Historia de Amor

Capítulo 15: Amor propio

Josel y yo nos cruzamos en las escaleras que conducían al primer piso. Él subía de la mano junto a una chica un poco más baja que yo en estatura, de cabellos rizados y castaños usando un vestido anaranjado muy corto pero llamativo, dejando al descubierto su atractiva figura.

Preguntó si estaba yendo a darle el alcance a Luis y Alfredo, a lo que respondí que si sin pensármelo dos veces.

Abajo, la pareja de amigos se encontraba platicando con dos caras conocidas. Eran Koral y Jennifer, ambas con trajes igual de pequeños que la otra muchacha, pero de tonalidades azules muy similares. La primera, me saludó de forma enérgica rodeando mi cuello con sus delgados brazos, mientras que la segunda poco o nada se interesó por mi presencia, enfocándose más en aferrarse al brazo de un sonrojado Lucho, quien le correspondió tocándola de la cintura.

- Vine a tomar un poco de aire _le respondí a “Alf” cuando me preguntó que hacía fuera de la fiesta.

- Nosotros salimos a recoger a las muchachas _el ruloso tomó la palabra_. Además, ahorita están en modo melosos. El quinceañero de verdad comenzará cuando DJ Trébol entre en escena.

Koral le dio la razón, lo que provocó que este terminara por besarla frente a todos de forma inesperada pero bien recibida por esta. Quien no dudó el jalarlo de los bordes de su saco para corresponderle con mayor intensidad, incluso pasional.

Su amiga les sugirió que mejor se fueran a un hostal, a lo que Luis secundó diciendo que ellos también podían ir si querían.

Jennifer no tuvo reacción, solo se sonrojó.

Platicamos brevemente sobre las primeras impresiones que teníamos del lugar. Coincidimos en que el decorado estaba bien cuidado y que aquellas telas celestes traslucidas repletas de brillos blancos le daban un aire diferente a otras festividades, aunque diferimos un poco respecto al tipo de alimentos que habían servido en las bandejas de bocaditos. Poco después, me terminé apartando de la dupla en busca de un poco de agua para tomar, descubriendo que afuera ya todas las tiendas estabas cerradas, por lo que resignado no tuve de otra más que regresarme al quinceañero.

Finalmente las luces tradicionales habían sido reemplazadas por aquellas coloridas de fiestas. Esféricos de todos los tamaños rodaban sobre su propio eje iluminando a todo aquel que se cruzaba en su camino. Frank y los otros seguían en el mismo lugar de siempre, ubicados cerca de las enormes ventanas que conectaban con la ruta que conducía hacia mi casa.

Ni siquiera tuve chance de regresar a mi asiento, ya que una animada Stephany se encontraba ocupándola tomando una copa de champán.  

Cruzamos miradas, pero luego me la desvió.

Traté de ignorar el tema, pero Marita me tomó del brazo poco antes de que entablara conversación con Isaac para apartarme de los demás y preguntarme si había pasado algo entre la chaparrita y yo. 

- ¡¿Qué?! ¡No te escucho! ¡La música! _tapé mis oídos y traté de pasar del tema. No funcionó_. ¡Está muy fuerte! _mi compañera no dijo nada, solo se limitó a cruzarse de brazos y a levantar una de sus cejas, arqueando las pocas caderas que tenía_. No, no pasó nada. Estamos bien, ¿por qué lo preguntas? _no obtuve respuesta, solo achinó más los ojos_. ¡Bueno, ya! _observé a mis alrededores para cerciorarme de que nadie nos estuviera espiando_. Esa noche que me dejaste con ella luego del paseo escolar, nosotros... casi nos… besamos…

Aquellos esféricos que traía por ojos, que hasta hace un momento eran cubiertos casi en su totalidad por sus parpados, aumentaron de tamaño en un santiamén. No tuvo respuesta, se quedó paralizada.

Si bien, hace solo unos meses hubiera sido imposible que le contara algo como esto a la enamorada de Frank, hoy la situación era otra. Confiaba en ella incluso más que en mis propios amigos, al menos en lo que a guardar secretos se refería.

- ¿Y Matilda lo sabe? _ahora fui yo el que se enmudeció.

Negué con vergüenza, a lo que esta comentó que entonces sus dudas eran ciertas, captando de nuevo mi atención.

Quise saber a qué se refería.

- Obvio, que le gustas a Stephany _arremetió sin filtros_. La pregunta ahora es… ¿ella te gusta a ti, Ludwing?

- ¡No! ¡Por supuesto que no! _caminé en círculos sin importar que llamara la atención_. Yo estoy enamorado de Matilda. Si no le dije nada fue porque no quiero que haya problemas entre ellas. Yo… me sentiría horrible si terminaran su amistad por mi culpa, no quiero ni imaginármelo. No puedo…

Incliné la cabeza, sintiendo una gran presión en el pecho. Por fin comenzaba a liberar aquellos miedos que venía albergando en mi interior desde hace unas semanas. Marita, consciente de eso, solo se limitó a darme un abrazo y a asegurarme que nada malo iba a pasar, prometiéndome que no se lo diría a nadie.

Eso sí, me pidió que hablara con Stephany para dejar las cosas claras de una vez antes de que fuera demasiado tarde.

Me sentí más tranquilo desde ese momento, incluso me animé a acercarme a la mesa de bocaditos para recoger un pan de panecillos con pollo deshilachado y entregarle uno a la chaparrita, quien cabizbaja lo recibió pero sin decir ni una sola palabra.

Poco después, ambos nos vimos forzados a apoyarnos contra una de las paredes más cercanas para evitar ser aplastados por las masas humanas que coreaban a gritos el nombre de DJ Trébol, quien sonriente se aproximó hacia uno de los rincones del local donde se encontraban todas sus herramientas de trabajo.




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