Los ojos de dos mundos
Hola, me llamo Esteban. Tengo 18 años. Desde muy pequeño fui distinto a los otros niños. Desde niño lo supe: mis ojos podían ver cosas que los demás no podían.
A veces eran personas que no estaban ahí; otras, sombras que no tenían forma humana. Pero cuando crecí, esas sombras se convirtieron en verdaderos monstruos que me aterrorizaban.
A los diez años tuve un encuentro con un chico misterioso, vestido de blanco. Siempre que miraba sus ojos, una oscuridad intensa lo cubría y no me permitía verlos. Al principio solo lo veía y desaparecía, pero después todo empezó a cambiar. Cada vez podía ver algo nuevo de él: sus dientes eran afilados como cuchillas, hasta que finalmente pude ver sus ojos. Eran negros y sin vida.
Empezamos a hablar. Al principio tuve mucho miedo, pero siempre lo atribuí a cosas de mi imaginación. Hablábamos de cosas sin importancia: qué comía, qué soñaba, a qué jugaba… Pero las conversaciones se hicieron cada vez más largas, hasta que un día, con provocaciones, intentó llevarme a un sitio apartado. Quiso que lo siguiera a un pequeño bosque, pero no me atreví a hacerlo.
Desde ese momento las cosas cambiaron. Empezó a insultarme, a decirme cosas feas, a provocarme para que peleara con él, tratando de hacer que lo siguiera. Pero yo me resistía.
Al final le conté a mi familia lo que me pasaba. Ellos lo atribuyeron a que un duende me había “enduendado”, ya que nuestras creencias daban crédito a esos cuentos. Me llevaron con un padre, como si fuera algo parecido a un exorcismo, para librarme de esa presencia que me miraba. Mientras tanto, mi abuela, con sus remedios que venían desde tiempos antiguos, intentaba limpiarme de las energías negativas. Por momentos funcionaba, y el chico que veía se alejó por completo.
Después de eso, decidí que todo lo que mirara no le prestaría atención, para que no volviera a pasar lo mismo. Pero lo que quería evitar… volvió a suceder.
Seguí viendo cosas extrañas: desde espíritus y sombras hasta criaturas desconocidas. Casi siempre miraba un gato negro que rondaba a mi alrededor. Era más grande de lo normal y muy extraño. Desde el principio supe que no era un gato común. A veces veía personas con vestiduras extrañas y, otras veces, no sabía si estaban vivos o muertos, ya que parecían tan reales como las personas a mi alrededor.
Siempre me gustaron las películas de terror, ya que al verlas pensaba que todo lo que veía era producto de mi imaginación, algo influenciado por lo que miraba en la pantalla. Y hasta ahora me siguen gustando. Cuando más criaturas extrañas veo, miro una película de terror para convencerme de que todo forma parte de mi mente.
Hasta que un día sufrí un accidente y perdí parte de mi visión. Mi vista se volvió nublada y borrosa, pero comencé a ver todas esas criaturas y seres extraños con una claridad perfecta.
Tal parece que, al perder parte de mi visión en el mundo real, gané más visión en el mundo de lo irreal.
Voces comenzaron a sonar en mi cabeza. Algunas me llamaban. Una de ellas nunca se apartó de mí, pero esa voz se convirtió en alguien en quien podía confiar. Me costó aceptarlo, pero al final pude establecer una amistad con esa voz. Era como si compartiéramos el mismo cuerpo, ya que a veces lo poseía, aunque no era para nada malo. Al contrario, quería mi bienestar.
Al enterarse de esto, mi familia me llevó con un médico. El médico dijo que todo era parte de mi imaginación. Y tal vez así lo sea… o tal vez no. Todavía no estoy seguro de nada.
Lo único de lo que estoy seguro es de que sé lo que escucho y lo que veo.
Puede ser real, o puede ser algo de mi imaginación… pero ahí siguen, y no puedo sacarlos de mi cabeza ni de mis ojos.
Hay criaturas que he visto y que no puedo olvidar: desde personas bailando en el cielo hasta pequeñas cosas, como arañas con cabezas humanas.
Hace poco empecé a ver algo que ha sido lo más impactante que he presenciado en el cielo. Es una especie de ciempiés gigante que pasa por los cielos todas las noches, oscureciendo todo a su paso. Es algo que debería estar en una película del fin del mundo.
No he visto su cabeza ni su cola; solo he visto su enorme cuerpo, que se desliza por todo el cielo. Esa es la criatura más terrorífica que he visto, y créanme… he visto muchas de ellas.
Siento cómo me observan, aunque intento no sentirlo. La voz en mi cabeza siempre me ayuda a mantener la calma y a enfrentar lo que tengo delante.
A veces, la comida se vuelve asquerosa, como si saliera de una película de terror: una especie de fango con ojos humanos que me observan. Así es como veo la comida a veces, y de otras formas igual de repulsivas.
He aprendido algunos trucos para sobrellevar todo esto.
Con la comida, cierro los ojos: eso impide que vea lo asqueroso.
Con las personas que veo —esas que no deberían estar ahí—, fijo la vista en otro punto y paso de largo frente a ellas.
Y para los que se dan cuenta de que los miro, simplemente no les hago caso y espero a que se aburran.
La voz en mi cabeza me ayuda a evitar conflictos y a mantener mi cordura.
Todo comenzó con estos ojos… ojos que apenas funcionan para un mundo y para otro.
Puede que sea una enfermedad mental, pero hasta el momento, todo se siente como algo que el mundo no puede notar… y yo sí.
No sé si esto es una maldición o una bendición.
Eso… aún no lo sé.no sé si hay otros como yo ,y con sinceridad espero que los haya, para no sentirme solo, en estos dos mundos que veo
#122 en Terror
#2059 en Otros
#451 en Relatos cortos
horror psicolgico y gore, horror y terror, horror a lo desconosido
Editado: 29.10.2025