Historia de Amor

Capítulo 9: El señor Campos

El adulto vestido de camisa y jeans gastados, se adentró a las instalaciones del colegio poco después de que la portera le diera la bienvenida, maldiciéndola sin ningún tipo de vergüenza.

Josel me preguntó si alguna vez había trepado los muros de la escuela, a lo que respondí que no con algo de temor intuyendo lo que estaba a punto de proponer. Evans en cambio, confesó que lo había hecho algunas veces en el pasado para irse a jugar a las cabinas de Play Station, insistiendo con que no era tan difícil como imaginaba.

Agregó que era la única manera de ingresar sin ser vistos. Por lo que decidido, terminamos rodeando la institución hasta llegar a la esquina cercana al portón de secundaria, lugar desde donde se podía llegar al pampón de tierra una vez suspendidos en el aire.

La altura en cambio, fue otro cantar. Era demasiado alta para alguien que nunca había hecho ese tipo de cosas. Sentía que terminaría rompiéndome una pierna o que peor, volvería a lastimarme la cabeza gracias a la influencia de mi “buena” suerte. Casi siempre todo conspiraba a en mi contra, eso era en lo único que pensaba cuando mi cuerpo se apoyó en el viejo muro de ladrillos apolillados.

Mis amigos se soltaron con toda la confianza del mundo, cayendo medianamente bien aunque ensuciándose el uniforme en el trayecto. Gritaban con que me diera prisa antes de que algún transeúnte me viera. Tenía que jugármela, consciente de que quizá y no tendría otra oportunidad como esta para encontrar a Matilda.

El vértigo fue atroz, se me hizo imposible no gritar.

Rodé brevemente por el suelo, alegrándome mucho al descubrir que seguía entero y con todos mis huevos en su lugar.

- ¿Qué tal estuvo, eh? _la pregunta de Josel me tomó desprevenida.

- ¡Bien! Bien… _suspiraba del susto_... pero no lo volveré a hacer nunca más en mi vida. ¡Vámonos de una vez!

Intuí que venían siguiéndome el paso, por lo que no me preocupé en buscarlos. A quien si cazaba con la mirada, cual depredador natural a su indefensa presa, era al maleducado señor que respondía por la pelinegra. Me costaba mucho creer que alguien como él pudiera criar a una niña tal buena y responsable como ella, aunque por momentos lograba encontrar ciertos parentescos entre ambos.

Por lo menos lo obstinado si lo tenía, al igual que su fuerte temperamento al momento de enfadarse.

Terminamos ocultándonos tras el pabellón que colindaba con el quiosco del colegio, divisando constantemente a nuestros alrededores con el afán de no ser visto por la portera o alguno de los conserjes. Josel me preguntó que se supone que haríamos una vez que diéramos con el paradero del adulto, a lo que respondí que no estaba seguro. Que a lo mejor y me arriesgaba a salir de nuestro escondite con tal de poder tener una oportunidad de conversar con el padre de familia. 

Sudaba a cántaros de solo pensarlo.

Por fortuna, no fue necesario que siguiéramos con nuestro camino ya que unos gritos imponentes nos pusieron en alerta, divisando como el director salía de su oficina a paso presuroso seguido muy de cerca por el robusto personaje. Quien al juzgar por el movimiento de sus manos, ganas no le faltaban para seguir con su cuasi monólogo pero de otras formas, unas poco civilizadas.

Estuvo a punto de sujetar a la autoridad educativa del cuello de su camisa, pero este lo apartó de su manotazo. Notoriamente enfadado, aceleró el paso hasta llegar a los pabellones de secundaria, frenando sus movimientos al llegar a la oficina del auxiliar general.

Buscó sus llaves entre los bolsillos de su pantalón, pero el papá de Matilda fue más astuto al pegar un golpetazo a la frágil ventana del cubículo, haciéndola vibrar con violencia.

Y hubieran seguido con su cruce de palabras, de no ser porque algo más se volvió su centro de atención.

No supe cómo ni cuándo, pero ya me encontraba de pie en su delante escuchando de fondo los lamentos de mis amigos.

El director me transmitió una sensación de miedo increíble, mientras que la mirada del desconocido lograba intimidarme casi en su totalidad. 

- ¡Ludwing! ¡Que sorpresa! _después de mucho, la autoridad volvió a esbozar su sonrisa fingida a la par que jugueteaba con su corbata de rayas para pasar desapercibido_. ¿Pero qué haces aquí? Las clases terminaron hace mucho, hijo.

- Yo, bueno… _balbuceaba palabras sin sentido, lo que desencadenó que el violento adulto posara aún más su atención sobre mí, sonriéndole por lo nervioso que estaba_... regresé porque me había olvidado unas cosas en mi carpeta. Ya iba de salida hasta que los vi…

Mis palabras se vieron cortadas del golpe por la interrupción del papá de Matilda, quien sin escrúpulos preguntó si yo era el muchacho que estaba al lado de mi hija al momento del accidente.

Fue la primera vez que me arrepentí por haber contestado a una interrogante, ya que de un momento a otro el tipo de sujetó de los hombros y comenzó a sacudirme con fuerza mientras me recriminaba por “haber empujado a su pequeña” por las escaleras. Incluso trató de pegarme un golpe en el rostro, que de no ser por la intervención del director y de los propios Evans y Josel lo hubiera conseguido.

Buscaba recomponerme, pero el miedo me tenía a su merced. Lo más que pude hacer fue alzar la voz para decirle que estaba loco. 




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