Historia de horror

El perfume de carne 

El perfume de carne

El perfume…

El perfume es una fragancia dulce y fuerte, usada tanto por hombres como por mujeres.

Charly, un creador de perfumes, había logrado algo que muchos otros solo soñaban: crear el mejor perfume jamás conocido. Cada fragancia que elaboraba era alabada por el público, pero su última creación fue la más aclamada de todas, elevando su nombre a la fama mundial.

Aparecía en la prensa como uno de los hombres más ricos del mundo gracias a su más reciente creación. Sus perfumes desaparecían de los estantes en cuestión de minutos. Algunos expertos en el tema intentaron reproducir su fórmula, pero sin éxito. Sus competidores, desesperados, buscaban cualquier indicio del secreto que utilizaba para crear aquellas obras maestras.

Pasaban los días y el nombre de Charly seguía alzándose entre los más grandes. Mientras daba una conferencia de prensa, Miguel, un viejo rival suyo, lo observaba desde el fondo con una expresión fría, llena de resentimiento. Veía cómo Charly obtenía fama y fortuna, mientras él no tenía nada. Sus perfumes no eran valorados, su talento ignorado.

Hasta que pensó: "Solo necesito su receta… y podré crear todos los perfumes que quiera."

Una sonrisa torcida se formó en su rostro.

Durante los días siguientes, Miguel comenzó a seguir cada paso de Charly. Observaba dónde iba, con quién se reunía, qué compraba. Buscaba algún indicio de los ingredientes que utilizaba para crear sus perfumes, convirtiéndose prácticamente en su sombra.

Pero en todo ese tiempo no vio nada fuera de lo común. A veces lo observaba entrar en su tienda, pero nunca podía ver lo que ocurría detrás de las puertas.

Decidido, Miguel elaboró un plan para entrar al laboratorio de su rival. Estudió su edificio, sus horarios, sus rutinas… hasta que se sintió preparado para actuar.

Era una noche de viernes. Sabía que Charly no estaría. Miguel entró forzando una ventana, trepando los muros con esfuerzo, y se introdujo en el interior con un par de ganzúas. Comenzó a abrir la puerta que conducía al laboratorio de Charly, pero estaba firmemente asegurada. Tenía varios cerrojos, cada uno más difícil que el anterior.

Tras dos horas completas de trabajo minucioso, finalmente logró abrirla. Con cuidado, bajó las escaleras que llevaban al sótano, donde se encontraba el laboratorio.

El aire olía a mezclas químicas y flores concentradas. Comenzó a buscar pistas, rebuscando entre frascos y estantes, pero no encontraba nada. Solo veía envases vacíos, frascos brillantes y herramientas para elaborar perfumes… pero ni un solo ingrediente.

Desesperado, empezó a romperlo todo. —¡Maldición! ¿Dónde está la receta? ¿Dónde está? —gritaba con frustración.

Desde la oscuridad, una voz respondió: —Así que… ¿quieres ver mi receta?

Miguel se quedó helado. Sacó un cuchillo de entre sus cosas y se puso en guardia mientras la figura detrás de la voz se acercaba lentamente.

—¿Por qué no me respondes? —continuó la voz—. ¿Quieres o no mi receta?

Cuando lo tuvo frente a él, Miguel reconoció a Charly.

—Está bien —dijo Charly con una voz amable—. Si quieres mi receta, te la puedo enseñar.

Miguel seguía asustado. —¿Por qué me dirías tu secreto? No tiene sentido… somos rivales.

Charly sonrió con calma. —Vamos, amigo. Te conozco desde hace mucho tiempo. Nunca te he considerado un rival. —No entiendo… —balbuceó Miguel. —Tranquilízate, Miguel. No pasa nada. Si quieres saber mi receta, con gusto te la diré. No tengo nada que ocultarte.

Al escuchar esas palabras, Miguel bajó la guardia.

Fue en ese instante cuando Charly sacó una jeringa y la clavó en su cuello.

—¡Maldito! ¿Qué me inyectaste? —gritó Miguel, tambaleándose hacia atrás. —Pensaba que querías saber mi secreto… —respondió Charly, acercándose con una sonrisa inquietante—. Pues eso es lo que Haré… te mostraré mi secreto —decía Charly con una sonrisa, mientras la conciencia de Miguel se desvanecía.

Al recuperar el sentido, Miguel se encontró encadenado a una cama. Mientras intentaba zafarse, vio que a su lado había otro hombre encadenado, igual que él, y empezó a gritar:

—¡Charly! ¿Qué significa esto?

Charly, desde la oscuridad, hizo sonar las cadenas con tranquilidad y respondió:

—¿Así que despertaste, viejo amigo?

—¿Qué significa esto, Charly? ¿Por qué me tienes encadenado? ¿Y a otra persona? —balbuceó Miguel, aún desorientado.

—Pensé que querías que te revelara el secreto de cómo elaboro mis perfumes. Pues aquí están. Lo verás de primera mano —dijo Charly.

Tomó un látigo que estaba sobre una mesa y empezó a azotar con fuerza al hombre encadenado junto a Miguel, una y otra vez, mientras los gritos de aquel hombre llenaban el sótano. Miguel, aterrorizado, presenció la escena y gritó:

—¡¿De qué se trata esto, Charly?! ¡Suéltame ahora o te juro que te mataré!

Charly sonrió con calma:

—Parece que todavía no entiendes la situación. Te haré entender rápidamente.

Con eso, comenzó a azotar a Miguel, desgarrando su carne y derramando su sangre. Con lágrimas en los ojos, Miguel suplicaba que se detuviera, pero Charly, como poseído, no cesaba; seguía azotando con la fiereza de una bestia. Al detenerse, Charly se secó el sudor de la frente con la mano, con una expresión tranquila. Al ver que Miguel apenas se movía, comenzó a explicarle lo que sucedía:

—Verás, viejo amigo —dijo—, para crear mis perfumes descubrí que la forma más eficaz es impregnar puro dolor en las fragancias. Cuando una persona sufre —su sudor, su saliva, su sangre, su carne— todos esos fluidos contienen un aroma distintivo; mezclándolos con ciertos ingredientes, puedes crear el perfume perfecto.

Mientras Charly hablaba, Miguel apenas se mantenía consciente. Charly, rápidamente, sacó de debajo de la cama cubetas que contenían la sangre que habían derramado Miguel y el otro hombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.