Epílogo.

​El sol se esconde tras la Giralda, pintando el cielo de tonos anaranjados y violetas. Las últimas luces del día acarician las piedras milenarias del Alcázar y se reflejan en las aguas tranquilas del Guadalquivir. Es en este momento, cuando el bullicio de la jornada se apaga, que la verdadera esencia de Sevilla se revela.
​Esta ciudad, que hemos recorrido a través del tiempo, no es solo el escenario de grandes eventos históricos, sino un personaje vivo. Sevilla tiene la memoria de un emperador romano, el alma de un poeta andalusí y el corazón de un aventurero del Nuevo Mundo. Su historia no está encerrada en museos, sino que respira en cada patio, resuena en cada campana de la Catedral y se saborea en el aroma de las flores de azahar.
​La historia de Sevilla nos enseña que el pasado no es una carga, sino un cimiento sobre el que se construye el futuro. Nos recuerda que la riqueza cultural se encuentra en la mezcla, en la capacidad de tomar lo mejor de cada civilización para crear algo nuevo y único. Y, sobre todo, nos demuestra que la perseverancia, incluso en tiempos de declive, puede llevar a un renacimiento aún más brillante.
​Así, este viaje por la historia de Sevilla llega a su fin, pero tu propia historia con la ciudad apenas ha comenzado. Porque una vez que la has conocido, una parte de su luz, su pasión y su magia se queda contigo para siempre.

FIN