé que esta vez tampoco fue culpa mía.



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En el texto hay: muerte, violencia

Editado: 23.10.2018

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