Historia de horror

La piel que florece

La piel que florece

El sonido de las aves revoloteaba por todas partes; la llegada de la primavera estaba siendo anunciada. Lucía, una chica de 20 años, empezaba a darse cuenta de que había algo raro en ella. Se sentía de una forma distinta a como siempre se había sentido. No estaba enferma, pero tampoco parecía estar bien, y ella lo notaba.

Lucía era muy cuidadosa con su piel: se cuidaba con todo tipo de cremas y mantenía una dieta estricta para conservar su apariencia. Sin embargo, empezó a notar que sus poros no se abrían con ninguno de los tratamientos que utilizaba. Sus poros, en toda su piel, estaban completamente cerrados y no sabía por qué.

Una mañana, al despertar, notó que en su codo le había salido una espina, como la de una flor. Asustada, se preguntaba de qué se trataba, pensando que tal vez se le había enterrado una espina sin darse cuenta. Intentó sacársela, pero no pudo hacerlo: estaba muy pegada a su cuerpo. Por vergüenza, no quiso pedir ayuda. Tomó unas tijeras, cortó la espina y trató de no darle mucha atención.

Siguieron pasando los días y más espinas se asomaban por todo su cuerpo. Preocupada por lo que le pasaba, empezaba a dudar si había sido buena idea no decir nada, pero la vergüenza era mucha y no le permitía pedir ayuda. Intentó ocultar las espinas cortándoselas y aplicándose más maquillaje que antes. Salía muy tapada, tratando de evitar las miradas, pero sentía cómo la observaban.

Al borde de las lágrimas, regresó a su casa y se encerró en ella. Así siguieron pasando los días, y Lucía ya no salía. Vivía encerrada, sin pedir ayuda, mientras más y más espinas brotaban de su cuerpo.

Hasta que, en medio de la primavera, de sus poros empezaron a brotar pequeñas y lindas flores. Lucía, al verlas, se asombró por la belleza que desprendían. Era tanta la hermosura de aquellas flores que la tristeza de Lucía se desvanecía por completo al mirarse al espejo. Vio una nueva forma en ella, y con esta nueva apariencia salió de su casa nuevamente, luciéndolas por todas partes.

La gente, fascinada por esa nueva apariencia, pensaba que se trataba de una nueva moda. Al ver que les gustaba, Lucía las lucía con mucho orgullo todos los días, saliendo para exhibirlas. Pero pronto empezó a sentirse cada vez más y más extraña. Su piel siempre estaba seca, y su cuerpo se sentía más rígido. Cada vez que intentaba hacer ejercicio, se cansaba más rápido, y cada vez que se pesaba, su peso aumentaba más que el día anterior.

Aunque su apariencia era bella, por dentro se sentía completamente destruida. Una mañana ya no pudo levantarse. Se quedó acostada, sin poder moverse. Intentó gritar y pedir ayuda; gritó por varias horas, hasta que por fin la escucharon sus vecinos.

Al oírla, preocupados, llamaron a la policía. Cuando la policía llegó, la encontraron inmóvil en su cama. Lucía les explicó que no podía moverse, con una voz cansada y sin fuerza. Rápidamente la llevaron a un hospital, donde empezaron a hacerle pruebas.

Los médicos, alarmados, se reunieron en grupo, sin poder explicar lo que veían en las radiografías: en todo su cuerpo se extendían miles y miles de raíces. Preocupados de que se tratara de una nueva epidemia, la encerraron poniéndola en cuarentena. Llamaron a miles de expertos intentando averiguar lo que pasaba con esa chica, pero cada día que pasaba, Lucía se ponía más y más seca.

Llegaron a la conclusión de que la planta se estaba

nutriéndo de ella la, usándola como un nutriente. Intentaron abrir su piel para ver lo que pasaba y, al hacerlo, se quedaron sin palabras: debajo de su piel solo había raíces. No entendían cómo Lucía seguía viva.

Con esto, la noticia se esparció por todo el mundo, intrigando a todas las personas sobre lo que ocurría: ¿era una nueva enfermedad o una epidemia desconocida? Muchos médicos extranjeros llegaron en busca de respuestas, pero mientras más pasaba el tiempo, Lucía decaía más y más.

De sus ojos brotaron dos hermosas flores; esas flores consumieron por completo sus ojos. Su lengua, completamente seca, se partió en pedazos como si fuera de barro y se hizo polvo. Su sangre ya no circulaba: todo era consumido por las raíces. Pero lo más preocupante era que su cerebro seguía funcionando, y nadie entendía el porqué.

Doctores y científicos de todo el mundo trabajaron sin descanso, pero nadie podía comprender lo que sucedía. Estudiaron las flores y las raíces por separado, pero nada indicaba algo nuevo: eran simples raíces y flores que crecían desde un cuerpo humano.

Mientras ellos estudiaban, la condición de Lucía seguía empeorando. Sus extremidades empezaron a transformarse en raíces, como si fuera un árbol, y desde su pecho comenzó a brotar un gran tronco. Los estudios no avanzaban. Sin poder hacer nada, la única solución que veían era destruirla antes de que se propagara.

Al ir a verla, se toparon con la imagen de un gran árbol. Lucía se había transformado completamente, dando vida a un árbol grande y lleno de vida. En el fondo, se veía el cascarón vacío que alguna vez fue Lucía.

Todos entraron en pánico. No tuvieron más remedio que destruirlo por completo, prendiéndole fuego e incinerándolo rápidamente. Al quemarlo, se escuchaban los gritos desgarradores de Lucía, que provenían de ese árbol. Todos los que escucharon aquellos gritos sintieron el dolor de Lucía, pero no vieron más alternativa que hacerlo.

Todos pensaron que con eso se había acabado…

Pero poco después comenzaron a llegar noticias de todo el mundo: había personas a las que les brotaban flores por toda la piel.




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